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En busca de la belleza perdida

Cristales de Bohemia

David Uclés Escritor

En 15 años cambié de hogar o de ciudad casi cuarenta veces. ¿De qué huyes?, me preguntan cada vez que desmantelo mis hogares. No huyo, busco, les respondo. ¿Y qué buscas con tanto empeño? La belleza. Como no puedo detener el tiempo, intento al menos ser testigo de esos instantes en los que uno se olvida del conteo de las horas; de la propia condición mortal y de la caducidad de las cosas. Busco entonces el matiz en la inconstancia, la luz pura en lo huidizo: la belleza.

Los dedos temblorosos de mi septuagenario amigo danés encendiendo unas velas de adviento que mueven con el calor que desprenden un móvil sonoro de hojalata; los jarrones que mi amiga Klaudia une en la antigua Prusia con cola dorada, sucedáneos de Kintsugi; la letra pequeña de Borges en una nota enmarcada en la cocina de Joaquín Sabina; los fogonazos que expulsan las entrañas de los jardines de Versalles en las tardes veraniegas; las flores que cuelgan boca abajo en el taller de Rosa, la relojera que sigue habitando el penúltimo bloque en el que viví; el almuerzo frugal de unas mujeres romanas porque carecen de tiempo y han de volver a amasar pasta en los escaparates de un restaurante deconstruido; el grito desgarrado de un amante —y creo que era yo— en bicicleta sobre un muelle de madera que atraviesa una orilla del lago más limpio y turquesa de los Alpes; el viajante que, con los ojos cerrados, escucha en el metro Once I was loved, de Melody Gardot, y sonríe y quiere llorar.

Jardines de la Orangerie del palacio de Versalles

Airelles

No podría vivir sin la sensación que me produce contemplar la belleza. Somos polvo que se erige y coge forma, pero que, pasado el viento, cae de nuevo a la tierra y deja de existir.

Parece una pesadilla: nos meterán en cajas bajo tierra. ¿Qué nos queda, si no es la emoción ante el milagro de esta vida? ¿Cómo no voy a sonreír cuando las cosas se enfilan y lucen armónicas? Cuando el mundo parece querer decirme que Dios está ahí, que existe, aunque este también esté hecho de polvo cayente. Me nutro de la belleza. La persigo, la atrapo y la comparto: una canción, una pintura, un texto. Sentir la belleza. Viajar tras la belleza. Mudarme una y otra vez buscando eso, la...