De personajes operísticos como Madama Butterfly, Tosca o Carmen a otros cinematográficos como Scarlett O’Hara o Rocky Balboa. De los pintores Frida Kahlo o Andy Warhol a La Chulapa más típica y castiza de Madrid y la tauromaquia, el flamenco, los santos o incontables besos. El amor es uno de sus temas principales. No faltan tampoco los homenajes a grandes pinturas de Goya y Velázquez, sus dos referentes. También lo son Picasso y Francis Bacon. Sea como fuere, el imaginario del artista Miguel Caravaca (Madrid, 1979) transita, plácidamente, por sus recuerdos de vida. De ahí nace su plasticidad y belleza.
“Hay una frase que dice que el buen pintor pinta lo que es, lo que ve o con lo que ha crecido. En mi caso, hay muchos personajes de muchos ámbitos, como la música, el toreo o el cine, con los que he crecido. Los he visto en la tele de pequeño y los sigo viendo ahora. El retrato es una de las disciplinas más complicadas dentro de la pintura, pero para mí es un reto y esos personajes me inspiran, me sale de dentro intentar plasmarlos en el lienzo de una manera diferente”, detalla el pintor cuyos referentes estéticos son la geometría abstracta, especialmente el cubismo, pero también el arte urbano.
El retrato es una de las disciplinas más complicadas dentro de la pintura, pero para mí es un reto”
Ahora, Miguel Caravaca ha vuelto a retarse para crear su obra por encargo más grande y difícil hasta la fecha: convertir el escaparate de la IOQS Boutique de Madrid –en la calle Serrano– en un conjunto artístico para la campaña IQOS Game Changers, que apuesta por quienes desafían las reglas, ahora en el territorio del Arte. “He tenido que cambiar el formato y el soporte: los rectángulos de los lienzos y las telas por los hexágonos y el metacrilato. Al final, se ha formado un panel que puede recordar a las vidrieras de las grandes catedrales donde muchas veces se representan escenas de la Navidad. Tiene guiños interesantes y lo que daba un poco de vértigo al principio, cuando consigues saldar el combate con la obra, luego es muy reconfortante”, dice el artista, que improvisó el título de lo creado durante la presentación, Se hizo la luz.
¿En el arte debería imperar la norma de ser transgresor?
Yo creo que es casi una obligación. Si quieres llevar una carrera coherente y hacer algo un poco interesante, que tu obra tenga cierto interés, que sea innovadora y disruptiva, al final es obligatorio romper un poco las reglas. Es muy fácil acomodarse en el cuadro que te ha funcionado, tanto por crítica como comercialmente, porque todos los pintores siempre tenemos un cuadro que gusta y que es como tu hit, o incluso varios. Para mí eso es el ataúd del pintor. Lo que más cuesta, pero al final más te llena, es llegar al estudio y coger un camino nuevo sin perder tu esencia. Tienes que estar en una cuerda floja, es una especie de funambulismo porque, si cambias radicalmente y no se te reconoce, la has liado.
El soporte –un escaparate o un lienzo– cambia el resultado de la obra. ¿También el proceso de trabajo?
En esta ocasión, el proceso y la forma de pintar han cambiado solo por el hándicap que tiene esta obra, que es el formato. Es la obra más grande que he pintado hasta la fecha. En el estudio no la he podido poner de forma vertical, que es lo que hago con mis lienzos. Los pinto en vertical, apoyados en un caballete, unas macetas o unas banquetas. Esta obra la he tenido que pintar de una manera horizontal en el suelo, haciendo como un puzzle que me ha ocupado el estudio entero. Para verla en perspectiva, tenía que subirme a una escalera. Al final, cuando cambias varios elementos, te obligas también a recomponer la forma de pintar, por supuesto.
Has vuelto a ponértelo difícil. ¿No hay límites en el arte?
Yo creo que es lo bonito del arte y por lo que me gusta tanto, que es infinito. Para mí esta profesión no te la acabas nunca. De hecho, las épocas doradas de los grandes maestros suelen ser casi en la vejez, siempre a partir de los 60 años. El arte tiene tantas variables que vas jugando con ellas, vas cambiando… Es lo que me motiva, ir al estudio cada día y saber que puedo cambiar una cosa, jugar con otra… Hay que atreverse a cambiar las reglas para no aburrirse y no morir en vida artística.
Hay que atreverse a cambiar las reglas para no aburrirse y no morir en vida artística”
En esa vida artística, ¿dónde buscas y encuentras la inspiración?
Lo que siempre me funciona es volver al pasado. Suelo revisitar a los grandes maestros de la antigüedad. Tengo mis preferencias, Goya y Velázquez, que para mí son dos grandes referentes. Un poco más moderno, y creo que se ve en mi pintura, es Picasso, que lo abarca todo. Creo que todos somos deudores de él, porque tenía un abanico tan amplio e hizo tantas etapas que lo tocó todo. Volver al pasado para dar un paso más grande y hacer algo disruptivo y futurista a mí me funciona. Eso de dar un pasito atrás, ir al Museo del Prado, visitar Goya… Esos grandes maestros me abren la puerta para poder hacer algo novedoso. Esa es mi fórmula.
Entre Picasso y Francis Bacon, ¿estás tú?
¡Bueno! Es uno de los piropos más bonitos que me han dicho porque son dos de mis artistas favoritos [risas]. Con Bacon llegué a obsesionarme a partir de ver una exposición retrospectiva suya en el Museo Guggenheim en 2016. Me compré todos los catálogos y libros posibles. Es un artista que a priori cuesta de ver, en el ojo es duro, pero luego tiene un punto muy colorista que intento siempre mostrar en mis cuadros. Esa combinación acertada de color en la que creo que Francis Bacon era un gran maestro.
¿Pintar también es terapia?
Por supuesto que sí. Además, es curioso porque, en el proceso de pintar una obra, pasas por diferentes estados de ánimo. Hay un momento de euforia en el que el cuadro funciona perfectamente, estás empezando, lo tienes clarísimo, todo va bien. Pero llegas al día siguiente y hay algo que no ves claro, y te frustras y llegas a casa frustrado. Es como una montaña rusa, pero te vas conociendo… Yo, al principio, me cogía unos rebotes importantes, pero luego uno tiene sus truquillos. Uno de los míos, cuando me encasquillo con un cuadro que me está ganando la partida, es darle la vuelta y ponerlo castigado contra la pared dos o tres días. Se te vicia el ojo, no sabes por qué no funciona: los colores están bien, la composición está bien, ¿qué es?… Así te desintoxicas visualmente. Al tercer día le das la vuelta y, en cinco minutos, dices: si era esta línea negra que me está descompensando aquí, si era este rojo que está demasiado subido… Son truquillos que al final he adquirido en ensayo y error, porque he sido autodidacta. Al final, por cabezota, lo acabo sacando. Y te diré que del estudio nunca ha salido una obra que no me convenza.
En ese estudio también trabajas tus colaboraciones con las marcas. No le haces “ascos” a nada…
Tengo la suerte de recibir muchas propuestas y me siento un privilegiado porque puedo elegir. Digo que sí, generalmente, si todo encaja. Estoy siempre abierto a colaborar si tenemos mismos perfiles o público objetivo similar. Para mí las marcas son los nuevos mecenas del arte. Son como esos mecenas que existían en la antigüedad y que apostaban por el artista, le impulsaban y le compraban la obra.
Lo que siempre me funciona es volver al pasado. Suelo revisitar a los grandes maestros de la antigüedad”
¿Con qué sueña Miguel Caravaca?
Esto que te voy a decir es ilusorio, es soñar… El Museo del Prado es mi favorito de todos, he llegado a ir todos los días durante un mes entero. Evidentemente, en él no se puede estar, es hasta el siglo XIX. Esa era una de las cosas que quería Picasso. De hecho, cuando trajeron de Nueva York el Gernika, estuvo una temporada muy corta allí. Así que me olvido… Pero formar parte de las colecciones institucionales y de los museos de tu ciudad, Madrid, en este caso, del Thyssen o del Reina Sofía, sería un sueño.
¿Piensas en la posteridad?
Antes me preguntabas sobre los retratos de personajes del folklore y eso, al final, es un legado. Me gusta volver un poco atrás y recuperar personajes tan icónicos, y también que no se pierdan las costumbres como el toreo, porque los pintores españoles hemos hecho referencia al arte del toreo siempre. Es uno de mis temas recurrentes y será un legado que también dejaré.