Loading...

La Tierra ha perdido dos tercios de la fauna salvaje en menos de 50 años

Desarrollo perdurable

Índice Planeta Vivo de WWF alerta de que el hombre sigue ocasionando la destrucción de la diversidad biológica

Dos coyotes en las inmediaciones del volcán Irazú en Costa Rica; una gallareta en la zona boscosa de Guápiles, en Costa Rica; peces carpa dorada en el Zoológico Nacional de Managua (Nicaragua), y un caimán en el campo olímpico de golf de Río de Janeiro (Brasil).

ARCHIVO / EFE

La Tierra ha perdido dos tercios de sus poblaciones de fauna salvajes en menos de medio siglo. El declive de la fauna salvaje es paralelo a la degradación de sus hábitats. Por eso esta pérdida es también una alerta sobre la agonía de enclaves que sirven de sustento biológico de los que depende la humanidad.

El informe Índice Planeta Vivo 2020 de WWF, el más completo realizado hasta la fecha, indica que las poblaciones de animales (mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces) se desplomaron de media un 68% entre 1970 y 2016.

Las tendencias poblacionales de las especies son importantes porque constituyen un buen indicador de la salud global de los ecosistemas.

Los animales salvajes están perdiendo sus territorios: en las montañas, en los bosques, en los ríos y en los mares, lo que afecta a un buen número de especies.

Peces remontando el río Juruena, en el Salto São Simão, en el estado amazónico d e Mato Grosso (Brasil)

WWF

Los investigadores de WWF y la Sociedad Zoológica de Londres recompilaron en su informe centenares de datos científicos y concluyeron que la galopante pérdida de biodiversidad se debe a la destrucción de hábitats silvestres, la sobreexplotación de las especies y la contaminación, así como la invasión de especies exóticas y el cambio climático.

Los datos hacen saltar las alarmas, ya que la humanidad sigue ocasionando la destrucción de la diversidad biológica. Se ha producido un descenso de 8 puntos respecto al informe elaborado hace dos años.

Las principales amenazas para las especies que aparecen en el informe están directamente relacionadas con las actividades humanas, incluida la deforestación, la agricultura intensiva y el tráfico de especies.

La situación es especialmente grave en la región de Latinoamérica y Caribe, donde se ha producido un descenso medio del 94%

“Detrás de esta dramática cifra están las mismas causas que generan la aparición de enfermedades de origen animal, como la Covid-19”, señala WWF, que reclama un golpe de timón sobre el modelo de consumo. Un sistema alimentario insostenible, la destrucción de los bosques tropicales (para abrir haciendas y campos agrícolas y granjas) y el tráfico de especies de la vida salvaje desempeñan un papel clave en toda esta situación.

“Durante las últimas décadas, la actividad humana ha dañado gravemente los hábitats y los recursos naturales de los cuales dependen la vida silvestre y la humanidad, como los océanos, los bosques, los arrecifes de coral, los humedales o los manglares”, señala WWF.

Un pescador en el río Luangwa, en Zambia

WWF

La caída en el caso de las especies de agua dulce es del 84%

El informe destaca que esta situación es especialmente grave en la región de Latinoamérica y Caribe, donde se ha producido un descenso medio del 94%. También el dato relativo a las especies de agua dulce es muy preocupante, ya que la caída alcanza el 84%.

El informe Planeta Vivo es un exhaustivo estudio que ha analizado la evolución de 20.811 poblaciones de 4.392 especies diferentes de vertebrados. Esto supone casi 400 especies nuevas y 4.870 poblaciones más que el último informe.

Con estos datos se confecciona un índice que marca el estado de las especies de animales inventariadas de todo el mundo, indicador utilizado por los científicos para medir el progreso de los esfuerzos de conservación.

El cambio porcentual de este índice no representa el número de individuos muertos, sino el cambio proporcional medio de las magnitudes de las poblaciones animales estudiadas a lo largo de 46 años

El informe también destaca el dramático descenso de las poblaciones de plantas, con un riesgo de extinción comparable al de los mamíferos y más alto que el de las aves, junto al súbito y reciente descenso de las poblaciones de insectos, su distribución y biomasa.

Este año el informe analiza además la evolución de las contribuciones que hace la naturaleza a las personas, es decir, el análisis de los bienes y servicios que presta la naturaleza y de los que depende nuestra supervivencia (como la regulación de la calidad del aire, la polinización, la generación de recursos medicinales o de alimentos, la creación de hábitats o el control del clima). De las 18 categorías analizadas, 14 han sufrido un descenso desde 1970.

Enfermedades como la Covid-19 están vinculadas de forma directa con la destrucción de la naturaleza”

Además, el análisis se hace público en un contexto de crisis sanitaria mundial “en el que ya ha quedado demostrado que enfermedades como la Covid-19 están vinculadas de forma directa con la destrucción de la naturaleza”, señala WWF, por lo que “proteger nuestra riqueza natural se convierte en el mejor antivirus para evitar futuras pandemias”

“En medio de la pandemia, ahora es más importante que nunca poner en marcha una acción mundial coordinada y sin precedentes para detener y comenzar a revertir la pérdida de biodiversidad para finales de esta década. Nuestra propia supervivencia depende cada vez más de ella”, señala Marco Lambertini, director general de WWF Internacional

La huella humana se está dejando sentir en todos los rincones del Planeta.

En los últimos 50 años, el mundo se ha visto drásticamente transformado por una explosión del comercio y el consumo a nivel global y por el aumento de la población humana, así como por una expansión urbanística acelerada.

Una tortuga bañada de aceite, debido a un derrame en las costas de Salina Cruz, en el estado de Oaxaca (México).

Luis Villalobos / EFE

El 75% de la superficie terrestre no helada ha sido modificada por el hombre

De hecho, el 75% de la superficie terrestre no helada ha sido modificada por el hombre y los últimos lugares vírgenes se concentran en apenas unos pocos países, Rusia, Canadá, Brasil y Australia.

“La conclusión es clara: la naturaleza está siendo transformada y destruida a una velocidad sin precedentes en la historia, con un coste muy alto para el bienestar del planeta y de la humanidad. La pérdida de biodiversidad es un auténtico reto para la economía, el desarrollo y la seguridad global”, señala Enrique Segovia, director de conservación de WWF España.

Manatí antillano bajo las aguas del río Crystal, en Florida.

WWF

Todos estos cambios amenazan también la seguridad alimentaria, por lo que es urgente tomar medidas para transformar nuestro sistema agroalimentario mundial. El gran reto consiste en modificar las prácticas agrícolas y pesqueras, ya que buena parte de ellas son insostenibles para que se produzcan los alimentos que requerimos y conserven la biodiversidad. Para el caso de la agricultura, esto supone aplicar prácticas agroecológicas, reducir el uso de químicos, fertilizantes y plaguicidas, así como proteger los suelos y los polinizadores.

Es necesario también transformar los patrones de producción y consumo de alimentos”

Enrique SegoviaDirector de conservación de WWF España

Pero revertir la curva de la pérdida de biodiversidad no es suficiente redoblar los esfuerzos en conservación. “Es necesario también transformar los patrones de producción y consumo de alimentos, impulsar un modelo donde los límites del planeta sustenten las decisiones políticas y económicas, y emprender acciones que ayuden a detener los motores del cambio de uso de suelo, reducir los residuos y favorecer dietas más saludables y sostenibles. De continuar con el actual modelo de desarrollo, la tasa de pérdida de biodiversidad y CNP será catastrófica en los próximos años”, dice WWF

Cultivos en el distrito de Daxi de la ciudad de Taoyuan , en Taiwán

SAM YEH / AFP

“Sabemos que esta gran transformación requerirá un esfuerzo colectivo global sin precedentes; que el aumento de los esfuerzos de conservación es imprescindible, pero que debe sumarse a los cambios en la forma de producir y consumir nuestros alimentos y energía. Los ciudadanos, los gobiernos y los líderes empresariales de todo el mundo deberán formar parte de un movimiento por el cambio con una escala, urgencia y ambición nunca antes vistas”, concluye Enrique Segovia.