Vistas desde cierto ángulo, parecen formar una V de victoria. Son dos torres inclinadas de récord: la más alta del mundo junto a la más torcida de Italia. La segunda, con una inclinación de cuatro grados, supera por muy poco a la de Pisa (3,97 grados). Por muy poco, pero se lleva la palma (que no la fama). Es la torre Garisenda en Bolonia. Y con su compañera de V, la torre degli Asinelli, se ha convertido en un icono de la capital de la Emilia-Romaña.
A Dante, la Garisenda le recordaba un coloso cerniéndose sobre él. En la Divina Comedia se refería así a Anteo, el gigante que guardaba el noveno círculo del infierno, cuando los cogía al poeta Virgilio y a él mismo con su enorme mano: "Como ocurre al mirar la Garisenda / por la parte inclinada y una nube / va corriendo en sentido opuesto a ella, / así me pareció mirar a Anteo / y ver que se inclinaba: en ese instante, / yo preferí encontrarme en otra parte". (Infierno, canto XXXI, traducción de José María Micó)
Cabe señalar que en tiempos de Dante la Garisenda era 12 metros más alta: llegaba a los 60. Pero tres décadas después de la muerte del poeta, en 1354, el noble Giovanni Visconti, a la sazón señor de Bolonia, mandó reducir la torre ante el riesgo de colapso. Hoy, por tanto, mide 48 metros; y la desviación de su cima respecto de la base es de 3,2 m.
La Garisenda se conserva como el testimonio de una época en que las familias nobles levantaban sus torres como muestra de poder. Se calcula que Bolonia tuvo por lo menos 80 –la cifra de 200 dada antiguamente parece a todas luces una exageración–, con un skyline de Nueva York del Medievo.
Esta torre en concreto toma el nombre de Filippo y Oddo dei Garisendi, que la mandaron construir en torno al año 1109. Los Garisendi eran una próspera familia de cambistas gibelinos; es decir, partidarios del Sacro Imperio Romano Germánico. En la baja edad media, había dos grandes esferas de poder político: los güelfos, que apoyaban al Papa, y los gibelinos, que defendían al emperador. En Bolonia, unos y otros rivalizaban en la edificación de torres.
Actualmente la Garisenda no es visitable, a diferencia de su vecina: la torre degli Asinelli. Las dos se encuentran en la céntrica piazza di Porta Ravegnana –las separan escasamente 10 metros–, donde en tiempos del imperio romano pasaba la Vía Emilia (que conectaba Piacenza, Fidenza, Parma, Reggio, Módena, Bolonia, Imola y Rímini).
Ambas son de la misma época –la torre degli Asinelli se erigió entre 1109 y 1119–, ambas pertenecieron a casas gibelinas –aunque los Asinelli luego cambiaron de bando– y ambas tenían la misma altura: 60 metros. Pero a diferencia de la Garisenda, la torre degli Asinelli sufrió varias ampliaciones hasta llegar a los actuales 97,2 metros, que la convierten en la torre inclinada más alta del planeta (superando por poco al Big Ben de Londres). Con lo cual, hoy mira por encima del hombro a su compañera.
Desde lo alto de la torre degli Asinelli, la Garisenda queda apenas a media altura. Para llegar a ese mirador privilegiado, sobre los tejados de Bolonia, hace falta subir 498 escalones. Aunque se han estudiado hasta tres proyectos de ascensor, el único modo de montar sigue siendo por una escalera de madera completada en 1684. Las visitas son por grupos de hasta 25 personas, que entran cada cuarto de hora, y únicamente bajo reserva online.
Para acceder al mirador de la torre degli Asinelli, hace falta subir 498 escalones
La inclinación de esta torre es de 1,3 grados, lo que significa que la desviación de la cima respecto de la base es de 2,2 metros. Repasando su historia, parece un milagro que siga en pie. En 1185 sufrió un incendio. En 1513, durante las celebraciones por la elección del papa León X, recibió accidentalmente un cañonazo. Y durante la II Guerra Mundial los aviadores aliados hacían apuestas sobre quién daría en el blanco (ninguno acertó)… Por no hablar de los terremotos, claro. El más fuerte en tiempos recientes fue en mayo de 2012, con epicentro a 36 km al norte de Bolonia. Provocó la muerte de 27 personas.
Una torre con gafe
La torre degli Asinelli tiene cuatro caras: una cara tétrica, una científica, una folklórica y una cara gafe.
La cara tétrica se refiere a su uso como patíbulo. Desde el s. XV, los eclesiásticos condenados a muerte eran encerrados en una jaula de hierro colgante. Se les dejaba a la intemperie, a la vista de los transeúntes, hasta que fallecían. En ese mismo siglo, la torre también albergó una prisión.
El carácter científico se lo dieron el astrónomo Giovanni Battista Riccioli (en 1640) y el físico Giovanni Battista Guglielmini (a finales del s. XVIII). Riccioli es conocido por ser la primera persona en medir la tasa de aceleración de un cuerpo cayendo libremente. Por su parte, Guglielmini pudo demostrar la rotación de la Tierra a base de lanzar esferas de plomo desde lo alto de la torre. Publicó sus resultados 60 años antes que Foucault.
La faceta folklórica es por su leyenda. Habla de un humilde campesino perdidamente enamorado de una muchacha noble, con la que le era imposible casarse por la diferencia de estatus. En esas que sus dos burritos –asinelli en italiano– le guiaron hasta un tesoro. Con esa fortuna, hizo levantar la torre y logró impresionar a la familia de la chica.
Finalmente también pesa sobre la torre degli Asinelli una superstición. Dice que, si un estudiante de la Universidad de Bolonia sube a su cima antes de graduarse, nunca obtendrá el título.
Las dos torres habían estado físicamente unidas en el s. XIV con un puente de madera entre ambas
Cada cual con su historia y sus curiosidades, pues, la torre degli Asinelli y la Gariselda son tan indisociables com el Gordo y el Flaco. En el dialecto boloñés se las conoce como la Tårr Lónga e la Tårr Måzza (la torre larga y la torre corta). En realidad, habían estado físicamente unidas: en el s. XIV, se construyó entre ambas un puente de madera a unos 30 m de altura. Habría servido al duque de Milán Gian Galeazzo Visconti, que entonces había usurpado el poder en Bolonia, para vigilar el siempre turbulento mercado central y prevenir posibles revueltas.
La V de las dos torres se mantiene como el recordatorio más vistoso de la antigua ciudad turrita (llena de torres).
Delicatessen
Otro punto con unas vistas envidiables sobre Bolonia es el monasterio de San Michele in Bosco. Situado en una colina a las afueras de la ciudad, permite admirar toda la llanura hasta la cordillera alpina. En la década de 1540, la zona fue parcialmente ocupada por los ejércitos españoles del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Y durante la invasión napoleónica de finales del s. XVIII, el complejo se utilizó como cuartel. Más adelante, se convirtió en residencia del rey de Italia.
*El bus número 30 tiene parada frente al monasterio.