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Priorat, 20 años del boom

El negocio del vino ha transformado una comarca deprimida que ahora atrae a jóvenes viticultores

Los impulsores del cambio apostaron por el terroir y hoy trabajan 96 bodegas en la DOC

Josep Lluís Pérez y René Barbier fueron los motores del cambio y hoy sus hijos llevan las riendas de las bodegas

Propias

Cuando, en 1981, Josep Lluís Pérez se instaló en el Priorat para dirigir la Escuela de Enología no había teléfonos automáticos en la comarca. Había que llamar a través de centralita. Casi al mismo tiempo llegó René Barbier, con una fe ciega en las posibilidades de aquella tierra de pizarra, durante tantos años relegada al ostracismo. Uno le puso la ciencia y la técnica. El otro, el arte y la sensibilidad. Inicialmente compartieron bodega con Carles Pastrana y Álvaro Palacios. Y hace veinte años empezaron a vinificar por separado. Cada uno emprendió un camino y, entre todos, han transformado una comarca.

No había teléfono. Ahora, desde su despacho (en una masía rodeada de viña y bosque a medio camino entre Falset y Gratallops), Josep Lluís Pérez controla estaciones meteorológicas ubicadas entre viñedos en Egipto y Suecia. El creador del vino Cims de Porrera está al frente de la empresa de asesoría en viticultura y enología. Barbier llegó anteayer de Japón, un país que le apasiona y donde cada año vende más.

Cuando el Priorat era conocido por sus vinos a granel -apenas cuatro bodegas embotellaban, frente al centenar actual- con una personalidad tan fuerte como ruda, el grupo pactó que las botellas de su primera añada se venderían, como mínimo, a 1.500 pesetas. Los tomaron por locos pero fueron visionarios. "Estábamos a la altura de los buenos vinos franceses y hacer vino en el Priorat era un trabajo difícil", recuerda Pérez. A principios de los noventa, todos sudaron mucho para vender sus primeras cajas. Les fue más fácil en el extranjero (todavía en el 2000, el 70% del vino se vendía fuera), aunque ahora la balanza se ha equilibrado. Y, contra todo pronóstico por el contexto económico, el año pasado las cifras fueron récord: se vendieron 3,78 millones de botellas con etiqueta de la DOC Priorat.

Lejos queda, la subasta en la sala Christie's de Nueva York, donde, en 1999 se pagaron 68.000 pesetas por una botella Magnum de la Ermita, de Álvaro Palacios. Aquello sirvió para situar el Priorat en el mapa. Ahora no hay lista en la que no salga, entre los mejores del mundo, algún caldo de esta comarca.

"Teníamos un territorio que se empobrecía, la gente se iba y, aunque los vinos eran buenos, la viña se estaba abandonando, la comarca estaba olvidada", recuerda Montse Nadal, profesora de viticultura de la facultad de Enología de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y coordinadora de paneles de cata. La Escuela de Enología de Falset fue crucial, "por- que la gente comenzó a formarse", explica Nadal, quien añade que tras el vino llegó la revitalización de toda la comarca: "La gente empezó a quedarse, se empezó a valorizar el territorio y el paisaje, empezó a hablar en inglés y a abrirse al mundo". En veinte años, a la escuela de Enología se ha sumado el Parc Tecncològic del Vi, un centro puntero de investigación por el que lucharon otras zonas vinícolas españolas y que finalmente se ubicó en el Priorat.

"A mí me obsesionaba el terroir, a finales de los ochenta, a nadie le interesaba vivir en el Priorat, pero yo tenía clarísimo que era el sitio", explica Barbier, quien, junto a Pérez, se encargó de crear su propia competencia porque "estaba claro que solos no haríamos nada". Invitaron a otros enólogos a elaborar en el terreno, les buscaron fincas y les facilitaron espacio en sus propias bodegas si hacía falta. Algo que siguen haciendo hoy en día.

Clos Martinet, Clos Mogador, Clos Erasmus o la bodega de Álvaro Palacios, entre otras, ha sido el punto de partida de muchos de estos jóvenes enólogos (también formados en el territorio), como Esther Nin, Dominik Huber, Roser Amorós, Ricard Rofes, Albert Costa, Fredi Torres y una larga lista de profesionales que hoy trabajan en el Priorat. Son la segunda generación y han ido un paso más allá: defienden unos planteamientos más radicales que sus maestros en cuanto a la forma de trabajar el territorio y de explicarlo en un vino.

"A diferencia de la primera generación, nosotros hemos intentado reconciliarnos con las generaciones anteriores, por ejemplo, recuperando la cariñena, una variedad que se rechazó porque se consideraba demasiado ruda", explica Sara Pérez, la hija de Josep Lluís Pérez y la que ahora lleva, entre otros proyectos, las riendas de Mas Martinet, cuyo vino ha obtenido una puntuación excelente en la última lista Parker. Casada con el hijo de René Barbier (que también está al frente de Mogador), esta nueva estirpe de enólogos apostó por la agricultura ecológica hace más de diez años. Les interesa la biodinámica y no cesan en el empeño de buscar lo auténtico. Cueste lo que cueste.

"En el Priorat no hay crisis, hemos vendido más que nunca porque ya estamos consolidados, nosotros vendemos una región, un patrimonio, los otros venden una marca, en España hay vinos y el Priorat", mantiene Barbier. La calidad era la condición. Al carro se han sumado muchos proyectos y nombres conocidos y algunas inversiones millonarias. Algunos pensaron que con la etiqueta el trabajo estaba hecho y no era así. Sin embargo, "quienes realmente creen en el territorio y lo viven, no están en crisis, hay que estar constantemente renovándose, aunque es verdad que hay diferentes velocidades en el Priorat", añade.

Esta DOC es la única reconocida en Catalunya como Cualificada y una de las dos únicas que existen en España. Bajo la presidencia de Salustià Álvarez, se inició el camino de vino de pueblo y vino de finca para potenciar la personalidad de los caldos, aunque enólogos como Montse Nadal opinan que todavía hay que caracterizar bien los vinos, "los vinos de finca o de pueblo no son incompatibles con una consolidación del producto y una diversificación, hay que ver cómo evolucionan con madera y sin madera...".

Todos coinciden en que la exportación "es el camino" y las cifras registradas el año pasado lo demuestran. Tan importante es hacer un buen vino como saber venderlo. Lo cierto es que hace veinte años se cultivaban en el Priorat 500 hectáreas. Hoy son unas 2.000 hectáreas. Hace sólo siete años trabajaban en la DOC, 558 viticultores y el año pasado eran 637. La comarca ya no pierde habitantes, los gana. Y a rebufo de la DOC Priorat crece con personalidad propia, la vecina DO Montsant.

La gran muestra de vinos
La Fira del Vi de Falset, la muestra de los vinos que se producen en la comarca, tanto los de la DOC Priorat como los de la DO Montsant, comenzará el viernes. Durante este fin de semana los visitantes podrán catar los vinos de las principales bodegas en los stands ubicados en el centro de Falset. La feria combina la doble vertiente de escaparate para el público en general y también para el sector con numerosos actos paralelos de degustación y maridaje; y cada vez, más actividades en cada uno de los pueblos de la comarca. Entre los actos destacados figuran "la cata del decenio", en la que los expertos catarán la añada 2002 y la cata profesional que se organiza el último día. "Con esto, los enólogos de la comarca aprenden mucho y toman decisiones", apunta el presidente de la DOC Priorat, Toni Alcover.