Cuando del cielo llueven ranas, gusanos y pescado congelado
Las lluvias de animales se remontan al año 200 dC y es uno de los fenómenos más curiosos y excéntricos de la naturaleza
A veces del cielo llueven ranas. Pero no únicamente, sino que también llueven gusanos, sardinas y ratones. En 1997, Kim Ho, un pescador coreano, fue noqueado por un calamar congelado que cayó del cielo y le golpeó en la cabeza. El pobre hombre perdió el conocimiento durante dos días y sufrió incluso daños cerebrales. Sus compañeros de pesca aseguraron no haberle atacado y que tampoco guardaban reservas de pescado congelado a bordo.
Las lluvias de animales no son (solamente) leyendas urbanas y existen ya muchas evidencias documentadas de ello. Imagínense estar conduciendo el coche, cuando de repente miles de arañas os comienzan a caer en la cabeza. Eso es exactamente lo que le sucedió en 2013 a Erick Reis, un chico brasileño que registró el evento con su cámara.
Lo que para muchos es una especie de pesadilla freudiana, en realidad es un fenómeno natural que ocurre con más frecuencia de lo que se piensa. Se llama ‘ballooning’ y es la manera de migrar de algunas arañas que se mueven en enjambre, suben a los picos más altos y luego saltan, liberando un flujo de telas que utilizan como un planeador.
Más allá de Spiderman, los ecos cinematográficos de las lluvias de animales son numerosos: desde el bíblico diluvio de ranas en Magnolia de Paul Thomas Anderson, al delicioso Cuento chino de Sebastián Borensztein, que narra la leyenda, publicada también en el New York Times, de un buque pesquero ruso hundido por toda una vaca llovida del cielo.
La hipótesis más plausible que explica este fenómeno es que los animales son aspirados por torbellinos y soltados al suelo”
La prueba que episodios de este tipo no albergan únicamente en las fantasías literarias se halla en las crónicas del pasado, muy generosas en detalles. El retórico griego Ateneo habla en su antología histórica ‘El banquete’ de los eruditos (200 dC), de una lluvia de pescado de tres días de duración y de un espectacular diluvio de ranas en el Peloponeso. En 1578, la ciudad noruega de Bergen tuvo incluso menos suerte y fue golpeada por una misteriosa tempesta de ratas.
En Pennsylvania, en 1870, se produjo una caída masiva de caracoles sobre la ciudad de Chester. Los animales eran tan numerosos que la revista Scientific American escribió que aquello “parecía una tormenta dentro de la tormenta”. En 1894 la ciudad de Bath, en Inglaterra, experimentó una lluvia de medusas, mientras que tormentas de gusanos y lombrices se han producido en Louisiana en 2007, en Escocia durante un partido de fútbol en 2011 y en Noruega en 2015.
Sin embargo, los ‘animales paracaidistas’ más habituales son las ranas. En 1915, una nube gigantesca de ranas se vertió sobre Gibraltar (según informó la revista científica Nature), un fenómeno que en 1981 se registró también en Nauplia, Grecia, y luego en Serbia, en 2005. “Aquí, ranas de este tipo no hay”, dijo Stevan Stevanovic, un testigo del evento. “Son de color gris y no verdes como estas, que además son mucho más rápidas”.
A caballo regalado no se le mira el diente, tuvieron que pensar los habitantes de un pueblo de Sri Lanka, cuando en mayo de 2014 vieron llover peces hasta formar un estrado de entre 5 y 8 cm por encima de calles y tejados. Los aldeanos no desperdiciaron tan inesperado regalo y montaron un banquete de más de 50 kg de pescado, mientras que los animales sobrevividos a la caída fueron recolectados para ser comidos después.
Existen incluso aquellos que cada año, entre mayo y julio, esperan que llegue la ‘cosecha’ del cielo. Sucede en Yoro, Honduras, donde la población local celebra el Festival de la Lluvia de Peces, que prevé el ritual de la gran nube oscura, recreada con relámpagos y truenos, la tempesta y, finalmente, la lluvia milagrosa y misteriosa de sardinas, recogidas y luego cocinadas para todos. El National Geographic en 1970 descubrió que los peces de Yoro son ciegos y vivirían en algunos ríos subterráneos de agua dulce, pero no está del todo claro cómo puedan llover desde el cielo.
¿Por qué llueven animales?
En torno a estos fenómenos han proliferado las teorías más excéntricas: desde la ira divina, hasta el intento de unos quiméricos extraterrestres de deshacerse de los alimentos excedentes antes de viajar a otro planeta.
Sin embargo, la hipótesis más plausible es que los animales sean aspirados por intensos torbellinos, tornados o huracanes, que los transportarían a gran altura y luego los soltarían al suelo, incluso a grandes distancias desde el punto de recogida.
Esta también era la tesis del famoso físico francés André-Marie Ampère, uno de los primeros científicos que tomaron en serio el fenómeno de la lluvia de animales.
Según esta teoría, a veces los animales sobreviven el viaje, otras son triturados por la fuerza de los vientos o incluso acaban congelados por las bajas temperaturas, como fue el caso del temible ‘calamar volador’.