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Dinosaurios en el botánico

Conservación de la biodiversidad

El jardín Marimurtra de Blanes refuerza la investigación para conservar plantas primitivas y lucha para proteger sus más de 4.000 especies frente al asedio de los invasores y plagas

Este ciprés de California del Jardín Botánico Marimurtra presenta una monumental estructura de diez troncos

Xavier Cervera

Antes de que aparecieran los primeros dinosaurios, las cícadas ya estaban allí.

Este grupo de plantas primitivas, con un aspecto parecido a las palmeras, llevan en la Tierra desde hace casi 300 millones de años. Y forman una de las colecciones estrella del Jardín Botánico Marimurtra de Blanes, donde se conservan más de 100 de estas especies. Las cícadas, repartidas por este recinto creado hace cien años por el industrial y mecenas alemán Carl Faust, son uno de los atractivos más importantes para los visitantes.

Las cícadas formaban parte de la dieta de los diplodocus y eran, junto con los helechos y las coníferas, las plantas más abundantes. Sin embargo hoy en día, muchas de ellas están amenazadas o a punto de desaparecer. Por eso, las tareas de conservación que se efectúan en este jardín botánico son una valiosa aportación.

¿Vivirán las cícadas otros 300 millones de años más? Es difícil de preverlo. Pero despejarles y allanarles el camino ante un futuro incierto es lo que intenta el Botánico Marimurtra, donde incluso se recurre a técnicas de conservación que parecen propias el cibersexo vegetal…

“Muchas de estas especies están muy amenazadas por la destrucción de sus hábitats o son víctimas de redes de comercio ilegal”, nos explica Jordi Fábregas, responsable de la colección, que detalla algunas de esas estrategias de conservación.

El drago, el árbol canario

Xavier Cervera

Problemas de la reproducción (asistida)

El problema de su reproducción obedece a que hay ejemplares masculinos y femeninos, y no siempre el funcionamiento de los órganos sexuales están sincronizados.

En estos casos, lo que se hace es recolectar el polen, desecarlo y congelarlo en el banco de germoplasma, de modo que se hace una inseminación artificial solo cuando el órgano femenino de la planta está dispuesto.

En otras ocasiones, el polen puede ser donado a otros jardines que lo necesiten.

La falta de polinizadores hace más necesaria que nunca la intervención humana.

La pareja estaba en Nápoles

Garantizar la descendencia de la planta y fomentar su variabilidad genética es a veces más complicado.

En Marimurtra sólo existían dos ejemplares de la especie Encephalartos horridus, y los dos pies eran masculinos, de manera que no hubo más remedio que buscar la pareja en Italia.

En este caso, lo que se hizo fue coger un rebrote (podarlo para separarlo de la planta y tratarlo con fungicidas) y enviarlo por correo hasta Nápoles donde la planta creció; floreció y produjo el semen que fecundó una planta hembra.

Un velero, visto desde el jardín

Xavier Cervera

Los descendientes se repartieron luego entre Nápoles y Blanes como si las cícadas fueran un nuevo eslabón almogávar.

Las tareas de conservación e investigación son, de hecho, uno de los capítulos fundamentales de las actividades de Marimurtra, uno de los jardines privados más importantes de Europa.

El lugar acoge más de 4.000 especies de plantas, de diferentes ambientes (semiáridos, subtropicales, mediterráneos), reunidas aquí gracias al clima suave de estas estribaciones de La Selva marítima.

Un mecenas alemán, un semillero de investigación

Marimurtra fue fundado por el alemán Carl Faust, un hombre de negocios cosmopolita convertido en mecenas de la ciencia después de dejar de trabajar con 50 años y volcarse en su pasión botánica.

Descubrió este paraje en 1919; levantó una bella construcción noucentista, y creó el jardín botánico como una estación biológica destinada a acoger las tareas de investigadores de todo el mundo.

Un semillero que dio frutos como el CSIC de Blanes o el ecólogo Ramon Margalef.

Hoy también es un equipamiento turístico que acoge a más de 120.000 visitantes, emplea a 22 personas y está abierto a la acogida de ciertos acontecimientos sociales que no perturben los criterios de conservación, según nos explica su gerente, Josep Borrell.

El paseo por el Jardín Botánica Marimurtra de Blanes es una inacabable caja de sorpresas. Impresionan las palmeras azules de California, de larguísimas inflorescencias amarillentas (de 4 y 5 metros), que dejan un rastro de olor dulce.

Un ejemplar de Cycas revoluta , a la entrada del jardín

Xavier Cervera

Un paseo por el paraíso

No menos espectaculares son las dos araucarias australianas (Araucaria bidwillii), nativas de Queensland, árboles sagrados del pueblo indígena, que alcanzan los 50 metros de altura, y que fueron plantados por Avelino, el jardinero de Faust, quien les cavó hace 70 años un agujero tan enorme que aún da que hablar, aunque si él levantara cabeza contestaría que tenía razón vistas estas estampas...

También proyectan una enorme sombra que se agradece los dos cipreses de California, uno de los cuales presenta 10 troncos gigantes que forman una estructural monumental, barroca y desbordante, lo que contrasta con nuestros cipreses comunes, fúnebres, rectos y formales.

Templete de Lineo, con vistas a la cala Sa Forcanera, la puerta de entrada a la Costa Brava

La puerta de la Costa Brava

El itinerario nos permite adentrarnos en plazoletas (como la dedicada a Goethe) decoradas con pasajes traducidos por Joan Maragall; bajar escalinatas que harían las delicias de los mejores paisajistas ingleses, y alcanzar el templete de Lineo (padre de la nomenclatura de las ciencias naturales modernas), desde donde contemplamos una pequeña cala con aguas de color turquesa, Sa Forcanera, considerada la puerta de la Costa Brava, ahora repleta de barcos fondeados.

Fábregas se detiene extasiado también ante un drago (árbol típico de Canarias) que ha resistido todas las heladas, y nos destaca su particular ramificación (que se abre en tres ramas sucesivas con cada floración), como si creciera siguiendo una perfecta fórmula matemática; y todo ello rematado con unas curiosas raíces laterales que irán bajando hasta tocar tierra, como si quisieran emular a los manglares.

Un recorrido tan largo da para mucho.

Para recordar cómo la primera idea de Faust fue prestigiar las especies de ambientes áridos y evitar a sus coetáneos un viaje transoceánico de semanas de duración.

Palmera de California, de larguísimas inflorescencias amarillentas y suave olor

Xavier Cervera

Fábregas lamenta que la ciudadanía no valore las especies propias de nuestros ambientes mediterráneos.

“Siempre queremos lo que no tenemos. Preferimos los paisajes lejanos, los paisajes verdes cuando hace calor, y no lo nuestro cuando está seco”, dice caminando.

El jardín vulnerable

La conservación de las plantas es a veces en una heroicidad. Insectos invasores, hongos y otras plagas mantienen en un estado de sitio a árboles y arbustos.

Este es un jardín alegre, vistoso y de inspiración helénica que invita al paseo, al descanso y la contemplación.

Pero en la trastienda se libra una batalla sorda para mantener a raya a estos invasores que pueden convertir el paraíso en una ruina.

“Hasta que no estás trabajando en estos cuidados no te das cuenta de hasta qué punto el jardín es vulnerable”, explica el conservador del botánico, Jordi Fábregas.

Helicópteros exploradores

No sólo hay que combatir al picudo rojo (morrut roig, en catalán), un escarabajo que mata a las palmeras; al barrenador, la mortífera mariposa Paysandisia archon, o la oruga del boj, frente a la que prácticamente no hay defensa posible; sino que aparecen también como enemigos las avispas asiáticas, que sobrevuelan las inflorescencias de las palmeras (ristras de flores sobre las ramas) como helicópteros exploradores en busca de distraídas abejas de miel libando.

A veces, se deja ver alguna abeja de miel, aunque debilitada y sedienta, sin capacidad de levantar el vuelo para polinizar.

Y si no hay abejas, desaparece la posibilidad de que las plantas pueden ser polinizadas.

“Hace dos semanas eliminamos dos nidos de avispas asiáticas; el problema es que hay otro nido fuera del jardín, al que ya no podemos acceder”, se lamenta Jordi Fábregas. “¡Pero también nos preocupamos de las personas, ¿eh?, y actuamos contra el mosquito tigre!”, nos recuerda el maestro jardinero.

La casa de Carl Faust, construcción modernista con detalles andaluces (como las rejas de las ventanas), fue levantada por Josep Goday Casals, y tiene una biblioteca, archivo y herbolario. El jardín posee unas impresionantes vistas sobre el mar Mediterráneo y reúne más de 4.000 especies de plantas

Sin productos químicos

La tarea de conservación de estas especies se ve condicionada por la firme decisión de prescindir de productos químicos de síntesis, que están siendo sustituidos por productos naturales.

Esto implica efectuar más visitas periódicas de control para comprobar el estado de los árboles y hacer un seguimiento exhaustivo para captar las alarmas tempranas y evitar que la cosa se desborde.

Todo ello ha dado lugar a una línea de investigación para obtener extractos vegetales (de ortigas, cola de caballo…), que actúan como insecticidas naturales, lo cual obliga a su vez a rociar los plaguicidas con precisión. Para ello, se recurre a ingeniosos (y arriesgados) sistemas de aplicación, incluidos elevadores de vértigo para verter de forma localizada el producto en las copas más altas.

Las cícadas, plantas primitivas, son uno de los grandes atractivos del jardín botánico

Xavier Cervera

Tecnología ‘made in Israel’, el oído que lo capta todo

Para el control de plagas se dispone de una sofisticada tecnología made in Israel, diseñada para captar el más mínimo ruido enemigo, y que incluye la instalación de sensores en la parte alta de las palmeras.

Con ella, se logra que hasta la más pequeña vibración del mordisco de la oruga del barrenador o del picudo rojo sea detectada en el teléfono del conservador del jardín.

-Mira -me enseña su móvil Jordi Fábregas-. Cuando la palmera sufre un ataque, recibo una alarma en el teléfono, y ya sé que está infectada.

Itinerario junto al mar

El sistema se emplea sobre todo en el caso de las palmeras que reciben ataques en los lugares más inaccesibles.

El banco de germoplasma

Cristòfol Jordà, miembro del comité científico de la Fundación que rige Marimutra, también destaca el importante papel que cumple este jardín para proteger varias especies catalanas en peligro, como el Limonium geronense (catalogado en peligro en nivel vulnerable), de vistosas florecillas lila y que crece en roquedos, acantilados y taludes litorales.

Jordi Fábregas, conservador del botánico, y Josep Borrell, su gerente, muestran una semilla de un palmera de las Seychelles ( Lodoicea maldivica ), que produce la mayor semilla del mundo y puede llegar a pesar 20 kilos

El banco de germoplasma atesora las semillas de ésta y otras muchas especies.

“Todo esto obliga a efectuar estrictos controles de temperatura, a realizar pruebas de germinación intentando además mantener la variabilidad genética. Son copias de seguridad para garantizar la conservación de una especie”, dice Jordà.

Lástima que nadie pensara en hacer lo mismo en su día con los dinosaurios.

Para que vieran que después de su digestión, las cícadas seguían allí.

El banco de germoplasma conserva las semillas, una copia de seguridad para garantizar la conservación y proteger la biodiversidad de la especie