Hay relaciones que sobreviven a casi todo, pero cuando un gato se convierte en el centro del problema, la cosa cambia. En Bengaluru, en la India, un matrimonio ha llevado su convivencia al extremo al enfrentarse en los tribunales por lo que podría considerarse un triángulo amoroso inusual: el marido, la mujer y el gato.
La esposa decidió acudir a la justicia con una queja que, según ella, era insostenible. En su denuncia, argumentó que su marido mostraba más afecto y atención por su mascota que por ella, calificándolo como un acto de “crueldad”.
Aunque en el documento no se señalan episodios de maltrato físico, las discusiones por el felino eran frecuentes. Para la mujer, el colmo llegó cuando el gato la arañó y su esposo no solo no la defendió, sino que ignoró por completo el incidente.
Amor gatuno vs. amor humano
Un caso insólito en Bengaluru
Durante la revisión, el juez M. Nagaprasanna señaló que la situación era peculiar, ya que el conflicto giraba exclusivamente en torno a la mascota. No había acusaciones relacionadas con maltrato o demandas de dote, que son comunes en este tipo de denuncias en India, sino un desacuerdo continuo sobre las prioridades del esposo.
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El hombre siempre estaba de parte del gato
El marido, por su parte, llevó el asunto al Tribunal Superior para solicitar que se desestimara la queja. Argumentó que la denuncia era exagerada y no tenía cabida en el marco del artículo 498A del Código Penal indio, que regula los casos de crueldad dentro del matrimonio. El tribunal le dio la razón, considerando que la queja no constituía un delito penal, y destacó que el problema radicaba en la convivencia y no en una violación de derechos.
Más allá del dictamen judicial, este caso es bastante insólito. Los celos, tan comunes en las relaciones humanas, han alcanzado aquí un nuevo nivel al involucrar a un gato que, sin proponérselo, se convirtió en el protagonista de un conflicto conyugal. Al final, aunque la justicia archivó el caso, queda la pregunta de si este matrimonio logrará encontrar un equilibrio donde todos, incluido el gato, puedan convivir en armonía.