Este museo es una joya de la belle époque que no debes perderte en tu próximo viaje a París

Con historia

Museo Jacquemart-André, reabierto en todo su esplendor, es la obra de Nélie Jacquemart, pintora brillante que cruzó su vida con la del millonario Édouard André y de ahí surgió en el siglo XIX 

Después de haber estado cerrado un año debido a unas importantes obras de restauración, el museo vuelve a abrir sus puertas

Después de haber estado cerrado un año debido a unas importantes obras de restauración, el museo vuelve a abrir sus puertas

© Culturespaces, Nicolas Héron

Al entrar hoy en el Museo Jacquemart–André, la mayoría de los amantes de literatura pensarán en Marcel Proust: es como deambular por las páginas de En busca del tiempo perdido y ser partícipe de un baile. Vienen a visitar la más bella colección privada de obras de arte de París, por cierto, pero es imposible evadirse del glamour de estos salones, que fueron el punto de encuentro de todas las celebridades de la moda y de la elegancia del final del siglo XIX, la belle époque.

Es la suma de las emociones y el entusiasmo de una pareja de coleccionistas que se transmite de forma sobrecogedora a los visitantes. Una pareja poco corriente: Edouard André y Nélie Jacquemart: él, riquísimo heredero, ella pintora de origen modesto, los dos, animados por una gran pasión por las artes, reunieron en este palacete parisino una fabulosa y ecléctica colección.

Es la suma de las emociones y el entusiasmo de una pareja de coleccionistas 

El matrimonio Edouard André y Nélie Jacquemart

El matrimonio Edouard André y Nélie Jacquemart

© Culturespaces

Hijo único de un brillante hombre de negocios y sobrino -también único- de un banquero todopoderoso, Edouard André nació en 1833. Treinta años más tarde se encontró dueño de una colosal fortuna - cuya gestión delegó a sus primos-. El dinero le interesaba esencialmente en la medida que le permitía sufragar  gastos considerables, relacionados con la vida de dandy que llevaba. De muy joven había empezado una carrera militar, las malas lenguas decían que la elección se debía a la belleza del uniforme, que le otorgaba un prestigio al que las mujeres eran muy sensibles. Cierto es que tenía una verdadera pasión por la equitación, era un muy activo miembro del Jockey Club y siempre ha tenido caballos en sus fincas.

El palacete que decidió construir hacia 1866, en el Boulevard Haussmann, tenía también unos establos considerables. Edouard André encargó la obra al arquitecto Henri Parent, que había llevado a cabo otros proyectos para él y su familia en París. Contemporáneo y rival de Charles Garnier, autor de l’Opéra, Parent, era un arquitecto ecléctico muy inventivo. Aquí aprovechó el desnivel importante de la parcela (situado en la falda de la colina Monceau,  donde ahora se encuentra el gran parque que lleva este nombre), para crear un edificio elegante en el estilo neoclásico. Hacia el bulevar diseñó un gran jardín elevado, presidido por una rotonda majestuosa, con dos rampas que pasan por debajo del edificio para conducir a la entrada principal situada en la planta noble.

La escalera del primer piso

La escalera del primer piso

© Culturespaces, Nicolas Héron

Los primeros bailes celebrados aquí en 1875 deslumbraron a los invitados, tanto por la generosa proporción de la sala de música con sus dos niveles de altura, como por su frondoso jardín de invierno, o la lujosa decoración de todos los otros salones, sus refinadas boiseries y sus tapices del siglo 18. La espléndida villa cuenta con todo el confort moderno y con una notable versatilidad: sus cerramientos corredores escamotables permiten ensanchar los espacios, adaptándolos para varios eventos.

Edouard André mostró un  interés real por la música y las artes. A partir de 1860, su joven tío Maurice Cottier – influyente miembro del jurado del Salón- le incitó a coleccionar, tanto pintura contemporánea como obras de arte decorativo. Asociado con Cottier, adquirió la mejor revista de arte de la época, la Gazette des beaux-arts; y en 1874 aceptó el cargo de presidir la Union centrale des arts décoratifs. Aquel año el Salón expuso con mucho éxito un retrato suyo, obra de la pintora Nélie Jacquemart.

La familia de André decidió concertar un matrimonio para retomar control del heredero a la deriva

Nacida en 1841 a París en una familia de clase media, Nélie fue adoptada – no se sabe bien por cuales razones- por una familia bien estante, los Bourdon de Vatry. En 1850 los Vatry adquiereron el dominio de Chaalis, a unos 40 kilómetros de París, es allí que Nélie Jacquemart creció. La visión magnifica del lugar le iba acompañar toda la vida; el bosque de Ermenonville, la vieja abadía con su capilla del siglo XVI pintada por Primaticcio… Así empezó su gran atracción por el Renacimiento y por Italia. Los Vatry  tenían allí una intensa vida mundana – rural y aristocrática a la vez- con partidos de caza, bailes y recepciones; esta particular efervescencia marcó a la joven Nélie.

Su vocación por la pintura fue alentada por sus protectores desde el primer momento, acondicionando un estudio de la propiedad, y luego inscribiéndola en una academia de prestigio. Los contactos de los Vatry hicieron posible que Nélie pudiese emprender un viaje a Roma, en 1867, con el privilegio de poder trabajar en la Villa Medici conjuntamente con otros residentes artistas. Exponía en los salones de pintura especializándose en retratos, con los que consiguió muy buenas críticas y premios. Como mujer poseía una firme voluntad de ascensión social, por lo que aprovecha las conexiones de los Vatry, y de otros amigos de la alta sociedad, para constituirse una clientela impresionante.

La sala de fumadores

La sala de fumadores

© Culturespaces, Nicolas Héron

Hombres políticos, militares, empresarios, aristócratas, periodistas y prelados – es la elite de aquel tiempo, el universo de Marcel Proust. Por cierto, círculos muy alejados del impresionismo y de otras formas de modernidad que experimentaban algunos de sus contemporáneos.

Entretanto, hacia el final de 1870, el estado de salud de Edouard André empezó a empeorar de una forma alarmante. Estaba enfermo de sífilis, afectado mentalmente también, hasta el punto de que una cortesana y sus secuaces reinaban en su morada. La familia de André decidió concertar un matrimonio para retomar control del heredero a la deriva. Fue el mismo Maurice Cottier quien tuvo la iniciativa de sugerir a Nélie Jacquemart  para este papel, por su carácter tenaz y su fuerte personalidad. Superando todas las expectativas, el feliz matrimonio duró trece años y les permitió alcanzar una generosa meta común: constituir una gran colección de arte dedicada al público.

La curiosidad insaciable de la pareja fue el motor de un sinfín de peregrinaciones;

Se casaron en 1981 sorprendiendo a todo París por la disparidad de sus circunstancias. La remodelación del palacete empezó poco tiempo después, materializando así el proyecto de la pareja. En un primer momento, adquirieron centenares de piezas, de varias épocas, en ventas prestigiosas o bien proporcionadas por los mejores anticuarios de Europa y del Oriente Próximo. Chimeneas, puertas y techos del Renacimiento importados con grandes gastos cambiaron radicalmente la percepción del interior.

Recorriendo toda Europa en búsqueda de obras, Nélie y Edouard – cuya salud se había estabilizado- sus preferencias estaban encabezadas por la pintura veneciana -Mategna, Bellini, Carpaccio- y la escultura florentina, sobretodo los bronces de Donatello. El gran atelier que Eduardo acondicionó para su esposa en el primer piso del palacete –pensando que ella continuaría pintando- se transformó, de hecho, en un museo italiano. En la planta baja se instalaron las pinturas holandesas y flamencas del siglo XVII – Rembrandt, Frans Hals- rodeadas de exquisitos objetos de arte.

Detalle de uno de los salones que dan al jardín

Detalle de uno de los salones que dan al jardín

© Nicolas Héron

Viajes en trenes de lujo o en barcos privados, siempre acompañados por sus secretarios y  el personal doméstico, la curiosidad insaciable de la pareja fue el motor de un sinfín de peregrinaciones; a veces paraban también en Marienbad o Saint Moritz, balnearios benéficos para la salud de Edouard. Era una época en que no existían restricciones para la libre especulación de obras de arte, como lo ostentan los dos conjuntos de frescos de Tiepolo, que en 1893 fueron arrancados de sus muros en Venecia para ser vendidos.

Edouard André falleció en 1894, no sin antes de redactar un testamento a favor de su esposa –que la familia André impugno sin éxito. Nélie heredó una inmensa fortuna que utilizó en gran parte para llevar a cabo el proyecto del museo. Con su autoridad natural decidió de transformar el jardín de invierno en un espacio espectacular, dominado por una escalera que conduce al primer piso, allí se encuentra uno de los grandes frescos de Tiepolo. Los espejos y la luz diurna, proporcionada por una gran claraboya, forman parte del encanto incomparable de esta escalera Tiepolo.

Nélie heredó una inmensa fortuna que utilizó en gran parte para llevar a cabo el proyecto del museo

En una de sus expediciones a través del mundo – siempre a la caza de tesoros para enriquecer su museo – Nélie recibió la noticia de que el dominio de Chaalis estaba en venta: regresó y lo compró sin dudar  en 1902. El paraíso de su juventud en el que era ella ahora la anfitriona, organizaba fiestas y cacerías, y supervisaba sin parar un sinfín de obras. Loss últimos años de su vida, Nélie continúo sus expediciones adquiriendo obras, pero sus estancias en su palacete de París fueron más escasas.

Regresando de un viaje en Italia en 1912, Nélie Jacquemart-André falleció. Había ya decidido legar todos sus bienes a la Academia Francesa con el fin de transformar tanto el palacete parisino, así  como la abadía de Chaalis, en museos abiertos al público. Dos guerras mundiales y varias dificultades administrativas hicieron que solamente en los noventa, se dieran las condiciones para que el Museo Jacquemart-André entrara plenamente en el circuito de grandes museos parisinos. Desde entonces, una serie de exposiciones ambiciosas han añadido prestigio al ya fascinante lugar.

'Virgen y el Niño con San Juan Bautista y los ángeles', pintura de Botticelli del siglo XV

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