La Copa del América es el tercer acontecimiento deportivo con mayor impacto económico, después de los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol. Barcelona podrá presumir de haber acogido a estos tres eventos planetarios, lo que tiene un gran mérito porque no es la capital de un estado, que siempre cuenta con plus por ser la sede del poder político y financiero. Pero la ciudad posee algo que la distingue sobre otras grandes metrópolis: la fuerza de su sociedad civil, un concepto que ha ido cambiando con el paso de los años, pero que se refiere al compromiso de sus ciudadanos para contribuir a que el nombre de Barcelona sea reconocible en el mundo como un valor de calidad.
Ciertamente, la capital catalana ha sabido aprovechar los grandes acontecimientos para renovarse urbanísticamente. Especialmente importantes resultaron los Juegos de 1992, porque permitieron abrirla al mar. De hecho, Barcelona había vivido a lo largo de su historia de espaldas al Mediterráneo, fuertemente amurallada para protegerse de los peligros que siempre procedían de su costa. El derribo de sus murallas a mediados del siglo XIX permitió configurar una urbe nueva distribuida a partir del plan diseñado por Ildefonso Cerdà, que se estructuró a partir de su Eixample cuadriculado, que le hizo decir hace más de cien años a Jules Resnais que era como una Nueva York en pequeño. Luego, la construcción de la villa olímpica permitió derribar viejas industrias de la fachada marítima, lo que hizo nacer nuevos barrios y recuperar playas y paseos marítimos. Definitivamente, los barceloneses firmaron la paz con su mar, convertido en la nueva referencia.
Cartel oficial realizado por Jordi Labanda donde deporte y moda se unen para dar la bienvenida a las regatas
La Copa del América ha supuesto un nuevo impulso al frente marinero. El Port Olímpico ha sido renovado, se ha hecho más accesible y más sostenible. Toda esta área ha cambiado su perspectiva: no solo es un balcón gastronómico, sino que se han puesto las bases para el primer polo de economía azul de Barcelona, así como un arrecife para regenerar el fondo marino. Además, ha favorecido la recuperación del Port Vell, la modernización del Muelle de Pescadores, la rehabilitación de los tinglados, la nueva bocana, la creación de un Centro Municipal de Vela, la recuperación del Maremagnum, la inaugurada rambla del rompeolas… El mar se ha convertido en un nuevo eje de desarrollo, que aspira a disponer de un parque de tecnología marina.
La ciudad posee algo que la distingue sobre otras grandes metrópolis: la fuerza de su sociedad civil
Pero la Copa del América no es una excusa. Sobre todo constituye un orgullo. Le corresponde al vencedor de la competición elegir donde se celebrará el siguiente reto. Será la edición número 37, que empezó a disputarse en 1851, la que se desarrolle en nuestra ciudad. Los seis equipos que competirán en la Louis Vuitton America’s Cup Barcelona para llevarse su legendaria copa de plata proceden de Nueva Zelanda, el Reino Unido, Suiza, Italia, Estados Unidos y Francia. Los equipos llevan dos años instalados en las inmediaciones portuarias. Los barcos son un alarde de tecnología y cada “team” reúne a un ejército de ingenieros para poner a punto a estos Fórmula 1 del mar, que vuelan sobre las aguas a cien kilómetros por hora. Un espectáculo del que podremos disfrutar en directo, para el que los organizadores han puesto todo de su parte a fin de que los barceloneses, y los visitantes en general, puedan disfrutar de la competición. Pero también de numerosos espectáculos gratuitos que se celebraran en el Race Village del Moll de la Fusta.
Barcelona será, una vez más, una gran anfitriona. Esta es la ciudad de la tolerancia, del compromiso, de la solidaridad. Pero también de la cultura y del talento. Una nueva oportunidad para enseñarnos al mundo con nuestro mejor rostro y con nuestro espíritu marinero.
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