Mientras arde el Pantanal, el humedal más grande y biodiverso del planeta, al oeste de Brasil, y los fuegos en Amazonia rebasan en un 14% el número récord del año pasado, Jair Bolsonaro ha denunciado una conspiración mundial contra su Gobierno. “Somos víctimas de una de las campañas más brutales de desinformación sobre Amazonia y el Pantanal” , protestó ante las Naciones Unidas el mes pasado .
Las críticas por negligencia ante la oleada de incendios que ha destruido el 23% de los 16 millones de hectáreas de vegetación en el Pantanal responden a “intereses oscuros internacionales” y “nacionales antipatriotas”. “Brasil –dijo– es el mayor productor de alimentos del mundo, por eso hay tanto interés en propagar desinformación sobre nuestro medio ambiente”.
Bolsonaro volvió a la carga el pasado miércoles en un segundo discurso ante la cúpula de biodiversidad de la ONU, donde denunció “la codicia internacional” y la utilización de “informaciones falsas e irresponsables“ como pretexto para acceder a las riquezas de Amazonia. Acusó a las oenegés internacionales, aliadas con intereses empresariales extranjeros, de ser responsables de los “crímenes medioambientales”. Al día siguiente calificó de “lamentable” el comentario sobre Amazonia de Joe Biden durante el debate presidencial con Trump. El candidato demócrata había dicho que EE.UU. y otros países ofrecerán 20.000 millones de dólares a países como Brasil para que frenen la destrucción de Amazonia y que aplicarán represalias económicas si no responden.
Rechazando todas las críticas, Bolsonaro insistió en que el Gobierno tiene “tolerancia cero” con los delitos ambientales y achacó los incendios en Amazonia a los fuegos provocados por “indios y caboclos (campesinos pobres)” y los del Pantanal, a “las altas temperaturas, sumadas a las acumulaciones de masa orgánica en descomposición”.
Bolsonaro explica las críticas a su Gobierno por la “codicia” extranjera ante la riqueza de Amazonas
Los fuegos en el Pantanal, la planicie aluvial del río Paraguaya, superan en un 50% el récord previo del 2005, poniendo cientos de especies en peligro, entre ellos el jaguar y el oso hormiguero.
Nadie duda de la importancia de las temperaturas disparadas en la primavera brasileña y la falta de lluvias. Este es el año más seco en el Pantanal de los últimos 47. Bolsonaro tiene razón también respecto a los rastrojos acumulados, que se habían convertido en un polvorín, según los bomberos. Pero el aumento disparado de la deforestación y los incendios desde la toma de posesión del presidente de extrema derecha en enero del 2019 difícilmente pueden desvincularse de la negligencia gubernamental: el desman-telamiento parcial de los princi-pales organismos federales de vigi-lancia ambiental, un discurso presidencial que ha autorizado las actividades extractivas ilegales y los estrechos lazos entre Bolsonaro y los lobbies agropecuarios y mineros. Bolsonaro ha privado de fondos al instituto federal de protección medioambiental, Ibama. PrevFogo, el departamento de Ibama responsable de prevenir incendios, ha perdido el 58% de su financiación desde que gobierna Bolsonaro. Tras una campaña electoral, en el 2018, en la que arremetía constantemente contra la llamada “industria de las multas” por delitos ambientales, se ha producido un desplome del 71% en las multas cobradas en el Pantanal por delitos contra la flora, principalmente incendios ilegales y deforestación.
El factor que brilla por su ausencia en la explicación de Bolsonaro sobre las causa de los incendios son los grandes latifundistas. Eso a pesar de que , según datos difícilmente cuestionables –al ser obtenidos a partir de imágenes por satélite del Instituto Nacional de Investigación Espacial–, más del 70% de los incendios en Amazonia el año pasado se produjeron en haciendas medianas o grandes, provocados con toda seguridad al quemar rastrojos tras la deforestación. El papel de las quemas de campesinos pobres o indígenas no es significativo.
Un análisis de Repórter Brasil ha identificado focos de fuego en cuatro grandes latifundios propiedad de empresas del magnate ganadero –y también dedicado a la soja– Blairo Maggi. Un área de 116.000 hectáreas fue destruida por el fuego.
Más del 70% de los incendios ocurrieron en haciendas medianas o grandes tras deforestar y quemar rastrojos
Bolsonaro parece dispuesto a usar la desinformación para ocultar incluso la verdad estadística sobre la catástrofe. La semana pasada la secretaría de comunicación de la presidencia anunció que el área quemada en Brasil en el 2020 era la menor de los últimos 18 años. Pero había comparado los primeros ocho meses de este año con los doce meses de los años anteriores. Pese al burdo error, el comunicado fue difundido en Twitter por el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, el mismo que en una reunión del gabinete grabada secretamente en mayo instó a Bolsonaro y sus ministros a “aprovechar que los medios solo hablan de la Covid-19” para acelerar el desmantelamiento de la protección ambiental.