Viaje al gran desierto blanco

Vista desde el cielo, Bolivia tiene tres colores. Entre el intenso verde de la selva amazónica al este y el marrón andino al oeste, una gran mancha blanca, del tamaño de Jamaica, rompe con la monotonía cromática del continente. Es el Salar de Uyuni, el desierto de sal más grande del mundo.

Uyuni es un pequeño pueblecito 500 kilómetros al sur de La Paz, la capital administrativa de Bolivia. Cada año llegan hasta aquí miles de personas para visitar esa gran masa de tierra completamente cubierta de diez mil millones de toneladas de sal. Es tan grande que puede verse desde el espacio, flanqueada por la cordillera de los Andes.

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Hace 40.000 años aquí había un gran lago salado que se fue secando hasta dejar este desierto único en el planeta. El salar es especialmente espectacular durante el verano austral, en plena temporada de lluvias, cuando se inunda y da lugar a un gigantesco espejo. El resto del año, la sal se acumula formando los característicos polígonos que encajan perfectamente a lo largo de cientos de kilómetros.

Las pocas edificaciones que se encuentran dentro del salar están construidas íntegramente con sal, muebles incluidos. De hecho, es posible pasar la noche en un hostal hecho de sal, pero hay que abrigarse muy bien y prepararse para el frío: a casi 4.000 metros de altura las temperaturas caen muy por debajo de cero.

Cerca del salar, junto a la frontera de Chile, se encuentra la Reserva Natural Eduardo Avaroa, que se puede visitar en el mismo viaje. Se trata de una espectacular área llena de lagos de colores, habitados por miles de flamencos. Además, la zona alberga una fuerte actividad geotérmica que provoca fuentes termales y géiseres espectaculares.