España es el tercer mayor importador europeo de soja, una materia prima que utiliza para la producción de piensos, carne y biocombustibles. Este cultivo es el responsable de la destrucción de 32.900 hectáreas de bosques por año, principalmente en Sudamérica. El dato, revelado esta semana por la organización Ecologistas en Acción, tiene un trasfondo mundial. El alto impacto que las importaciones de cultivos y madera de los países más desarrollados genera en la biodiversidad del planeta. Un estudio científico ha cuantificado por primera vez esta relación: 24 países son responsables del 13,3% de la pérdida de áreas de distribución de todas las especies en el mundo.
Décadas atrás, cuando las fronteras comerciales no eran tan laxas, cuando un aguacate de Chile no terminaba en un supermercado de Holanda, la relación entre consumo y daño ambiental era más simple y directa. Los países degradaban los ecosistemas dentro de sus propias fronteras. La globalización ha roto esta ecuación: son cada vez más las naciones que externalizan los costes ambientales del uso de la tierra.
Por primera vez podemos medir y mapear exactamente dónde los países impactan a las especies en todo el mundo
Aunque el fenómeno es conocido, la comunidad científica tiene una comprensión muy incompleta sobre la pérdida de biodiversidad causada por la demanda de productos agrícolas y forestales cultivados. Para llenar este vacío, dos investigadores de la Universidad de Princeton (Estados Unidos) examinaron los impactos de 24 países de altos ingresos sobre 7.593 especies de aves, mamíferos y reptiles.
Al cruzar datos (comercio exterior, mapas de deforestación, áreas de distribución de los animales), lograron cuantificar la proporción de la pérdida de hábitat de cada especie que puede atribuirse a las importaciones de cada país desarrollado.
“Es muy difícil rastrear los impactos que los países tienen sobre el medio ambiente fuera de sus fronteras. Al combinar imágenes satelitales con datos económicos y de biodiversidad, por primera vez podemos medir y mapear exactamente dónde los países impactan a las especies en todo el mundo”, explica Alex Wiebe, estudiante de doctorado en el Departamento de Ecología y Biología Evolutiva, autor principal de la investigación.
Este grupo de países, encabezados por Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón y China, causa una pérdida de biodiversidad internacional 15 veces mayor que sus impactos internos.
Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón y China lideran la lista negra
“Al importar alimentos y madera, estos países desarrollados están exportando extinción”, advierte David Wilcove, coautor del estudio y profesor de Ecología. “El comercio global extiende los impactos ambientales del consumo humano, en este caso impulsando a los países más desarrollados a obtener sus alimentos de naciones más pobres y con mayor biodiversidad en los trópicos, lo que resulta en la pérdida de más especies”, agrega.
Por lo general, los países tienden a tener el mayor impacto sobre las especies en las regiones tropicales más cercanas. Por ejemplo: la demanda de Estados Unidos estadounidense impacta, sobre todo, en la vida silvestre en América Central. El consumo de China y Japón afecta a las especies de las selvas tropicales del sudeste asiático.
La investigación también pudo cuantificar los efectos perjudiciales del comercio internacional sobre las especies en peligro de extinción. En algunos casos, el porcentaje supera el 50% de la pérdida del área de distribución, como se denomina a la fracción del espacio geográfico donde una especie interactúa de manera no efímera con el ecosistema.
“Al externalizar cada vez más el uso de la tierra, los países tienen la capacidad de afectar a las especies de todo el mundo, incluso más que dentro de sus propias fronteras. Esto representa un cambio importante en la forma en que surgen nuevas amenazas para la vida silvestre”, explica Wiebe.
Esta medición, celebra, va a permitir tener “predicciones más precisas” sobre dónde las especies corren mayor riesgo de extinción para generar “mayores esfuerzos de conservación”. “El comercio mundial de alimentos y madera no se detendrá. Lo importante es que los países importadores reconozcan los impactos ambientales que este comercio tiene sobre los países exportadores y trabajen con ellos para reducirlos. Todos los países se beneficiarán si promueven la protección del hábitat y la agricultura sostenible, porque la biodiversidad beneficia a todos los países”, concluye el científico.
España y las importaciones de soja

Una imagen que ilustra la deforestación del Amazonas
En paralelo a esta investigación, Ecologistas en Acción ha presentado el informe La soja que destruye bosques, un análisis detallado sobre la cadena de valor de la soja en la península y su impacto en la deforestación global. El estudio revela que España es el tercer mayor importador europeo de soja, una materia prima vinculada anualmente a la destrucción de miles de hectáreas de bosques, principalmente en países como Brasil, Argentina y Paraguay.
Según los datos del estudio, elaborado en colaboración con la Rainforest Foundation de Noruega, la Unión Europea es responsable de más del 10% de la deforestación global debido a la importación de materias primas como la soja, utilizada principalmente para la producción de piensos, carne y biocombustibles.
“Esta actividad no solo contribuye al cambio climático –los bosques absorben hasta el 25% del CO2 atmosférico–, sino que también desplaza a comunidades locales y amenaza la biodiversidad”, denuncian ambas organizaciones.
En 38 páginas, el trabajo desgrana la cadena de valor de la soja en España, desde su origen hasta su uso final. Analiza el papel de las multinacionales importadoras; las industrias de piensos y cárnicas; los bancos y fondos de inversión; y los supermercados en esta “cadena de destrucción”.
Vale recordar que en diciembre, la UE aplazó la aplicación del Reglamento Europeo contra la Deforestación (aprobado en 2022) para que las empresas tengan más tiempo para adaptarse a sus requisitos.
Se trata, justamente, de una normativa que busca combatir la deforestación y la degradación forestal derivadas del consumo de ciertos productos en el mercado comunitario, como la soja, la carne vacuna, el aceite de palma, el cacao y el café.
“Es fundamental que las empresas y los gobiernos asuman su responsabilidad en la protección de los bosques y en la garantía de que las materias primas importadas no contribuyan a su destrucción”, señala Nacho Escartín Lasierra, portavoz de Ecologistas en Acción.