Los viajes largos en avión son una prueba de resistencia, pero también una oportunidad para experimentar algo único. Elegir un asiento cómodo, llevar ropa que permita moverte con libertad y mantenerte hidratado son trucos que no fallan. Y, por supuesto, un buen playlist puede hacer maravillas para desconectar entre una película y otra. Pero, a veces, ni la mejor preparación puede competir con lo que se asoma por la ventanilla.
Eso le pasó a Paola Ferretis mientras volaba de Dallas a Tokio. En pleno trayecto, al sobrevolar Alaska, decidió echar un vistazo por la ventana y lo que encontró fue mucho más de los que esperaba: una gran cantidad de montañas blancas que parecían sacadas de un documental. “Pensé que solo se verían nubes y el cielo”, confesó después en redes, donde compartió imágenes del espectacular paisaje.
Paola grabó el momento con su móvil y lo acompañó con un texto que dejaba claro lo sorprendida que estaba: “POV: viajas a Japón y, cuando pasas por Alaska, te asomas por la ventana”. En segundos, la publicación se llenó de comentarios, muchos de ellos expresando envidia sana por esa vista tan inesperada.
Demasiado tiempo volando
Sin auroras boreales pero con pensamientos intrusivos
A pesar de lo impresionante del paisaje, admitió que le quedaron ganas de más: “Mi sueño es ver auroras boreales desde el avión”, comentó con entusiasmo. Sin embargo, esta vez tuvo que conformarse con las montañas nevadas, que no es poca cosa.
La joven también dejó escapar un guiño al recordar que las imágenes de las montañas nevadas de Alaska le trajeron a la mente la historia de La Sociedad de la Nieve, aunque aseguró que sus pensamientos intrusivos no empañaron el momento mágico que vivió.
Además de compartir el impactante paisaje, Paola aprovechó para dar algunos consejos sobre cómo sobrevivir a vuelos largos. Entre sus recomendaciones más destacadas están llevar snacks que realmente apetezcan y asegurarse de descargar previamente vídeos o series para que el tiempo pase más rápido. Según su experiencia, esos pequeños detalles pueden marcar la diferencia entre un viaje eterno y uno llevadero.