Dice Frédéric Beigbeder en el prólogo al libro de Charlotte Saliou Le Refuge des étoiles que, desde que en 2017 se mudara a Géthary (Aquitania), el hotel La Louisiane es su domicilio en París porque cuando viene aquí siente que tiene una familia de compañeros de piso - poetas, artistas decadentes, fiestas improvisadas en los pasillos, encuentros nocturnos - y, sobre todo, lo más preciado: inspiración.
No es extraño que Beigbeder se sienta acompañado en este faro cultural que lleva 199 años acogiendo con veneración a lo mejor de cada casa, lo raro es que su historia no la haya escrito él, por eso reconoce que Saliou lo ha hecho antes, con lirismo y con nostalgia, y agradece que los secretos de este hotel queden desvelados en la plaza pública.

Dos siglos. El hotel cumplirá 200 años, los últimos cien bajo la gestión de los Blanchot
Refugio mítico de intelectuales y artistas ubicado en el corazón de Saint Germanin des Pres, por sus pasillos y habitaciones han pasado y vivido desde Juliette Gréco a Jim Morrison, de Simone de Beauvoir a Quentin Tarantino, de Chet Baker a Keith Haring. Todos ellos con la vana confianza de saber que lo que pasaba en La Louisiane se quedaba en La Louisiane.
La Louisiane es memoria viva y concentra la mitología de un barrio históricamente bohemio. Es, además, un hotel muy bien situado que conserva el espíritu de los años cincuenta, cuando se cultivaban más las leyes de la amistad que las normas de la lógica del beneficio que impone el mercado.

Vestíbulo del Hotel La Louisiane en París
Lugar emblemático de creación y de libertad, La Louisiane ha sido el hogar de tantas celebridades vocacionalmente errantes que no es extraño que se le considere el Chelsea Hotel parisien. Charlotte Saliou es la acompañante y guía ideal porque, además de haber escrito su historia y haber sido recepcionista, se enamoró de Xavier Blanchot (miembro de cuarta generación de la familia de propietarios) y a día de hoy lleva la comunicación.
Fiel a su máxima de que más que un hotel es un lieu de vie y lugar de encuentros, nos sentamos en el bar del hall entre fotografías de Juliette Gréco, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Cossery. Todos ellos vivieron aquí.
Cossery vivió tanto tiempo en el hotel que falleció en su habitación, la 77
De hecho Cossery, apodado el dandy del Nilo, escritor egipcio que se jactaba de escribir dos frases al día (y publicar un libro cada diez años), vivió tanto tiempo que murió en su habitación, la 77. Gréco habitó la número 10, la que en la época era la única con bañera y en la que antes había vivido Jean Paul Sartre.

Lucian Freud, el gran pinto británico fue uno de los clientes del hotel
Hablar de Juliette Gréco son palabras mayores y su vinculación con este hotel daría para organizar un simposio. Musa de los existencialistas, joven rebelde vestida con traje de hombre, llegó a este hotel después de la liberación, cuando París necesitaba renacer. Para convencerla de que se dedicara a cantar su amigo Sartre, le escribió La rue des blancs manteaux y Raymond Queneau aportó Si tu t' imagine, de las primeras canciones con las que triunfaría en la mítica sala Le Boeuf sur le Toit.
En la película que hizo sobre el hotel Michael Le Veux, en 2015, la misma Gréco recordaba sus días en la chambre dix : “la vida son encuentros, si no hay encuentros no hay vida”. Sabía bien de lo que hablaba.

Dos genios. Jeanne Moreau y Miles Davis, en el rodaje del 'Ascensor' de Louis Malle, en 1957
En sus libro de memorias Je suis faite comme ça dedicó un capítulo a sus casi dos años en esta habitación donde, entre otras, vivió su gran historia de amor con Miles Davis. Un amor que extendería en el tiempo desde que se conocieran en 1949.
Según Davis, el romance no acabó en boda porque la amaba demasiado y su condición de hombre negro podía perjudicarla en época de segregación racial en Estados Unidos. “En París viví con la ilusión de la posibilidad” dijo él. “Vi un hombre de perfil, vi un dios. Entendí eso que llaman la belleza, el genio. Vi eso que se llama vida” escribió ella.
La vida son encuentros, si no hay encuentros no hay vida”
Charlotte recuerda por un lado el bestiario de creadores excepcionales que ha alojado el hotel y, por otro, celebra el secreto de su pervivencia en el tiempo: La Louisiane es, con diferencia, el hotel más barato de Saint-Germain-des-Prés. Es una actitud, una seña de identidad, una manera de permanecer fieles al espíritu bohemio al que se alió desde que la familia Blanchot se hizo con las riendas en 1926.
“Apostamos por un ambiente libertario y de resistencia porque tenemos ganas de ser felices”. La Louisiane no puede ser más familiar y su vocación no puede ser más filantrópica. La habitación individual cuesta 80 euros. Estamos en el sexto distrito, el más caro de París y, por consiguiente, a buen seguro el más caro de Francia.
La Louisiane está en el distrito más caro de País, sin embargo sigue manteniendo unos precios asequibles
No hay lujos, ni televisiones, ni pretenciosidad. Hay lo básico. “Aquí la gente gusta de sentarse, charlar, trabajar... gente que busca una atmósfera favorable a la creación. El funcionamiento es muy particular (hasta hace un mes no estábamos en Booking), se busca bajar el precios a los viajeros fieles, es nuestra manera de ser, la clientela es fiel y todos lo llaman la segunda casa, un vrai repaire (verdadero refugio)".
Deliciosamente decadente conviven en su arquitectura una mezcla de estilos superpuestos. Es un hotel sin más interés que el cobijo y en el mejor sentido de la palabra informal. Basta, como ejemplo, decir que la habitación 81 se encuentra en el cuarto piso habiendo varios más por encima del cuarto o que el año pasado Charlotte y el resto del equipo tuvieron que sacar a la fuerza a una clienta que no podía seguir pagando pero que, al no querer irse, se pertrechó en el baño.

Diva. Juliette Grecó, actriz y cantante, fue el símbolo de La Louisiane
En época de grandes cadenas hoteleras, La Louisiane dota de identidad a París y reivindica el legado emocional y cultural que heredan las generaciones. Algo queda en el glamur gastado de los músicos de jazz como Miles Davis, John Coltrane o Charlie Parker que aquí se hospedaban, de las visitas de Camus a su amante Juliette Gréco en la habitación 10, de las de Simone de Beauvoir a Natalie Sorokin en la 65 y de lo que sucedió en la 36 durante el rodaje de la película More de Barbet Schroeder con música de Pink Floyd y cuya cama sigue siendo fucsia.
Por el bien de París poco a nada ha cambiado en La Louisiane. Todavía hoy en día algunas noches turistas japoneses se despiertan a las tres de la mañana y bajan medio asustados a la recepción para preguntar si hay fantasmas, lo cual no deja de ser una pregunta descabellada, porque, por supuesto, es evidente que los hay.