El vino ha contado durante siglos con sus propias divinidades, así como ha sido alabado por los mejores poetas e inspirado a infinidad de artistas. Pero a día de hoy no es sólo un sugerente manjar de dioses. También puede ser un motor económico de primer orden, tanto por la producción vinícola como por su atracción turística. Un factor que desde hace tiempo descubrieron en las provincias de Burgos, Segovia, Soria y Valladolid. Por las cuatro discurre la Ruta del Vino Ribera del Duero.
En total son 115 kilómetros de recorrido junto al gran río. Una superficie salpicada por numerosas localidades, bodegas, alojamientos y negocios de todo tipo, desde la restauración a talleres artesanos. Pero dadas las dimensiones considerables del territorio, muchos de esas empresas y municipios vieron que la unión hace la fuerza. De esa idea surge precisamente esta ruta por tierras de Castilla y León.
Entre Burgos, Segovia, Soria y Valladolid. discurre la Ruta del Vino Ribera del Duero
El epicentro geográfico es la parte burgalesa, más en concreto Aranda de Duero y su entorno. Un lugar estupendo para contactar con la ruta y descubrir las esencias de esta apuesta turística que combina las tradiciones y la mejor gastronomía, por supuesto regada con vinos de la DO criados con cariño y paciencia en las bodegas de la zona. Y donde además no falta un patrimonio histórico de enorme interés.
Sin ir más lejos por las calles de Aranda de Duero, los visitantes se topan con la piedra dorada de las iglesias de Santa María y de San Juan. Al igual que descubren el puente medieval sobre el río Bañuelos que apenas unos metros más abajo vierte sus aguas en el Duero. Además es obligado pasear por la plaza Mayor o bajo los soportales de la plaza del Trigo, el escenario donde cada verano retumba la música del festival Sonorama.

Hotel de cuatro estrellas de la Finca Torremilanos, al lado de la bodega
Todo eso queda en la superficie arandina. Pero luego hay un mundo excavado en el subsuelo que plasma la larguísima tradición vinculada con la crianza del vino. Hay decenas de galerías subterráneas, algunas visitables. Por ejemplo, hay bodegas recuperadas por el Ayuntamiento como espacios públicos o incluso el ciavin, el centro de interpretación dedicado a la arquitectura del vino, está bajo tierra. Pero también se puede acceder a bodegas privadas. Una emblemática se oculta en los bajos del restaurante Lagar de Isilla, que propone una inmersión absoluta en la cocina castellana.
Estos atractivos forman parte de la Ruta del Vino Ribera del Duero, pero obviamente las bodegas productoras ubicadas a las afueras de la población también se integran en el itinerario. Como la finca Torremilanos, sede de bodegas Peñalba López, una fundadora de la denominación de origen Ribera del Duero allá por 1982. Un carácter pionero que perdura en la actualidad con su clara apuesta por los ritmos de la agricultura biodinámica en sus viñedos.
El itinerario de la ruta del vino incluye las bodegas de Peñalba López, Pradorey y Raíz de Guzmán
Tanto esas viñas como la bodega programan visitas y catas con las más de 20 referencias de la marca, incluyendo el único cava con D.O. elaborado en Castilla y León. Y para completar su propuesta de enoturismo, la imagen de finca Torremilanos es un hotel de cuatro estrellas y corte clásico que cuenta con 37 habitaciones, alguna con la categoría de suite.
Pero no todo es Aranda, en los alrededores hay enclaves merecedores de explorarse. Como el municipio de Gumiel de Mercado en cuya extensión se despliega la finca de Pradorey, que no solo es la más grande de la zona, además atesora una larguísima historia. Mientras que su pasado como reputada productora de vinos es relativamente reciente, si nos remontamos en el tiempo se descubre que este lugar fue el Real Sitio de Ventosilla y por aquí anduvieron personajes como Isabel la Católica, Felipe III o el poderoso duque de Lerma.

La plaza del Trigo de Aranda está plagada de comercios de antaño
El mejor lugar para empaparse de esos episodios es la posada de Pradorey. Ahí se levanta un edificio palaciego que presume de heráldica en la fachada y una capilla con un retablo gótico-flamenco que bautiza un cotizado vino de la bodega. Y como si no hubieran pasado siglos, la posada aún aloja visitantes y alberga un restaurante caracterizado por una cocina tan viajera como contemporánea. Sin olvidar la programación de eventos culturales en este espacio, como sus jornadas de teatro barroco o las exhibiciones de esgrima que evocan la época de Rubens y Lope de Vega, quiénes también estuvieron por aquí.
Un carácter radicalmente distinto tiene la bodega Raíz de Guzmán. Para visitarla hay que acercarse hasta Roa de Duero, sede del Consejo Regulador de la DO bien visible desde la propia bodega. En Raíz de Guzmán también se dispone de un coqueto hotel de tan solo seis habitaciones. Es una demostración de que aquí ansían más la calidad que la cantidad. Algo que caracteriza a la finca desde sus orígenes, cuando era más quesería que bodega.
Hoy conviven ambas producciones. Eso sí cada una en su lugar. Los vinos se crían en las barricas de la bodega y mientras que el queso Páramo de Guzmán madura bajo la viña, en el llamado túnel mágico que abrieron los propietarios de la firma para contar con un ambiente propicio para sus quesos de oveja churra y de paso disponer de un espacio enoturístico absolutamente diferente. Un recorrido subterráneo donde se catan quesos y vinos bajo la luz de lámparas venecianas o recuerdos de libros ambientados en Nueva York.
Del mismo modo se funde la modernidad y la tradición, el ayer y el hoy en Área Tudanca, de nuevo en Aranda de Duero. Es el complejo de restauración que posee el Grupo Tudanca también productor de vinos. Aquí espera un restaurante donde jamás falta el lechazo al horno. Y donde también hay alojamiento. Pero además aguarda un completo spa. Ideal para relajarse y contemplar los viñedos de uva tempranillo que rodean la piscina y saunas. Perfecto para recuperarse y seguir Ruta del Vino Ribera del Duero.

El conocido como 'túnel mágico' bajo los viñedos de Raíz de Guzmán
Una sorpresa monumental
Al sur de la provincia de Burgos hay monumentos de relieve y renombre como el castillo de Peñaranda de Duero o el monasterio de Santa María de la Vid (no podía tener otro nombre). Sin embargo hay una joya patrimonial no demasiado conocida merecedora por sí sola de un desplazamiento hasta el pequeño pueblo de Gumiel de Izán. En el centro de la localidad se alza la iglesia de Santa María, cuyo tamaño todavía parece más desmesurado en comparación con el caserío que la envuelve.
Para descubrirla lo ideal es acercarse caminando hasta la plaza mayor. Y mucho mejor si se hace desde la biblioteca municipal, cuyo volumen evoca tiempos más boyantes para la población. Así descendiendo por la calle Las Llanas se alcanza la plaza y la portentosa fachada de la iglesia que siempre asombra por su arquitectura, sus esculturas y su magnitud. Y sólo es el principio. Dentro aguarda un recinto puramente gótico que cobija el arte de las numerosas parroquias y ermitas que tuvo el municipio. ¡Hasta un monasterio hubo! Hoy lo mejor de aquellos templos se guarda en esta iglesia preciosa e inesperada.