Por qué un coche con la etiqueta Cero o Eco puede contaminar más que uno de gasolina
La OCU cree que el sistema de concesión de los distintivos es injusto
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Estos días los elevados índices de contaminación medioambiental que están registrando algunas ciudades españolas han conllevado la activación de determinados protocolos de restricción de circulación. En función del nivel de contaminación, las medidas aplicadas van desde la reducción de los límites de velocidad máxima permitidos hasta la prohibición de la circulación de los vehículos más contaminantes. En este último caso, el más extremo, los vehículos particulares que pueden moverse sin problemas son los catalogados por la Dirección General de Tráfico (DGT) con las etiquetas 0 Emisiones y Eco.
La primera de ellas corresponde a los vehículos eléctricos de batería, eléctricos de autonomía extendida, eléctricos híbridos enchufables (con autonomía eléctrica de al menos 40 kilómetros) o de pila de combustible. La segunda se otorga a los turismos, furgonetas ligeras, vehículos de más ocho plazas y de transporte de mercancías registrados como híbridos enchufables con menos de 40 kilómetros de autonomía, híbridos no enchufables, modelos de gas natural o licuado de petróleo.
En base a esta clasificación, es lógico pensar que los ejemplares que lucen la pegatina Cero y Eco son los menos perjudiciales para el medioambiente y, por ello, reciben la autorización para circular por la ciudad una vez puesto en marcha el protocolo establecido para escenarios de máxima contaminación. Sin embargo, esto no es siempre así porque la otorgación de la etiqueta solo tiene en consideración el sistema de propulsión que monta el ejemplar y no el impacto real de las emisiones. Tal como concluye un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), hay vehículos que a pesar de no tener el distintivo Eco o 0 Emisiones contaminan menos que otros que sí disfrutan de ellos.
Según esta organización, el actual sistema de concesión de etiquetas es injusto, por lo que pide que se modifique. Su consideración se basa en que dos fundamentos. El primero sostiene que los nuevos motores de gasolina de vehículos de pequeña potencia contaminan igual o menos que muchos coches híbridos no enchufables de alta potencia. El segundo asegura que pueden llegar a contaminar menos que los híbridos enchufables de gran cilindrada, cuando éstos agotan su batería, lo que sucede pasados unos 40 kilómetros.
La organización de consumidores también señala que “ocurre lo mismo con los modelos con Gas (GLP o GNC), una vez en la carretera no existe forma de comprobar si están usando estos combustibles o están funcionando con gasolina y por tanto su impacto es el mismo, o más elevado, en función de la cilindrada”.
A pesar de considerar injusto el criterio de catalogación de los vehículos, la OCU cree que el sistema de etiquetas ambientales es beneficioso porque contribuye a impulsar la compra de coches equipados con sistemas de propulsión más “limpios”, como los eléctricos o los híbridos. De todos modos, señala que el precio de estos vehículos es todavía elevado, lo que impide a algunos consumidores optar por este tipo de tecnologías menos nocivas para el medioambiente.
En base a los datos recogidos por la OCU, un coche eléctrico cuesta de media 2.000 € más que híbrido enchufable, 10.000 € más que un híbrido no enchufable y hasta 12.500 € más que un modelo con motor gasolina equivalente.