Menfis, la capital milenaria donde Tutankamón empezó su carrera hacia el trono egipcio

Patrimonio de la humanidad

Eclipsada por la cercana necrópolis de Saqqara y su pirámide Roja, su mayor templo dio nombre a todo el país

La esfinge de Menfis con tenderetes de recuerdos al fondo

La esfinge de Menfis con tenderetes de recuerdos al fondo

V.V.

Menfis. Así a bote pronto, al oír nombrarla uno podría pensar en los Estados Unidos. En la ciudad de Memphis (Tennessee) y su equipo de básquet, los Grizzlies. Sería una confusión lógica. Al fin y al cabo, Memphis toma el nombre del municipio egipcio de Menfis. Pero es que aún habiendo viajado por Egipto, esa no es una visita especialmente memorable. Eclipsada por la cercana necrópolis de Saqqara y su pirámide Roja, aquella colección de ruinas diseminadas –estatuas rotas, trozos de columnas, restos de muros y cimientos– no invita el entusiasmo. Y sin embargo…

Allí es donde se cree que se fundó el imperio egipcio hace más de 5.000 años. Se atribuye al rey Menes la unificación de las tierras del alto y el bajo Egipto (Menfis se hallaba estratégicamente en medio, unos 22 kilómetros al sur del actual El Cairo) en el año 3150 a. C., cuando según la tradición devino el primer faraón. A partir de entonces, la ciudad se mantendría como capital durante casi mil años. Incluso tras perder la capitalidad, siguió desempeñando un papel clave en la historia egipcia como centro religioso, cultural y económico. El mismo Alejandro Magno, al tomar Egipto en el año 331 a. C., eligió Menfis para su coronación como faraón.

Lee también

Lo que queda hoy es un pálido reflejo del esplendor de la ciudad. No hace honor al nombre de “perdurable y bello” –ni lo uno ni lo otro– que era lo que significaba Men-nefer y que los griegos adaptaron como Menfis. Actualmente se puede ver un pequeño museo a cielo abierto con parte del material recuperado tras más de un siglo de excavaciones (gran parte fue vendida a museos de alrededor del mundo). Unos modestos tenderetes de recuerdos aguardan a los turistas interesados…

Lo más remarcable son: una esfinge monumental (mide 4 metros de altura y 7 de largo) esculpida en una sola pieza de alabastro y correspondiente a la dinastía XVIII, y un coloso del faraón Ramsés II. Aun sin sus pies ni su base –por eso se exhibe tumbado– mide unos 10 metros de largo. El rostro, de suaves formas, luce la corona blanca del Alto Egipto. Es una de las estatuas monumentales que adornaban la capital.

El coloso de Ramsés II, en Menfis

El coloso de Ramsés II, en Menfis

Getty Images/iStockphoto

Con un poco de imaginación...

¿Y cómo debía ser Menfis en sus tiempos de esplendor? Los arqueólogos han llegado a hacerse una idea bastante aproximada. Numerosos faraones, gobernando desde allí los destinos del imperio, mandaron levantar grandes monumentos. Sus calles, mercados y puertos bullían de actividad comercial. Peregrinos y turistas acudían a raudales atraídos por sus templos… El más importante fue el llamado Hout-Ka-Ptah, “la mansión del alma de Ptah”, dedicado al dios creador y a su vez patrón de la ciudad. Ocupaba un gran recinto en el corazón de Menfis. De acuerdo con el historiador Heródoto, solo los reyes y sacerdotes podían penetrar en su edificio central.

Los restos del templo han permitido deducir que disponía de gruesos y altos muros con entradas monumentales flanqueadas por estatuas. Por cierto: el nombre de Hout-Ka-Ptah fue adaptado en griego como Aegyptos, que a la postre acabaría designando a todo el país. Egipto.

Tutankamón empezó su carrera en el templo de Atón en calidad de mayordomo

Se han hallado ruinas de varios templos (dedicados a Ptah, a las diosas del panteón egipcio Hathor y Neit e incluso a deidades extranjeras) y de otros se tiene constancia documental. Se sabe, por ejemplo, que el faraón hereje Akenatón construyó en Menfis un templo para su dios único Atón. De hecho, su hijo y sucesor Tutankamón empezó su carrera en ese templo en calidad de mayordomo.

También fue enterrado en la ciudad Alejandro Magno antes de que su cuerpo fuese trasladado a Alejandría. Y un siglo más tarde, en el 196 a. C., Ptolomeo V emitió su famoso decreto de Menfis, más conocido como piedra de Rosetta. Eran ya tiempos de franco declive para la antigua capital. Tras la muerte de la reina Cleopatra (Cleopatra VII, en el año 30 a. C.) Egipto fue anexionado al imperio romano y Menfis cayó en el olvido.

Los restos de Menfis yacen hoy entre palmeras

Los restos de Menfis yacen hoy entre palmeras

V.V.
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...