Habíamos quedado sobre la una del mediodía para hablar. Le agradezco que haya aceptado esta entrevista, pese a estar concentrado en un nuevo proyecto. Sobre las once y media de la mañana me envía un wasap por si podemos adelantar la llamada. Una fuerza mayor lo reclama más tarde: se ha decidido que hoy él cocine un plato especial para el equipo de El cuco de cristal, la nueva serie basada en la novela de Javier Castillo, que está rodando estos días en Extremadura. Qué suerte, la de Itziar Ituño, Álex García o Catalina Sopelana, de tener un compañero de reparto así de cocinillas. Por mucho que no consiguiera el pódium en la edición de MasterChef en la que participó.
Ivan Massagué posee unas facciones rotundas y una mirada con la que puede amedrentar a más de uno sin necesidad de armas, pero también sacarnos una sonrisa. Y por eso lo hemos visto en papeles tan variopintos, desde “Burbuja” en El Barco a “Goreng” en El hoyo, pasando por los que interpretó en películas como El laberinto del fauno, Esperando a Dalí o Pancho, el perro millonario, y series como Gym Tony, Parot, Citas Barcelona, Perverso o El inmortal.
Hoy, con este actor que se reconoce disléxico e hiperactivo, hablaremos poco de cine y de cocina: hoy hemos venido a hablar de su perro.
Romina: ¿Qué vas a cocinar?
Ivan: Voy a hacer un canelón de shiitake, portobellos y carne picada. Un buen canelón, largo, grande, gigante.
Romina: Qué buena pinta. Cambiando completamente de tema: ¿Afra es una perrita?
Ivan: No, es un perro. “Afra” es un nombre que yo descubrí de uno de mis veranos en Formentera, de jovenzuelo. Unos amigos trajeron una perra que se llamaba así; era un galgo afgano. Mientras nosotros estábamos con nuestras payasadas, ella miraba al horizonte, como mística, y me recordó al dragón blanco de La historia interminable, Fujur, que también era muy espiritual. Me quedé con ese nombre. Bastantes años más tarde, conocí a una niña, la hija de unos amigos, que también se llamaba Afra y pensé que el día que tuviera una hija le pondría Afra. Pero como esto no está sucediendo, ni creo que vaya a suceder, pues le tocó al perro (risas). Durante tres meses la veía en femenino, porque suena así. Pero ahora él ya es Afra para todo el mundo y para mí es mi “boleta de formatge blau” (bolita de queso azul), que no tiene ningún sentido, pero así me salió (risas).
Romina: ¿Cómo lo conociste?
Ivan: Fue por mi vecina, María, que tiene una asociación para acoger y adoptar a perros sin hogar, sobre todo a cachorros. Se llama Matica. Los traen de distintos puntos de España. María le ha colocado un perro o un gato a todo el barrio, ya (risas). A mí una noche me trajo dos gatos, pero sentí que no eran gatos lo que quería.
Tampoco quería más perros. Y mira.
Romina: ¿Por qué no querías más animales?
Ivan: Había tenido dos perros, a Lula, que parió a Chido. Estuve muchos años con esos dos perrazos grandes; entonces era muy joven y podía lidiar con todo, incluso compaginarlos con mi trabajo. Pero sus muertes fueron fatídicas para mí, las lloré como el peor de los dramas. Dije que nunca más tendría perros. Pasaron muchos años, nueve o diez, y un día aparece María con el coche desde Granada y me dice: “Mira qué cosita, Ivan”. Y cuando vi al perrito, pensé: ¡A la mierda, se viene conmigo!”. Al fin y al cabo, soy un hombre soltero, vivo solo como un lobo estepario que ama la soledad, la paz y el campo. Y trabajo mucho, pero pensé que ya me lo montaría. Y así me quedé con Afra.
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Ivan no se despega de Afra
Romina: Entiendo que al ser cachorro, no venía con muchos traumas, el perrito.
Ivan: Tenía dos meses y era un bebé, con lo cual no había sufrido. Hoy es un perro feliz y no me arrepiento en absoluto de mi decisión, porque además es un perro psicoanalista: cuando nos cruzamos con otro perro y me dicen “cuidado, no os acerquéis”, yo le respondo: “tranquilo, ya verás”. Y Afra se aproxima y consigue hacer jugar al perro, a todos los perros con los que se cruza. Nunca ha enseñado los dientes a nadie. He tenido mucha suerte con este perro, que ya es parte importante de mi vida… (con la voz algo entrecortada) Y ahora me emociono, me cago en la leche (risas).
Romina: Yo también me emociono recordando a mis perros, y mira que hace años que no están.
Ivan: Es como si estuviera enamorado de Afra. Es tan fácil… Lo llevo suelto, nos acompañamos los dos en paseos sin ataduras; esto con los otros dos perros, me costaba más. Por eso me gusta hacer esta entrevista, porque te hablaré muy bien de mi perro.
Romina: ¿Qué edad tiene ahora Afra?
Ivan: Tiene sólo tres años y el cabrón es más maduro que yo (que tampoco es tan difícil) (risas).
Afra es un perro psicoanalista: cuando nos cruzamos con otro perro y me dicen ‘cuidado’, yo respondo: “tranquilo, ya verás
Romina: ¿Qué tipo de perro es, así pequeño, negro?
Ivan: No tenemos mucha idea. Vendría a ser eso que llaman un “mil leches”, pero la madre era de una raza asiática, una shih tzu. Sus hermanitos eran muy graciosos, eran uno blanco, uno negro y uno pelirrojo. A veces pienso que parece un schnauzer, por el pelo. Yo antes me reía de la gente que llevaba los perros a la peluquería canina y ahora me encanta llevarlo, se lo consiento todo.
Romina: Como a un hijo.
Ivan: Quizá sí. No sé lo que es tener un hijo, no tengo ni puñetera idea. Todos mis amigos menos yo ya son padres. Cuando nos juntamos, traen a sus hijos, y yo les digo: “mirad, chicos, éste es mi hijo”. En ese sentido he adoptado el rol de padre. Mi padre ya sabe que es su nieto y con mi madre tiene bastante relación. Ella tiene fibromialgia, pero vive con dos perros, Lulo y Bach, que le hacen mucha compañía, y me ayuda con Afra cuando estoy rodando. Están felices los cuatro juntos.
Antes me reía de la gente que llevaba los perros a la peluquería canina
Romina: Afra también debe ser terapéutico para tu madre.
Ivan: Sí, porque sobre todo, los perros nos hacen caminar más. Y en general, la compañía de los perros, está claro que es beneficiosa. Es una compañía que no distorsiona, que no interfiere en lo emocional. Todo es bondad si la sabes leer. Afra, además, me sirve para mantenerme más en contacto con mi madre, porque cuando estoy trabajando, me manda un vídeo por la mañana y otro por la noche de los perros jugando; se pasan el día así. Eso, a veces, me da un poco de tristeza.
Romina: ¿Por qué?
Ivan: Porque Afra es un tío supersocial, con las personas, pero sobre todo con los perros. Yo veo que es más feliz cuando convive con perros y a veces pienso que conmigo se aburre; no soy más que un papá baboso (risas).
Romina: ¿Quizás estás pensando en adoptar otro perro?
Ivan: A veces sí. Pero luego pienso en el lío que ya tengo con el trabajo de aquí para allá. Quizás con un conejo se lo pasaría bien.
Romina: ¿Un conejo?
Ivan: Sí, para que se entretengan con Afra, como juega con todo el mundo…
Romina: Cuando dices que le consientes todo a Afra, ¿qué cabe en ese todo?
Ivan: Es que es un ser libre e independiente, pero a la vez muy tranquilo; no hace falta ir poniéndole límites. Por ejemplo, yo vivo en un barrio donde todas las puertas de las casas están abiertas, como en una pedanía, y entra y sale todo el rato, porque quiere su espacio, le gusta dar una vuelta y luego vuelve enseguida. Es caserito, como yo. Por las noches, nos metemos juntos en la cama, pero como es tan suyo le gusta acabar a su rollo. También es porque yo me muevo bastante al dormir y él prefiere irse para estar más cómodo. Tiene una camita junto a la mía y puntos por toda la casa y también el sofá.
Romina: Con lo que te gusta cocinar, el perro debe volverse loco.
Ivan: Sí, tenemos ese problema, mientras preparo la comida, le voy dando cosillas. Seguro que me dirás que no está bien, pero bueno, tampoco lo cebo, está en su peso ideal. Quiero que sea feliz. Y además camina mogollón.
Romina: Parece un perro muy tranquilo que nunca ha roto un plato.
Ivan: Aparte de que Afra me sigue a todas partes, hasta cuando subo al escenario del festival de cine que dirijo, no tengo ninguna anécdota destacada. Las habrá, porque todavía le queda mucha vida por delante.
Romina: ¿Afra es el perro de tu vida?
Ivan: Estuve durante 14 o 15 años con dos perrazos. La llorada fuerte fue por Lula, y luego pensé que ya estaría preparado para afrontar la pérdida de Chido. Y no, nunca estás preparado. Pero es que a Afra me lo voy a tatuar, porque el tío éste se lleva el gato al agua. Supongo que también tiene que ver con mi momento vital. Hace 20 años era muy joven; ahora estoy en un punto donde disfruto de los ratos de soledad, de mi cocina, de mis amigos… Disfruto compartiendo todo esto con Afra, que consigue, en muy pocas horas, que la gente se enamore de él. Tengo una joya. Cuando llegue el momento, sé que va a ser muy doloroso.
Romina: Quedan muchos años para eso.
Ivan: Soy muy sufridor, un papá sufridor.
Diría a la gente que no lo compre, hombre, que adopte. A veces somos demasiado caprichosos, queriendo una raza concreta
Romina: Vamos acabando y te dejo, no sea que se te queme la comida. ¿Qué le recomendarías a alguien que se está planteando tener perro?
Ivan: Pues que no lo compre, hombre, que adopte. A veces somos demasiado caprichosos, queremos una raza concreta porque sí y no sabemos lo que implica tener un perro de esas características.
Romina: Tú trabajaste con un perro en la película Pancho, el perro millonario. ¿Qué opinas de que haya animales en los rodajes?
Ivan: Mi experiencia con el perro protagonista fue escasa, apenas interactuamos; en muchas ocasiones le grababan a él por un lado y luego a mí me ponían un cojín con dos ojos para la réplica. Te diré que en aquel momento tampoco era consciente de lo que supone trabajar con animales en el cine, pero ahora soy anti: si puedo escoger, prefiero rodajes sin animales, me dan penita.
Romina: ¿Qué proyectos profesionales nos puedes contar?
Ivan: Acabamos de estrenar Cuando los amos duermen, una película donde hago de vampiro. En junio comenzó el rodaje de Terra Alta, una serie basada en la novela de Javier Cercas, que se podrá ver en Movistar Plus+ en unos meses. En 2025 también se estrenará Esmorza amb mi, una película de Ivan Morales que proviene de una obra teatral, sobre el amor y la pasión vividos por cuatro personajes entrelazados. Y luego, siempre tengo trabajo con el festival que dirijo, In-FCTA, cuyo objetivo es promover y acercar el cine a todo el mundo. Se celebra cada año la primera semana de agosto en Terra Alta, en Tarragona, y también hay lugar para la música, y cómo no, la gastronomía y el vino.