Jackie Kennedy, fotógrafa antes que primera dama
Con historia
Fue fotorreportera antes de convertirse en carne de paparazzi. Una nueva biografía revela su vocación, su curiosidad y las pequeñas trampas que hacía para avanzar en su carrera
Jacqueline Bouvier a la que el mundo conocería una década más tarde como Jackie Kennedy quiso hacer carrera como fotorreportera. Recorrió la Francia de la posguerra con una pequeña cámara Leica y trabajó para un diario local de Washington. Infló su currículum para ganar el Prix de Paris de Vogue e inventó pequeñas argucias para que su jefe le extendiera los plazos de entrega. Nada que no haya hecho alguna vez un periodista.
Todo esto lo cuenta su ultima biografía Camera Girl (Galeria, 2022), escrita por Carl Sferrazza Anthony, que acaba de ser publicada en Estados Unidos. En el libro Jackie aparece como una joven inteligente y educada, con las ideas muy claras, que prefiere seguir su olfato y su instinto en lugar del plan de estudios de la Vassar University, de donde se sugiere que fue expulsada por irse sin permiso en el tercer año a estudiar a la Sorbonna.
Antes de irse París, a mediados de 1949, Jackie aprovecha la mala relación entre sus padres para sacarles a cada uno por separado el dinero para comprar una Leica e incluso un poco más para redondear los gastos de su viaje. Fue en París, asegura su biógrafo, donde Jackie aprendió a saber estar, y se creó a sí misma como personaje.
Al volver a Estados Unidos intenta regresar a Francia por varias vías, una de ellas presentándose en 1951 al Prix de Paris de Vogue. La ganadora pasaría seis meses en las oficinas de Nueva York y luego iría a trabajar como editora junior a París. Jackie lo hizo todo para superar un riguroso proceso de selección, desde inflar el currículum hasta escribir una exaltada carta de motivación: “Podría ser una especie de directora general de Arte del siglo XX observando todo desde una silla suspendida en el espacio”. Ganó el concurso y llegó a ir a Manhattan, pero luego renunció al premio y nunca se fue a trabajar a París.
Jackie lo hizo todo, desde inflar el currículum hasta escribir una exaltada carta de motivación
En 1951 consiguió que la contrataran en el Washington Times-Herald. Frank Waldrop, su editor diría más tarde: “Conozco ese perfil: niñas de buena familia que sueñan con escribir la gran novela americana hasta que se les pasa cuando consiguen al gran marido americano”.
Su primera misión fue intentar conseguir una entrevista con la entonces princesa Isabel. No tuvo éxito, pero su empeño convenció al editor que creó para ella una columna llamada Inquiring Camara Girl. Se publicaba seis días a la semana con una entrevista y un retrato que tomaba Jackie con una Speed Graflex grande y pesada. Las preguntas podían ser insustanciales, por ejemplo, “¿Por qué crees que la gente hace bromas en los ascensores?”, de corte filosófico, “¿Para qué vive la gente?” o sobre un asunto más o menos polémico, “¿Crees que Marilyn Monroe debía ser menos sugerente?”.
El autor del libro hace un buen trabajo atando cabos entre las preguntas y los avances en la relación de Jackie con JFK. Por esa época empezó a interesarse por otras cosas. Por ejemplo: “¿Puedes darme una buena razón por la que una soltera satisfecha debería casarse?”, o en 1952 durante la campaña del Senado, “¿Debería la esposa de un candidato hacer campaña con su marido?”.
A los veinte meses, y tal como había pronosticado su editor, abandonó el trabajo para bien casarse, pero dejó 2.600 entrevistas terminadas que hoy han servido para descubrirla en una faceta desconocida: la mujer más fotografiada del mundo cazando incautos por la calle para ponerlos delante de su lente.