Distintos a más no poder. Así son nuestros protagonistas de hoy: Tirma (Talavera de la Reina, 2019) y Leo (Arganda del Rey, 2015), dos Pomerania que han aprendido a convivir a pesar de la diferencia de edad. No sé si sabéis que el origen de la raza Pomerania se remonta al Ártico y está asociado a los perros de trineo. Con esto, ya os anticipo que son muy activas y una pieza fundamental en la vida de su familiar más cercano, Blas Cantó (Ricote, 1991).
Blas es cantante, compositor, ha ganado certámenes como Tu cara me suena y Los40 Music Awards, ha participado en Eurovisión y tiene álbumes maravillosos como “El Príncipe”.
Junto con la pareja de Blas, los cuatro son inseparables. Forman una familia.
Tirma, Leo, Blas...
¿Cómo estáis?
¡Muy bien! Con muchas ganas de hablar contigo, de contarte cómo somos, cómo vivimos. La verdad es que somos una familia.
Primero fue Leo. ¿Tu primer perro?
Sí. Nunca había habido perros en casa. Sé que mi familia, en Murcia, cuando todavía no había nacido, tuvo uno, pero ninguno más. Crecí sin animales, bueno, con perros no, pero con cabras, gallinas, conejos y con todo lo imaginable de una granja, sí. Leo llegó en el año 2015, fuimos a buscarlo a Arganda del Rey, entre otras cosas, porque soy alérgico...
¿Al pelo?
A los animales. Bueno, dicen que no es el pelo, sino una proteína de la piel que sueltan en forma de caspa o algo así. Entonces, claro, me informé y, aunque aún tengo alergia a los perros, los Pomerania, según parece, son hipoalergénicos, ya que no sueltan tanto pelo. Al menos, Tirma y Leo no sueltan nada.
Es cierto que, cuando los toco durante un buen rato, me da alergia, pero puedo vivir bien. De hecho, mi capacidad pulmonar ha empeorado considerablemente. Siento que mis vías respiratorias están bastante jodidas, pero estoy bien dentro de lo que puedo estar. ¿Me explico? Claro, como menciono, el amor mueve montañas; el amor lo puede todo. Lo sobrellevo tomando mi medicación para evitar sufrir esos brotes alérgicos tan fuertes. Pero bueno, dentro de lo que cabe, los Pomerania son una raza que tolero bastante.
¿Qué te lleva a compartir tu vida con él?
Cuando empezamos a salir con Dángelo en el año 2014, hace más de diez años, él quería un perro porque se había criado con ellos. Claro, yo soy alérgico, por lo que le dije que, aunque no le podía prometer nada, lo iba a intentar. ¡Me convenció! Hay que reconocer que él es súper responsable con los perritos. Nos encargamos los dos, pero es verdad que él más que yo. Por el tema de la alergia, si hay que peinarlos o interactuar más con ellos, se ocupa él. Pero bueno, yo, casi siempre, les pongo la comida y ya es algo que me exigen a mí. Porque, aunque Dani esté en casa, ¡me lo exigen a mí!.
Es curioso porque, si Leo tiene hambre, cuando llego yo y me siento en el sofá, empieza a ladrar y exigirme que quiere comer o beber. Ha adquirido ese rol conmigo.
Pero fue el amor lo que me llevó a compartir mi vida con un perrito. Con el tiempo, y como viajamos mucho, me di cuenta de que Leo estaba muy solo, así que decidimos llevarlo a todos sitios. Claro, esto supone apretarse el cinturón porque no es barato viajar con un perro y, aunque hay que admitir que cada vez son más, no todos los hoteles o apartamentos son "pet-friendly", por lo que pasaba mucho tiempo solo. Al cabo de cuatro años, vi por internet que una chica regalaba una Pomerania en Talavera de la Reina. Es curioso, Leo es de Arganda del Rey y Tirma de Talavera de la Reina. Son mi Rey y mi Reina.
No puedo dejar de pensar en ese amor tan intenso que siente Blas por Tirma y Leo. No todo el mundo elegiría soportar episodios alérgicos a cambio de convivir con ellos. Cuando hablamos del tema, lo asume sin darle la más mínima importancia al tiempo que le echa una mirada a Tirma que, por cierto, la tiene a sus pies.
¿Qué recuerdas de la primera vez que viste a Tirma?
Le dije a Dani: ¡vamos a Talavera! y le di la sorpresa. Era chiquitita, chiquitita y, aunque al principio Leo tuvo celos, ella se hizo con la casa y nos enamoró a todos. Los dos son increíbles, pero esta es muy especial, te sonríe cuando te ve.
Los perros no molestan. Son los dueños quienes deben ser responsables
Son como la noche y el día...
¡Sí! Completamente (risas). Tirma es cariñosa, mientras que Leo es arisco. Con él te lo tienes que ganar; es cariñoso con quien quiere, y Tirma lo es con todo el mundo. ¡Cuidado! Con Leo te lo tienes que ganar, y hay que tener precaución, porque de primeras te puede morder. Dependiendo de cómo te acerques, podría pensar que le vas a hacer algo y atacarte. En cambio, con Tirma puedes hacer lo que quieras. Son como la noche y el día.
Pero hay más diferencias. Tirma come súper bien, mientras que Leo come súper mal. A Leo no le gusta salir a la calle, a Tirma le encanta. Por eso, que los lugares sean 'pet friendly' (que admitan animales) es tan importante. Aquí quiero mencionar un gran establecimiento que acepta animales, Leroy Merlin. Cuando le digo a Tirma que vamos allí, empieza a dar vueltas loca de alegría. Pobrecitos, los perros no molestan. Son los dueños quienes deben ser responsables.
¿Qué necesidades cubrió la llegada de Tirma?
Leo fue la primera. Redujo mucho su carácter posesivo y le hizo darse cuenta de que no somos suyos. El hecho de compartir ha relajado su carácter y potenciado su amabilidad. La verdad es que ella le mete mucha caña. Recuerdo que cuando tenía cinco meses, cogió de la cola a Leo y se lo llevó arrastrando de un lugar a otro de la casa (se parte de risa).
Tirma tiene un carácter increíble. Todo el mundo se enamora de ella.
Por cierto... ¿Por qué Tirma?
El concepto es el de una chocolatina canaria, pero la historia llega de cuando quisieron esclavizar a los guanches y se suicidaban tirándose de la montaña al grito de “¡Atis, Tirma!” que significa “¡Por la montaña!". Así que ella es nuestra guerrera.
Tirma, Leo, Dángelo y tú, ¿en qué os complementáis?
En muchas cosas, pero la principal es que te das cuenta de lo que significas para otro ser vivo. Por ejemplo, si Dani se está duchando, Leo está abajo con él, inseparable. Claro, te das cuenta de lo que supone tener el amor incondicional de alguien. Eso es muy, muy bonito. Tirma es más independiente. Ahora está aquí conmigo, pero podría estar en el jardín, en el sofá... Cuando tiene sueño, por ejemplo, se va a la cama. Ya podemos estar todos juntos en el salón que dice “Mi paz os dejo, mi paz os doy, que os den por culo que yo me voy” (risas). Entonces se va y se duerme, mientras que Leo espera en el salón hasta que nos vamos todos. Es justamente esa diferencia entre ambos el complemento ideal que hace que funcionemos como un sistema de engranajes perfecto.
Quiero más a mis perros que a mucha gente de mi familia
Una de las cosas que le gustan a Leo es correr y estar en la calle, aunque os dio un susto importante hace un tiempo...
Ya lo creo. Durante la pandemia, vino la perrita de una amiga, se enfrentaron los dos perros y Leo se cayó de espaldas. Lo llevamos corriendo a urgencias y resultó que le había dado una especie de ictus, algo que afecta solo al 2 o 3% de los perros a nivel mundial. No es exactamente un ictus, pero es algo parecido. Tuvo que hacer rehabilitación. Perdió movilidad en la patita de atrás, se caía cuando iba a hacer caca o pipí. La verdad es que su recuperación fue como un milagro y, aunque le cuesta un poco subir escalones, corre y camina sin problema. Se cansa un poco más, pero hace todo lo que tiene que hacer.
Cuando nos dieron el diagnóstico, nos asustamos mucho. Piensas que se te va a ir, pero que no lo vas a permitir. No hay que ponerse en lo peor cuando pasan estas cosas porque se pueden superar. Luego, también Tirma nos dio un susto tremendo. Tuvo una torcedura intestinal. Habíamos estado un montón de horas caminando por la sierra en Murcia, y no sé si es que comió algo que debió encontrar, pero empezó a ponerse muy malita. Lo pasé fatal. En medio de todo esto, imagínate, tienes conciertos, grabaciones, compromisos... Claro, quien no tiene perros frivoliza un poco sobre el tema, pero es increíble. Es como si se te pone enfermo un familiar. Como se suele decir, quiero más a mis perros que a mucha gente de mi familia. Es así.
¿Te han hecho llorar?
Muchísimo, y de emoción también. No solo de tristeza. Por un lado, Leo ha tenido todas las enfermedades del mundo, como el ictus, tragarse un hueso... Tirma solo tuvo lo del intestino, pero me ha hecho llorar de emoción. Cuando estoy en casa y la miro, la veo tan buena y tan generosa que es para comérsela. Lloro de emoción. Se me saltan las lágrimas solo de mirarla. Creo que es lo más parecido a mirar a un hijo o a una hija. Es como ese momento en el que un papá, una mamá, unos abuelos o unas abuelas miran a sus nietos y, simplemente con eso, son felices y se emocionan. Eso me pasa a mí.
Sois cuatro y dos son de la misma especie… ¿Alguna vez forman alianzas para hacerte trastadas?
Cuando están juntos por la calle, por ejemplo, es un caos. Le he dicho varias veces a Dani que no me vuelvo a ir más solo con los dos. Además, ¡me enfado! Mira, a Tirma me la puedo llevar a cualquier sitio, pero a Leo no. Él, a los dos minutos, no quiere andar, se sienta en medio de la calle y paso la mitad del tiempo intentando que camine. Ya me tienes, “Venga, vamos, venga”, dándole chuches pero nada. Que no se mueve. Me mira como diciendo “¿Pero para qué me sacas?” y entonces me enfado. Digo que no me lo llevo más, etc.
Eres súper conocido, se te acercan por ellos o por ti.
Sí, se nos han acercado muchas veces. Tengo una anécdota del principio de tener a Leo, y es que cuando era chiquitito le pasaba lo mismo al pasear. Caminábamos un rato y me decía: “cógeme que no ando más”. Uno de esos días, lo cojo en brazos y se nos acerca una chica que dice: “¡Ay, qué perrito más bonito, me encanta, qué lindo!”. Total, que mirando al perro me mira a mí y me dice… “¡Joder, ¿me puedo hacer una foto contigo?!” O sea, al primero al que miró fue a Leo y después a mí... Después de hacerle carantoñas durante unos minutos se dio cuenta de que era yo y me pidió la foto.
También hay niños y adultos que molestan en los vuelos
Tienes una vida llena de responsabilidades y obligaciones… ¿Cómo lo haces para poder estar con Tirma y Leo?
Primero me complemento muy bien con Dani, porque cuando yo me voy, él se queda y viceversa. Cuando nos tenemos que ir los dos, nos los llevamos, haciendo todos los trámites de los vuelos para que vayan con nosotros en cabina. Que esta es otra, estamos súper desprotegidos en las aerolíneas con los animales. Tienes un montón de obligaciones y muy pocos derechos. En ocasiones, he llegado a pagar más por el perro que por mí. Tampoco es muy justo porque los llevo, en un transportín, debajo del asiento. O sea, ya que es más caro, al menos, déjame que utilice ese asiento porque lo estoy pagando por completo. Estas cosas deberían cambiar.
También está la gente que en cuanto te ve con un perro se queja de si son alérgicos, o que si el perro molesta… A ver, también hay niños y adultos que molestan en los vuelos. Todos podemos molestar dependiendo de cómo lo lleves. Tampoco permiten que vayan más de dos o tres perros en un mismo vuelo para evitar enfrentamientos, ladridos… pero si te tocan cinco o seis niños llorando en el vuelo, ¿te tienes que aguantar, verdad? Se trata de tener más empatía.
Si es imposible llevarlos, los dejamos en casa con alguien como mi vecina Loli que viene y los cuida. Esto si nos vamos un día o dos. En 2016 hicimos un viaje largo a Cuba y se quedó una amiga dos semanas en casa con ellos. Siempre se quedan con alguien de confianza. Preferimos siempre que se queden en casa.
¿Se van contigo al estudio?
¡Sí, muchas veces!
Blas me enseña su estudio. Es una buhardilla maravillosa, de paredes blancas, bien decorada y llena de instrumentos en la que ha compuesto temas como “Él no soy yo”, “El bueno acaba mal”, “Ceniza”, “Volver a bailar”... En el centro de ese espacio creativo, justo en el centro, está Tirma mirando de reojo… Sabe perfectamente que todo esto va de ella. ¡Mira mi negra!, dice Blas…
Aquí normalmente grabamos demos y vienen, llaman a la puerta y, como no, les abrimos. Una vez dentro, se relajan y seguimos trabajando. Luego, si hay que grabar bien, no están los perros. O lo hacemos aquí o en otro sitio, pero sin ellos. Pero han venido muchas veces a estudios de grabación como los de Warner y no molestan nada. Al final depende más del “papi“ o de la “mami” que del perro…
¿Qué habéis hecho mal en relación a ellos?
Pues mira, con Leo he cometido el error de sobreexponerlo al contacto humano hasta el punto de que ahora se pone nervioso y empieza a ladrar “Guau, guau, guau” ante cualquier forma de contacto humano, ya sea una caricia, un abrazo o un beso. Lo hicimos fatal, porque si alguien intenta darnos un abrazo, un beso, o cualquier muestra de afecto, se tira encima. Ve mal el contacto humano.
Por otra parte, lo relacionado con hacer pipí lo hicimos muy bien, ya que Leo inicialmente aprendió a hacerlo en el pañal y luego nos pedía salir a la calle. Cogía su correa, te la daba y decía “sácame a la calle porque quiero hacer pipí”. Fue increíble, pero luego, cuando vinieron los perros de la madre de una amiga a casa y uno de ellos se hizo pipí dentro, a Leo le marcó ese día...
A pesar de que han pasado muchos años, no hemos podido revertir la situación. Siempre hace pipí dentro de casa. A pesar de consultar con adiestradores, no hemos logrado cambiar este comportamiento. ¡Además, es un cabrón porque te castiga! Por ejemplo, cuando le doy de comer, si le mezclo la comida, la come, pero si no tengo nada para mezclar, le hago una fila de croquetas como si fuera un juego. Hago la fila hasta su comedero para que después siga comiendo allí. Sin embargo, cuando llega al comedero, deja de comer para que yo le saque las croquetas y podamos seguir jugando. “¡Es que es malo, es un cabrón!” (Risas). Es muy divertido, pero a veces me amarga la existencia.
Con Tirma, aprendimos de los errores del primero.
¿Tienen las mismas rutinas?... ¿Cómo te aseguras, siendo tan distintos, de que ambos reciben lo que necesitan?
Primero, porque se lo damos a la vez, y segundo, porque si alguno no lo quiere en ese momento, luego te lo pide. La enseñanza de retirar el comedero si no quieren comer, para que no esté a la vista todo el tiempo, la aplicamos con Leo. Con Tirma, da igual porque si tiene hambre, comerá, y si no tiene hambre, no lo hará. Ella es un poco más responsable con las cosas que necesita. Pero Leo te lo pide. Es súper fuerte porque es sentarme en el sofá y recibir una exigencia de Leo. ¿Qué quieres? ¿Comer? le digo... Si da vueltas sobre sí mismo, sé que es eso lo que quiere. La verdad es que tenemos una comunicación muy buena.
¿En qué has cambiado respecto a la vez que entraron Tirma y Leo en tu vida?
Personalmente, desconocía el mundo de los perros. Ahora, soy mucho más empático con ellos, estoy más concienciado, pienso que soy más responsable y he asumido una rutina con ellos. Al final, tenerlos supone una gran responsabilidad. No es un juego, y creo que la gente que tiene un perro y lo cuida bien son personas responsables. Porque, de lo contrario, es insostenible. A la vista está que hay gente que los abandona y los cuida mal. Para mí, esos no son buena gente. Por lo general, quien tiene un perro y se porta guay es una persona guay. Yo creo que, como persona, soy guay y Dani más todavía, porque ama con locura a los perros.
¿De qué tienes miedo?
Pues normalmente, tienes miedo de no estar con ellos. Nunca he sufrido la pérdida de un perro porque Tirma y Leo son los primeros. Dani, por su parte, ha tenido muchas mascotas en casa cuando era niño y dice que Tirma es la reencarnación de una perrita que tuvo cuando era niño. Él estará más preparado que yo, pero sé que va a ser duro, sobre todo con Leo. Si no nos vamos nosotros antes, lo va a pasar muy mal porque, como dice mi suegra, en el transcurso del año mueren más pollos que gallos. Eso quiere decir que mucha gente joven se va antes que los mayores. Por eso siempre digo que si no me voy yo antes, lo pasaré muy mal con la pérdida de Leo y de Tirma. Pero no quiero pensarlo. Siempre que me viene ese pensamiento, intento quitármelo de la cabeza porque no voy a vivir en el mañana. Quiero disfrutarlos en el ahora.
Dicen que no hay dos sin tres…
Con cara de susto, dice…
¡No, no, no! Lo que digan me da igual... Se nos hace muy difícil siendo dos, imagínate con tres. El moverse, el viajar, todo es mucho más caro. Hay más problemas para reservar en los sitios porque son dos perros. Si voy a hacer una reserva en Airbnb, siempre pongo que acepten mascotas y si no las aceptan, les escribo y les pido el favor. Hace poco escribí y les dije que iba con dos perros y me dijeron que me iban a cobrar un suplemento.
Blas… Cuéntame un secreto vuestro.
Uno de los grandes secretos es que el amor que se transmite entre humanos y perros es contagioso. Quien no ha tenido la oportunidad de convivir con perros, por los motivos que sean, cuando conocen a Tirma y Leo, se enamoran. Pienso que es por el amor que transmitimos sobre ellos. Ese es el secreto a voces sobre Tirma y Leo.
Nos quedamos un rato más hablando de hasta el punto que podemos conocer a una persona a través de sus mascotas. Cómo las cuida, de qué forma habla de ellas, el amor que les da, todas esas acciones que son el reflejo del carácter y la esencia de una persona. También hablamos de las buhardillas porque son nuestro lugar favorito de la casa, pero bueno… Esa es otra historia.