La alteración a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos en el planeta, esto es lo que se conoce como el cambio climático, según la definición que ofrece Naciones Unidas. Un fenómeno que, si bien hasta el momento estaba sujeto a las variaciones en la actividad solar o a erupciones volcánicas, desde el siglo XIX está provocado por la actividad humana. Y cabe destacar a un causante concreto: los gases de efecto invernadero. La liberación de estos gases en la atmósfera ocasiona la retención del calor del sol, debido a que actúan de forma similar al cristal de un invernadero. Por lo que dicho calor no puede escapar hacia el espacio y, como consecuencia, se produce el calentamiento global, de acuerdo a la información del Parlamento Europeo. Si hay que resaltar una de las industrias que más gases de efecto invernadero originan, esa es la de la alimentación.
La producción, el procesamiento, el transporte, la distribución, la preparación, el consumo y hasta su posterior eliminación, ya como desechos, conforman todo un ciclo de vida para los alimentos, en el que se liberan estos gases a la atmósfera. De hecho, se calcula que más de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la actividad humana se deben a la industria de la alimentación, tal y como señala un estudio elaborado por un equipo de investigadores italianos de la Comisión Europea y publicado en ‘Nature Food’. En este punto, de entre todos esos gases de efecto invernadero se pone el foco en el dióxido de carbono (CO2).
El motivo es que, cuando se cultivan plantas, estas se encargan de absorber ese dióxido de carbono, dado que forma parte de su proceso de fotosíntesis y, por tanto, lo necesitan para alimentarse y crecer. Sin embargo, cuando las personas consumen dichas plantas como parte de su alimentación, y tras involucrar a todos los procesos anteriormente mencionados, se libera dióxido de carbono. De modo que el reto al que se enfrenta la sociedad actualmente consiste en lograr la neutralidad de carbono. Y en esto hay ciertos cultivos que resultan claves.
Estos son los alimentos que pueden ayudar a revertir el cambio climático
La neutralidad de carbono representa uno de los objetivos fijados por la Ley Europea del Clima, según recoge el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, lo que supone reducir la liberación y aumentar la absorción de las emisiones de dióxido de carbono actuales. Una de las grandes aliadas son las algas marinas, capaces de absorber hasta el 30% de las emisiones anuales humanas de dióxido de carbono, según un estudio europeo, en el que participa el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Enrique Lara.
Otros cultivos favorables para reducir los gases de efecto invernadero son los olivares, con una reducción promedio del 100% del dióxido de carbono por kilo de producto en producción ecológica, y los viñedos, con un 33%. Así lo señala el informe técnico elaborado por Ecovalia, asociación profesional española de la producción ecológica, y recogido por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. También destacan los frutos secos, con una reducción del 10% en el caso del almendro, un 37% en el del avellano y con emisiones cercanas al cero para el algarrobo, todos ellos mediante producción ecológica.