Dublín en el día de San Patricio
17 de marzo
Saint Patrick’s Day se celebra en todo el mundo, pero sobre todo en la capital irlandesa, una ciudad que siempre muestra dos caras: la más creyente y la más divertida
Y llegó San Patricio o Saint Patrick’s Day, como os lo vais a encontrar en los carteles de algunos pubs de vuestras ciudades; carteles que pretenden que acudáis vistiendo alguna prenda con el color verde típico de los tréboles para beber una pinta de cerveza, al menos.
Seguramente, San Patricio sea el santo más bebedor e internacional del planeta, ya que hoy viernes habrá idénticas invitaciones a fiestas en bares de todo el globo, desde Sydney a Chicago, de Montreal hasta Buenos Aires, pasando por París, Londres o la isla caribeña de Montserrat. Estos homenajes alcanzarán su máxima expresión en Nueva York y Dublín.
El 17 de marzo es el día idóneo para conocer la cara más festiva de la sociedad dublinesa
En la ciudad estadounidense, incluso la Quinta Avenida en el corazón de Manhattan se cortará para el desfile en honor del patrón de Irlanda, y por lo tanto, patrón de miles y miles de inmigrantes asentados desde hace décadas en América.
De hecho se puede decir que son ellos los grandes culpables de la popularidad del ‘Saint Patrick’s Day’ en todo el mundo. No obstante, la esencia de este festejo se halla en Dublín, donde la ciudad muestra ese peculiar carácter irlandés tan cargado de tragedia como de alegría de vivir.
La religión en Irlanda
San Patricio no nació en Irlanda, sino en la otra isla británica. Para unos en tierras escocesas, y para otros, quizás malintencionados, en territorio inglés. El caso es que se considera que este santo introdujo las creencias católicas en la Isla Esmeralda, hasta entonces dominada espiritualmente por los druidas. Hay que imaginarse al personaje explicando el misterio de la Trinidad a aquellas gentes de ritos celtas, para lo cual recurrió a la metáfora del trébol, hoy símbolo irlandés por antonomasia.
Sin duda, el 17 de marzo todas las iglesias irlandesas celebran misas especiales, pero hay una que tiene mayor protagonismo: la catedral de Saint Patrick. Este templo, junto a la vecina catedral de Christ Church, son los dos grandes santuarios del país. Ambos merecen una visita tanto por motivos religiosos, como turísticos, ya que son dos joyas del patrimonio de la ciudad.
Otra pinta, ‘please’
Pero junto al fervor religioso, el 17 de marzo es el día idóneo para conocer la cara más festiva de la sociedad dublinesa. Y si hablamos de su concepto de diversión hay que mencionar dos ingredientes imprescindibles: alcohol y música.
La cantidad y calidad de ambos elementos se aprecia en cualquier pub de la ciudad, y todos los días del año. En realidad, un viaje a Dublín compensa solo por disfrutar del ambiente de sus pubs.
Un dicho reza: “si hay un irlandés, hay un pub cerca”. O sea, en Dublín abundan. Pero hay una zona con una densidad increíble. Es Temple Bar. Allí se acumulan los pubs siempre llenos de turistas hasta su cierre bien avanzada la madrugada. A esa acumulación de foráneos se suman muchos dublineses que pasan el día de San Patricio, y sobre todo su noche, yendo de un pub a otro, alternando la cerveza con licores más fuertes, entre los que no falta el whisky.
Cerveza y whisky son claves en la cultura irlandesa. Además de comprobarlo en los pubs, se descubre en dos lugares muy visitados por los viajeros. Uno es la Guinness Storehouse, con su increíble museo dedicado a la cerveza negra más famosa del mundo. Y el otro, la Antigua Destilería Jameson, transformada en una completa exposición sobre esta prestigiosa y bicentenaria marca de whisky irlandés.
Música en directo todas las noches
Las bebidas alcohólicas son claves para la diversión, la cultura, el turismo y la economía en Irlanda. Y lo mismo se puede decir de la música. La densidad de músicos en el país es elevadísima. A muchos de ellos se les ve actuar en los pubs de la capital, donde tal vez alternen el mandil de camarero con el micrófono, como le ocurría en su momento a Sinead O’Connor.
Y también es habitual que actúen en la calle, tanto en Grafton Street como en las inmediaciones de Temple Bar. Allí empezaron U2, antes de ser megaestrellas mundiales y adquirir precisamente muchos inmuebles del barrio.
Un dicho reza: “si hay un irlandés, hay un pub cerca”
La pasión por la música es un emblema de la ciudad. Se descubre en el Hall of Fame donde rinden tributo a sus músicos más queridos. Se ve en la placa de bienvenida a Temple Bar que recuerda a Rory Gallagher, uno de los mejores guitarristas de la historia. Se escucha en los pubs. Y se intuye contemplando la famosa escultura de Molly Malone.
Este bronce se halla ante la vieja iglesia de Saint Andrew, actualmente reconvertida en oficina de turismo de Dublín. En esa replaceta parece que Molly ha parado su carro para gritar a viva voz que vende berberechos y mejillones. Porque ella es vendedora de pescado, al menos de día, ya que de noche se gana la vida como prostituta.
Una triste historia y una mujer que inspiran la canción más célebre del folklore irlandés. Una tema que es fácil escuchar en los pubs dublineses, donde se canta casi como un himno. Algo que por supuesto también ocurrirá hoy, Saint Patrick’s Day.