Torre del Remei, lujo silencioso en la Cerdanya al que siempre queremos volver

La dolce vita

Este lugar fue un regalo de un banquero catalán llamado Agustí Manut i Taberner a su hija Blanca, en 1910, construido por un discípulo de Gaudí en el corazón de la Cerdanya

El edificio principal de la Torre del Remei, rodeado de tres hectáreas de jardines y bosque

El edificio principal de la Torre del Remei, rodeado de tres hectáreas de jardines y bosque

Manuel Franco Angarita

Marta D.Riezu escribió en su libro Agua y jabón que le gustan los hoteles con historia, sin pretensión de unirse a las modas, lugares con encanto donde se entienda todo sin manual de instrucciones, sin tener que luchar con los interruptores, “donde nuestros padres se sentirían cómodos”. La Torre del Remei cumple perfectamente con estos criterios de confort sin estridencias, ni trampas tecnológicas. 

Es un hotel de gran lujo, de veinticuatro habitaciones, resultado de un sueño. O quizás habría que calificarlo de locura, porque fue la gran aventura en la que se embarcaron Josep Maria Boix y Loles Vidal después de regentar una fonda en Martinet, donde se comía la mejor cocina ceretana, glosada en sus artículos por clientes tan asiduos como Néstor Luján, Luis Racionero o Josep Maria Espinás, donde pasaban largas temporadas. 

Una de las habitaciones del histórico hotel

Una de las habitaciones del histórico hotel

Torre del Remei

Boix fue alumno del gran chef Ignasi Domènech en el hotel Colón de Barcelona, y en el Remei subió un escalón como chef, convirtiendo el hotel en un relais & chateaux imprescindible. Tras su jubilación hace cuatro años, la actual propiedad le ha pedido que asesore a la cocina para recuperar platos históricos de la carta, como su excepcional trinxat de col criada bajo la nieve a los ravioli de trufa y foie, lo que ha aceptado desde la generosidad, sin ningún ataque de nostalgia.

Torre del Remei empezó a levantarse en 1905, así que el arquitecto Freixa tardó cinco años en atender todos y cada uno de los detalles que le pedía el banquero Manur para su hija única. Era un tiempo en que la Cerdanya vio llegar los primeros veraneantes, casi siempre gente a la que los médicos higienistas les recomendaban su aire puro. 

Horizontal

E restaurante propone coicina de corte tradicional con pinceladas de autor

Llibert Teixidó / Colaboradores

Antoni Gaudí, Santiago Rusiñol o Ramon Casas figuran entre los primeros viajeros que descubrieron esta comarca de la que Josep Pla diría después que era como una gran cazuela inclinada por su forma. El escritor ampurdanés glosó la Cerdanya en sus escritos por su gran insolación, su intenso verdor y los gigantes pirenaicos que la protegían.

Fue un palacete situado en medio de tres hectáreas de jardines por el que desfilaban personajes ilustres, desde intelectuales ilustres hasta el obispo de la Seu que, por tanto, era copríncipe andorrano, hasta que al comenzar la Guerra Civil fue ocupada por las milicias anarquistas, al frente de las cuales figuraba un tipo llamado el Cojo de Málaga. Fue sede de la capitanía ácrata principio y hospital de guerra después. Los propietarios fueron invitados a irse, incluso les acompañaron a coger el tren en Puigcerdà y no la recuperaron hasta la conclusión de los combates. Pero nada volvió a ser lo mismo y la residencia quedó medio abandonada, al tiempo que las secuoyas del exterior invadieron con sus raíces el recinto. 

Algunos viajeros asiduos de esta comarca fueron Antoni Gaudí, Santiago Rusiñol o Ramon Casas

Tras un tiempo poco menos que abandonada, los Boix la visitaron por invitación de José María Porcioles que ocupaba una finca vecina. Y allí empezó todo, aunque tardaron casi una década en conseguir comprarla. De su reconstrucción se encargó el despacho de arquitectos de Miquel Espinet, consumado gourmet, que la convirtió en el château afrancesado de gran lujo que es hoy, una fusión de pasado y presente, donde cuentan los detalles. 

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La Torre del Remei es uno de esos entornos entre históricos y novelescos, que igual es el refugio para una escapada romántica -su umbráculo resulta un lugar único bajo las estrellas para una boda- o un cobijo para desconectar de todo. De todo menos de la realidad de un paisaje único. Los hoteles son lugares de paso, pero hay algunos que sabemos que vamos a volver, porque, como escribió Brecht nos invita a concebir la vida como una novela, en la que somos protagonistas.

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