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Cibi, Magda y Livi, la historia de novela de tres hermanas que sobrevivieron juntas al horror nazi

Una historia del Holocausto

La guionista y escritora neozelandesa Heather Morris relata en la novela ‘Las tres hermanas’ (Espasa) las penurias que pasaron en el campo de exterminio y cómo las superaron gracias a un amor imperecedero

Livi, Cibi y Magda, las tres hermanas que sobrevivieron al campo de exterminio de Auschwitz lo hicieron, en gran medida, porque se ayudaron y protegieron entre sí

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“Todas las noches, cuando me acuesto, estoy en Birkenau. Eso es seguro. Cada noche. Mi mente no puede olvidar que estuve ahí. Tengo 95 años y cada noche estoy ahí”. Lo explica Livi, que sobrevivió al horror del campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. Livi, junto a sus hermanas Cibi y Magda, salvaron la vida en aquel infierno gracias a la tenacidad, la inteligencia, la suerte y el infinito amor que las unía, porque allí donde una desfallecía, la otra insuflaba vida. Les da voz y memoria eterna Heather Morris en Las tres hermanas (Espasa), una novela que “no me fue muy difícil escribir, porque, de hecho, las hermanas me contaron unas historias increíbles y yo pude entretejerlas en este relato”, explica a Magazine Lifestyle.

Morris es autora de El tatuador de Auschwitz (Espasa), publicado en 2018, un éxito internacional de ventas. Fue la lectura de este libro la que empujó a las protagonistas judías de esta historia a contactar con la escritora y guionista neozelandesa, porque ellas también conocieron a Lale Sokolov, el hombre que marcaba los números en los brazos de los apresados en Auschwitz. Pero Morris pronto se percató de que la historia de las tres hermanas merecía un tomo aparte.

Magda, Livi y Cibi, de izquierda a derecha, la última vez que las familias se reunieron, en 2014. Cibi ya ha fallecido   

Pamela Ravek / Espasa

“Siempre me pregunto cómo es que pude luchar tanto y cómo sobrevivimos... No puedo decírtelo. Es un milagro. Realmente, no creo en los milagros -confiesa Livi-. Pero algo sucedió. Algunas veces le llegué a preguntar a mi hermana mayor: ‘¿Pasamos por esto’? Ella me contestaba: ‘¡Nu (expresión hebrea), se te ha ido la cabeza! ¿De qué estás hablando? ¡Pues claro que pasamos por esto!’. No podía creerme a mí misma”.

Alguna vez le pregunté a Cibi: ‘¿Pasamos por esto’? Ella me contestaba: ‘¡Nu (expresión hebrea), se te ha ido la cabeza! ¿De qué estás hablando?”

Livi, la hermana menor, pregunta a Cibi

Las tres hermanas vivían en la localidad eslovaca Vranov nad Topl’ou, junto a sus padres, Menachem y Chaya, y su abuelo, Yitzchak. Su padre debía someterse a una intervención delicada para extirparle una bala errante, alojada en el cuello y que fue a parar ahí en los combates durante la Primera Guerra Mundial. Un día, Menachem tenía abrazadas a sus hijas: Cibi, la mayor, Magda y Livi, la menor. Era junio de 1929. Temía que la operación no fuera bien, como así pasó, y por eso les suplicó: “Quiero que me prometáis que siempre cuidaréis de vuestras hermanas. Que siempre estaréis las unas por las otras. Que no permitiréis que nadie os separe, nunca. ¿Lo entendéis?”. Lo prometieron, por supuesto, y la promesa se convirtió en la divisa que regió (y salvó) sus vidas.

El cuchillo que encontró Livi y que todavía conserva  

En marzo de 1942, la Hlinka, la policía del régimen eslovaco que colaboró con los nazis, se fijó en Livi, de 15 años. Quería obligarla a trabajar, durante el verano, en un campo del que nadie sabía nada. Cibi, que tenía 19 años, no quiso dejarla sola y la acompañó, a pesar de que nadie la reclamaba, ante la desolación de su madre y de su abuelo, que hicieron todo lo posible (y lo imposible), durante meses, para impedir que se llevaran a Magda, buscada también por la Hlinka.

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Y aquí fue donde empezó todo. El libro se convierte en un relato del horror, aunque el amor empape sus páginas. Del horror, porque pone los pelos de punta y la emoción en los ojos mientras se lee la brutalidad de la que es capaz el ser humano. Golpean el ánimo los capítulos en los que Cibi y Livi ya advierten que no volverán a casa después del verano, y que quizás nunca salgan con vida del centro en el que están, presidido en su entrada por el mensaje Arbeit macht frei (El trabajo te hará libre), el lema que abría las puertas al infierno de Auschwitz.

Cibi y Livi no reducen la marcha cuando esquivan el cadáver de la chica. Para sobrevivir uno debe permanecer invisible”

Extracto del libro ‘Las tres hermanas’, de Heather Morris

Allí aprenden a no destacar, a no moverse mientras aguardan en las filas, durante horas; a no mostrar signos de debilidad, a evitar el temblor en las manos o en la cara, para no ser “seleccionadas” y ser destinadas al pabellon del que nadie vuelve o a habituarse al olor que desprenden los crematorios. Cuando les comunican que dormirán en Birkenau, y que cada día deberán recorrer los kilómetros de distancia a pie, también aprenden a no ayudar a las que caen, agotadas y debilitadas por la mala alimentación y el trabajo extenuante. Una de ellas se desmaya y en el suelo recibe un disparo de un oficial de las SS: “Cibi y Livi no reducen la marcha cuando esquivan el cadáver de la chica. Han aprendido a parecer indiferentes, a no dar muestras de conmoción o de miedo, de indignación u horror. Para sobrevivir uno debe permanecer invisible. Llamar la atención sobre uno mismo, por muy insignificante que sea el acto, a menudo es lo único que hace falta para sufrir la muerte instantánea”. Incluido el estar enferma. Si en las revisiones se detectaban lesiones, debilitamiento o llagas podían acabar en la cámara de gas.

Livi, junto a su hermana Magda, que sujeta los candelabros que consiguió esconder

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En la primavera de 1943 recibieron la visita de Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler. Las obligaron a formar a todas y Cibi se percató de que a ella la revisarían antes que a su hermana. Sin decir nada a Livi, le cambió el sitio. Livi fue enviada a la derecha, igual que Cibi, y ambas salvaron la vida. Al acabar, Livi le preguntó por qué lo había hecho y Cibi le contestó que así podía saber a qué fila la enviaban. Cibi habría elegido la misma fila, fuera la de la salvación o la de la muerte.

Por eso, el libro es una inmensa historia de amor: “Y no es amor romántico. Es algo más rico, el amor entre hermanas, que se conectan como ninguna otra persona. En mi caso, por ejemplo, yo tengo marido y tengo hijos, pero son mis hermanos quienes mejor me conocen y quería contar el amor entre hermanas, que lo es todo”, explica la autora..

Livi, a la izquierda y Magda, junto a la autora, Heather Morris, que las visitó en enero de 2020. La novelista no pudo entrevistarse con Cibi, ya fallecida  

En septiembre de 1944, la otra hermana, Magda, la madre Chaya y el abuelo Yitzchak, son deportados a Auschwitz, como miles de judíos. En la barahúnda de la llegada, las hermanas se reconocen y el encuentro es uno de los momentos más conmovedores del libro, un excelente trabajo periodístico novelado. La emoción entre ellas se desata, a la vez que las atenaza la tristeza, porque pierden el contacto con la madre y el abuelo, a los que pueden saludar unos segundos a través de la alambrada. Ya no los verán más.

Heather Morris admite que no se emociona mientras escribe: “Me disocio y, simplemente, pongo palabras en la pantalla, aunque cuando las leo, entonces sí que me emociono mucho y me cuesta volver a leer lo que he escrito”. Pero este capítulo es distinto. “Nunca leo ese capítulo, donde nos explican lo que pasó con la madre y el abuelo. Nunca. No. Prácticamente intento hacer como si no hubiera sucedido. Y me lo contó Livi, pero para mí es demasiado doloroso”.

Los números que identifican a Livi, arriba, y Magda, y que les grabaron en el campo de Auschwitz

Pero sucedió. Por eso, Livi, con 95 años, ante la negación del Holocausto y el resurgimiento de los partidos neonazis, lamenta: “El mundo no quiere escuchar. La gente ha cambiado y no lo cree. Y ves a gente joven que dice: ‘Todo es imaginación’. Sí, imaginación. Pero es verdad; la verdad. Yo no sé aquí, ahora, cómo pudimos sobrevivir”.