Nuestro día a día como personas que vivimos en sociedad está repleto de convencionalismos, es decir, acciones que llevamos a cabo porque en un momento determinado de la historia se acordó que así fuera. Algunas de estas situaciones dan lugar a controversias de forma recurrente, y generan dificultades para entender por qué en algunos lugares se realizan ciertas actividades de forma totalmente contraria a otros.
No hay duda de que el lado por el que se conduce en cada país es el inicio de uno de esos debates, pues en las zonas en que se realiza por la derecha se tiende a pensar que de esa forma es mucho más práctico y seguro que en las que se circula por la izquierda, y viceversa.
Pero, ¿dónde está el origen de que se escogiera un lado o el otro? Existen diversas teorías al respecto, pero vamos a repasar las más extendidas. Los indicios más antiguos por los que se justifica la conducción por la izquierda se remontan a la época romana, cuando los soldados de su imperio comenzaron a desplazarse por ese lado durante sus trayectos. Esa decisión se mantuvo durante siglos en buena parte de sus territorios.
Pero más que por la voluntad de un imperio, los inicios de circular por la izquierda están más ligados a los traslados a caballo de sus soldados, que en su mayoría portaban espada. Dado que la mayor parte de las personas siempre han sido diestras, era más sencillo montar al animal por la izquierda y tomar las riendas con esa mano. De esta forma, la mano derecha quedaba libre para emplear rápidamente la espada en caso de que fuera necesario defenderse durante el viaje.
Los indicios más antiguos por los que se justifica la conducción por la izquierda se remontan a la época romana
Además, el hecho de subir y bajar del caballo por la izquierda se consideraba más seguro, ya que el jinete realizaba ambas operaciones desde el borde del camino y no desde el centro, donde podía ser golpeado por otros caballos. Con la llegada de los carruajes, se continuó esta tradición, porque las riendas también se cogían con la mano izquierda y el látigo, con la derecha. Al circular por la izquierda, se evitaba además herir involuntariamente a los viandantes con el látigo.
El hábito se mantuvo especialmente en Gran Bretaña, que lo exportó progresivamente a sus múltiples colonias a lo largo y ancho del mundo. Eso llevó a que muchos territorios cercanos a esas antiguas colonias británicas se sumaran a este convencionalismo y adoptaran la conducción por la izquierda, que han mantenido hasta nuestros días. No obstante, al principio del siglo XX, con la independencia de muchas de esas colonias, una parte decidió cambiar de lado para romper con el Imperio Británico.
Si la expansión de la conducción por la izquierda tiene sus orígenes en el Imperio Romano, la difusión de la circulación por la derecha los tiene en otro imperio. Y es que Napoleón Bonaparte y su imperio fueron los principales valedores de este cambio, principalmente como símbolo y muestra de su poder.
Fue así como se estableció esta práctica en la mayor parte de los territorios sobre los que ejerció su dominio o su influencia, que abarcaban buena parte del continente europeo, incluyendo España. Desde entonces, salvo en algunas zonas del país que tardaron algo más de tiempo, se impuso y se mantuvo aquí la conducción por la derecha.