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El refugio búlgaro del Trabant, el coche soñado en la Europa comunista

Curiosidades

Este vehículo de bajo coste, denominado popularmente Trabbi, está evitando su total desaparición gracias a un coleccionista privado de Bulgaria, que conserva 70 unidades en el patio de su casa

Un Trabant podía costar unos 10.000 marcos alemanes

Durante 30 años, tener uno fue un sueño, apenas alcanzable, en buena parte de la Europa tras el Telón de Acero. Ahora, el Trabant, el económico y fiable coche “de cartón”, casi desaparecido de las carreteras, sobrevive en Bulgaria gracias a la pasión de un coleccionista privado.

A Ivaylo Antov, de 40 años de edad, le gusta que lo llamen el señor del Trabbi. Este ex militar búlgaro se ha convertido en uno de los mayores coleccionistas de este vehículo, que se fabricó en la República Democrática Alemana (RDA) entre 1957 y 1991. El nombre Trabant significa “satélite” y fue elegido así al calor del comienzo de la carrera espacial, que comenzó justo en 1957 con el lanzamiento del Sputnik por la URSS.

Antov ha convertido el patio de su casa, en la aldea de Hotnitsa, a unos 230 kilómetros de Sofía, en un refugio para el Trabbi en el que conserva 70 vehículos de esta mítica marca. “Mi casa se ha convertido en un hospicio para los Trabant. Los estoy salvando para que no se conviertan en chatarra. Porque cada uno de ellos es un objeto muy sentimental para sus propietarios, que tienen historias casi íntimas con ellos y prefieren entregármelos en vez de tirarlos al vertedero”, explica.

Concentración de vehículos Trabant

El Trabant comenzó a fabricarse en 1957 en la planta VEB Sachsenring Automobilwerke Zwickau, al este de la entonces RDA. La producción se detuvo en 1991, tras la reunificación con la Alemania Federal. En esas tres décadas se fabricaron más de tres millones de vehículos de varios modelos, desde el pionero P50, con un motor de dos cilindros y 18 caballos de potencia, al 1.1, con 42 caballos y que se produjo hasta 1991.

Estos vehículos fabricados en fenoplast, una resina sintética, ofrecían unas prestaciones muy básicas pero eran muy fiables y duraderos y, sobre todo, económicos. Un Trabant podía costar unos 10.000 marcos alemanes (el sueldo medio en la RDA en 1970 era de unos 755), muy por debajo de los Lada o los Moskwitsch de producción soviética. Fueron muy populares también en Hungría, Rumanía, Bulgaria y otros países del bloque comunista, aunque el tiempo de espera para conseguir uno podía alargarse hasta diez años.

El Trabant costaba unos 10.000 marcos y plazo de entrega podía alargarse hasta una década

“Esta pasión la tengo como herencia de mi abuelo, que durante muchos años tuvo un Trabant, y también de mis padres, que eran aficionados a la marca. Mi familia siempre poseía tres Trabant y esto se ha convertido en una tradición que creo que se transmitirá también a mis dos hijos”, cuenta Antov. Para él, dice, recuperar y arreglar estas reliquias símbolos del socialismo es un hobby particular, como para otra gente es la pesca o la caza.

En su particular museo, Antov tiene coches que pertenecieron a un sacerdote, a un alto mando militar, a una actriz e incluso a un hombre que superó los cien años de edad. Todos ellos acudieron a él para que preservara sus recuerdos asociados a esos coches.

El Trabant era un coche de cuatro plazas y bajo coste

Antov asegura que, gracias a sus esfuerzos, el Trabant vive un renacimiento y cada vez más jóvenes se interesan por un coche sobre el que, cuando eran niños, escuchaban bromas como que era el más largo del mundo: “Tiene un metro de longitud y diez metros del humo que va dejando detrás”. El coleccionista ha sido ya contratado varias veces por parejas que querían acudir a su boda en un original coche nupcial.

Hoy día ya es casi imposible encontrar piezas de repuesto para “esta maravilla de cartón”, como se le sigue conociendo popularmente, y Antov se las apaña contactando con otros coleccionistas o propietarios, con los que comparte información sobre cómo mantener y reparar estos coches.

Este automóvil de bajo coste, cuyo nombre alemán significa satélite, dejó de fabricarse en el año 1991

En el mercado de segunda mano y de coleccionistas alemán hay Trabant restaurados por los que se piden hasta 20.000 euros. Pese a reconocer que no es un auto confortable, la pasión de Antov por el Trabant no es sólo simbólica: afirma que no lo cambiaría por un vehículo moderno y que lo usa incluso para irse de vacaciones. “Me sirve perfectamente. Tengo un auto moderno que no uso. El único caso en el que daría la espalda al Trabant es si, por alguna razón, las autoridades prohíben que circulen por las carreteras”, promete.

Antov trabaja actualmente en la construcción de una limusina basada en el Trabant, mientras espera que la organización del Libro Guiness de los Récords responda a su petición de ser inscrito como el dueño de más Trabant en funcionamiento del mundo.