Leonardo Padura: “Cuando estoy acabando de escribir una novela siento que voy a morir”

ENTREVISTA

El escritor cubano acaba de publicar en Tusquets  'Como polvo en el viento', vivisección de su generación y del exilio que ha marcado la isla

“Tengo una relación muy larga con Catalunya y durante años fui del Barça… hasta que hace un año el equipo dejó de gustarme y ya he entendido por qué”

El escritor cubano Leonardo Padura fotografiado hace unos días en Mantilla, su barrio de la periferia de La Habana

El escritor cubano Leonardo Padura fotografiado hace unos días en Mantilla, su barrio de la periferia de La Habana 

Raúl Prado

Martes 25, siete y media de la mañana. Llueve con ganas. Cortesía del ciclón Laura que la noche anterior ha barrido La Habana, incluido el barrio de Mantilla. El teléfono se corta. Va a trompicones, pero va. “Aló”, responde desde la cocina de Villa Alicia. Leonardo Padura (1955), el insigne escritor cubano, Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, creador del policía-vendedor de libros Mario Conde y recreador de personajes históricos fundamentales como Rembrandt o Ramón Mercader, que le clavó un piolet a Lev Trotski hace 80 años.

El café y el ciclón

Confinado en su casa de La Habana, Padura habla del oficio y de Cuba; prepara café para su mujer Lucía mientras observa la lluvia, un regalo cortesía del ciclón 'Laura'

Padura le está colando a su mujer Lucía un café, el líquido que recorre todas sus obras, también, y mucho, la última, en la que ha alcanzado cotas sorprendentes de emoción y adicción con unos personajes que se ven abocados al exilio, a la dispersión, a las muchas trampas que les tiende la vida. La editorial Tusquets acaba de publicar Como polvo en el viento, una autopsia, o acaso una vivisección de esa generación, la del propio Padura, que desembocó en la durísima etapa del Periodo Especial. Padura ha sufrido escribiéndola (“Esta novela me salió de las vísceras”) y se lo ha pasado bien (“he ido saltando de sorpresa en sorpresa”), incluso ha sentido que, a las puertas de acabarla, se moría. “Anoche pasó el Laurita, no sé si se me oye bien…”.

En Agua por todas por todas partes, su penúltimo trabajo, hablaba de la insularidad de Cuba. Ahora con la Covid, además, está cerrada a cal y canto.

El carácter insular se ha potenciado con la pandemia. Yo debía estar camino de Huelva y aquí estoy, viendo la lluvia caer. Las fronteras se cerraron en marzo y todo indica que seguirán así hasta octubre. Son decisiones drásticas, que pueden molestarnos, pero hay que entenderlas: uno acepta que otros decidan por el bien común. Eso es un poco peligroso, pero esta vez hay que aceptarlo: aquí el tratamiento ha sido muy eficiente. Han muerto menos de cien personas y hay menos de 4.000 casos declarados.

Si fuera músico, igual diría: éste es mi mejor disco. Siendo escritor, ¿Como polvo en el viento es la que más le ha costado escribir?

Para mí es difícil hablar de calidades. Lo que si le puedo asegurar es que esta es una novela escrita más con las vísceras que con el cerebro. Muy visceral, puse lo que tenía por dentro que tiene que ver no sólo con el exilio sino con el destino de mi generación: la fidelidad, la traición, la pertenencia, el desarraigo, el desgarramiento.

¿Cómo notó que le salía más de las tripas que otras?

Porque es una historia que, en la medida que la iba escribiendo, iba desnudando a los personajes y veía que las suyas podrían haber sido mis reacciones. Excepto las de Elisa que es la que tiene el demonio dentro.

Elisa está en el lado oscuro de la Fuerza.

Sí, es un personaje que me costó mucho definir… Mire, yo he escrito de personajes terribles, me he metido bajo su piel para entenderlos, pero Elisa actúa con reacciones muy impulsivas.

Leonardo Padura se toma una taza de café, uno de los elementos que unen al Clan , el grupo de amigos que aparece en su nuevo novela, Como polvo en el viento, editado por Tusquets

Leonardo Padura se toma una taza de café, elemento que unen al Clan, el grupo de amigos de su nueva novela, 'Como polvo en el viento en Tusquets 

Raúl Prado

La novela es adictiva. ¿Le ha dejado secuelas?

En esta novela he ido saltando de sorpresa en sorpresa. Sabía muy poco de lo que iba a pasar cuando comencé. Cada vez que escribía un capítulo tenía que pensar que iba a pasar en el siguiente. No fue, por ejemplo, hasta la tercera versión que escribí del segundo episodio, cuando me di cuenta de que entre Clara y Elisa había latente una relación lésbica. Fueron ellas que me dijeron: ‘Oye, esto tienes que revelarlo”.

Con ese saltar de sorpresa en sorpresa, ¿se disfruta?

La primera versión es la del disfrute. También me pasa eso con las novelas de Mario Conde: empiezo, hay un asesinato y casi al final descubro quien es el asesino, no lo tengo nunca planificado. En “Como polvo…” fui desbrozando el camino para ver como el horizonte, cada vez que se acercaba, se alejaba, pero ya había recorrido un camino. Esa es la parte visceral…

Luego llega la segunda versión.

Sí, la más cerebral: el tránsito entre contar una historia y escribir una novela, que requiere un esfuerzo, una belleza, una eficacia. Ahí reescribo. Luego doy la novela a algunos lectores y a mi esposa. Ellos me van haciendo críticas que me ayudan mucho.

Le critican, pero no le machacan…

Los lectores me critican, pero Lucía me machaca (risas).

Cuándo acaba una novela, ¿lo celebra?

Desde hace años me pasa algo que es muy raro, preocupante y traumático. Tengo la sensación de que, cuando estoy acercándome al momento en que voy a terminar la novela y se la voy a enviar al editor, siento que se me crea una sensación de vacío. E incluso siento a veces que al acabar la novela me voy a morir. Y lo digo con toda sinceridad, porque está muriendo una etapa de vida que ha durado dos, tres, cuatro años. El momento de júbilo es cuando me llega el ejemplar del libro a casa, pero ahora como no hay aviones ni comunicación todavía no ha llegado… 

Como personaje, Mario Conde avasalla: quiere salir en todas las historias, pero  su presencia hubiera marcado mucho el estilo de esta novela y no me interesaba"

¿Cree que esta novela tan coral, explicada en cinemascope, en parte la escribe para huir del influjo de Mario Conde?

Conde es muy avasallante: quiere salir en todas las historias. De hecho sale indirectamente porque aparece un vendedor de libros de segunda mano que es él, claro.

Y aparece la expresión ‘escuálidas y conmovedoras’…

Sí, porque es su homenaje a Salinger. Yo escribo mucho de las vivencias y traumas de mi generación y Conde es esa expresión, pero su presencia hubiera marcado mucho el estilo de la novela y no me interesaba, quería moverme por otros caminos.

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¿Se acuerda del homenaje que, en Desmontando a Harry, hacen los personajes al escritor que encarna Woody Allen? ¿Cómo se lleva con los suyos?

Me acuerdo… En general me llevo bien, porque son criaturas, incluso las que vienen de la realidad como Mercader, Trotski, Rembrandt… A veces tengo empatía, otras me provocan rechazo. A veces he estado tanto tiempo con ellos, tan metido…

Usted recrea las idas y venidas de los cubanos de su generación. Y de paso, los más jóvenes van asomando.

Algunos amigos míos ya tienen nietos de 10 y 12 años. Sus hijos vivieron momentos muy complicados en los noventa en Periodo Especial. No quiero generalizar, pero un parte notable de esos hijos se han ido a vivir fuera y han creado una relación distinta con el país.

Leonardo Padura trabajando en su escritorio de Villa Alicia, su casa, con un ejemplar del Quijote a mano y con el diploma enmarcado del Premio Princesa de Asturias de las Letras que recibió hace cinco años

Leonardo Padura trabajando en su escritorio con el diploma enmarcado del Premio Princesa de Asturias de las Letras que recibió hace cinco años 

Raúl Prado

En la novela, uno de los jóvenes, Ramsés, habla de Cuba: “Aquello no lo entiende ni lo arregla ni Dios”. ¿El país sigue siendo reconocible?

Mire, para los que palpamos la realidad de aquí cada día a veces nos cuesta trabajo explicárnosla porque es muy peculiar. Aquí en Cuba a la mayoría de la gente no les alcanza para vivir, pero todo el mundo vive. Y cuando tienes un poquito más de dinero, en vez de arreglar la casa o comprar comida, compras un celular. Si ve el mío es prehistórico comparado con el que tiene cualquier muchacho que puede pasar por aquí delante de casa. ¿Cómo lo sacan? ¿De dónde?

Volviendo a los jóvenes, Marcos confiesa: “Creo en todo, por si acaso”. Candito el Rojo,  amigo de Conde, se convierte. En la Transparencia del tiempo también pesa la religión.

Sí, en la Transparencia del tiempo intento explicar la necesidad humana de encontrar una explicación a lo que no la tiene y tener a quien buscar o a quien culpar. En Cuba, después de años de ateísmo forzado, en los noventa, cuando las cosas se pusieron mal, mucha gente acudió a una religiosidad que tiene muchas caras: los Orishas africanos, el Jesús cristiano, la religión llamada el Palo… Y todo a la vez. Conozco a un señor que es católico, babalao (sacerdote de la religión yoruba), abacuá (organización surgida en Nigeria) y además maestro masón. No sólo, es el primer negro que llegó a gran maestro de la Gran Logia de Cuba.

Así, uno no pierde nunca. Es como, en béisbol, ser de los Yankees, los Mets, los White Sox, los Red Sox, los Chicago Cubs…

(Risas) Sí, este señor tiene protección total.

El exilio, la dispersión, marcan la novela. ¿Tuvo alguna vez la tentación o la oportunidad de irse?

Oportunidades tuve muchas. Además, desde hace diez años tengo la ciudadanía española. De hecho, acabo de renovar el pasaporte. En 1992 fui por primera vez a Estados unidos, en Miami, con familia y amigos. En Cuba no había comida, dinero, electricidad, nada. Todos me preguntaban ‘¿te vas a quedar?’ y yo les respondía que no, que iba a regresar. “Estás loco”, me decían. Me di cuenta de que el único lugar donde podía escribir era en Cuba. Eso no significa que esté de acuerdo con todo lo que pasa y tenga una mirada condescendiente con la realidad. La tengo interrogadora, pero necesito oír hablar en cubano para poder escribir en cubano. Saber de los dramas para recrearlos.

Sólo puedo escribir en Cuba. Eso no significa que esté de acuerdo con todo lo que pasa y tenga una mirada condescendiente con la realidad. La tengo interrogadora"

Catalunya es una constante en sus últimos trabajos, en la Transparencia del tiempo, en Como polvo en el viento.

Tengo una relación muy larga con Catalunya. Empezó en los ochenta cuando escribí un reportaje sobre la presencia de los catalanes en Cuba; luego un guión para un documental sobre ese tema; mi editorial, Tusquets, afortunadamente, la encontré en Catalunya. Me reunía con Vázquez Montalbán… Cuando escribo El hombre que amaba a los perros, pues el protagonista es Ramón Mercader, un catalán, la virgen en La Transparencia… es como si fuera una especie de imán. Hasta el punto de que durante muchísimos años fui barcelonista… Hace un año el equipo dejó de gustarme y ya he entendido por qué. Mire lo de la Champions. Ya no era el equipo de la época de Guardiola o Luis Enrique.

Dibuja un perfil satírico de los independentistas…

A veces lamento tanto que haya visiones reduccionistas muy nacionalistas… me molestan, ocurran en Cuba o en Catalunya.

Tengo una relación muy larga con Catalunya y durante años fui del Barça… hasta que hace un año el equipo dejó de gustarme y ya he entendido por qué”

¿Cuándo cumple los 65?

El 9 de octubre, igual que Conde y que John Lennon. Pero no me jubilo para nada, ¿eh?. Es más, con la pandemia, como una parte de mi trabajo es viajar y no es posible… he tenido más trabajo que nunca. El otro día me di cuenta de que en una semana me leo hasta cuatro libros. Hacía tiempo que no leía tanto. A finales de año prepararé otro libro de Conde. Tenía que ir a España, a Francia, a Colombia, a Lima… pero bueno cuando nos pongan la vacuna, volvemos a coger el avión (risas).

Jorge Perugorria (en la imagen con la actriz Juana Acosta) encarna en la pantalla a Mario Conde, el policía creado por Padura

Jorge Perugorria (en la imagen con la actriz Juana Acosta) encarna en la pantalla a Mario Conde, el policía creado por Padura

Imbd
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