Llegar a este espectacular valle era, a mitades del s. XIX, una auténtica proeza. Dicen que el doctor y farmacéutico Salvador Andreu había llegado a lomos de un burro cuando acompañaba a su padre, el notario Rafael Andreu Tramullas, al sanatorio de Font Romeu para tratarse del asma. El doctor Andreu fue uno de los primeros turistas de la Cerdanya, se enamoró de su paisaje, de su clima seco y soleado y, ya casado con Carmen Miralles, decidió afincarse. Compró entonces todos los terrenos de la parte que mira hacia Francia de alrededor del Lago de Puigcerdà y edificó allí su casa, una torre modernista que encargó al arquitecto Emili Sala, con dos pistas de tenis, bolera y frondoso jardín, donde, a partir de 1887, pasó los veranos con la familia.
En aquellos primeros tiempos, el viaje, en tren hasta Ripoll, y el resto en diligencia, podía durar dos días. “Luego, mis bisabuelos se instalaban allí tres meses con sus seis hijos y el servicio. Pero la bisabuela, a la que podía, se largaba a París y los dejaba a todos allá. Ella era joven y de un espíritu libre, deliciosa”, dice Lali Graells, descendiente de la tercera generación de esta familia.
El 'rovell d'ou'
Junto al lago, se afincaron Germán Schierbeck, cónsul de Dinamarca, y otras importantes familias catalanas, los Volart, los Bufill, los Buxareu…
Los veranos eran apacibles, excursiones a caballo, picnics, paseos en barca por el lago y, sobre todo, música. En casa Andreu todos tocaban un instrumento, Salvador el armonio, su mujer el arpa, las hijas, Carmen, Madronita y Paquita, el arpa y el piano. El compositor José Vallcorba era su profesor, también les daba clase Enric Granados que, en verano, pasaba temporadas con ellos.
Junto al lago, se había afincado también Germán Schierbeck, Consul de Dinamarca en Barcelona, y otras importantes familias catalanas, los Volart, los Bufill, los Buxareu… todos ellos propietarios de hermosas casas de estilo modernista, con amplios jardines rodeados de magníficos muros y rejas que aún se conservan.
Este grupo, junto con casa Mata, constituye la vieja guardia del Puigcerdà antiguo. Los hermanos Juan y Lorenzo Mata Pons, que tenían raíces familiares en Das, llegaron a Puigcerdà en 1881, adquiriendo una extensa finca justo al lado de la frontera con Francia, y edificando allí una fantástica torre de veraneo con sofisticado jardín inglés e interiores muy cuidados.
“Juan, mi bisabuelo, casado con Juana Juliá, tuvo cinco hijos –dice Pepe Mata–. Años más tarde, en 1924, uno de ellos, José, mi abuelo, como ya no cabía en casa de sus padres, compró el Mas Florensa”, a escasos metros de la frontera francesa. Unificó sus dos masías, creando una importante explotación agrícola y una vivienda que utilizó como residencia de verano. En 1927, dado que él y la mayoría de sus amigos, eran muy aficionados a montar a caballo, construyó en su finca un campo de Polo, donde se celebraban elegantes torneos.
El barrio del golf
Los campeonatos de golf se disputaban en el pequeño campo que Felipe Bertrán Güell había construido en sus terrenos
A los torneos de Polo se sumaron los campeonatos de golf que se disputaban en el pequeño campo que Felipe Bertrán Güell había construido en sus terrenos, situados en la vertiente soleada del valle, una zona totalmente pelada, sin árboles, llamada Pla de la Mala Mort. Para regarla, construyó un depósito enorme de agua que compró del canal de Gerd, al cabo de los años, se había convertido en un vergel. Empezó a urbanizar por la parte baja, tocando a la carretera general, y fue subiendo. En la zona más alta hizo el Real Club de Golf de la Cerdanya, un golf privado de 9 hoyos cortos, que inauguró el rey Alfonso XIII poco antes de exiliarse. “Mi padre construyó también un hotel que frecuentaban sus amigos y todos acababan comprando parcelas para construir sus residencias de veraneo – asegura Juan Antonio Bertrán - eran casitas sencillas, tipo chalets suizo, muy lejanas como concepto a la arquitectura autóctona, pero que se adaptan bien a este clima”.
Ahí nació el actual barrio del golf que marcó una nueva etapa en la historia del veraneo en la Cerdaña al desplazar el epicentro de Puigcerdà al Pla de la Mala Mort. “Con la llegada del automóvil ya no era necesario estar en el centro, pero por si acaso, mi padre organizó un autobús que, por las mañanas, llevaba al personal a comprar Puigcerdà”, narra Juan Antonio Bertrán.
Las casas permanecían completamente cerradas durante el invierno, y en verano, había que empezar a montarlas desde cero. Los niños, el personal de servicio y los baúles con toda la ropa, solían trasladarse en tren. Los más osados, viajaban en coche por la Collada de Tosas que en aquellos tiempos no estaba ni asfaltada, “yo he llegado a cruzarla en un Ford T con dos o tres bidones de agua para echarle por el camino. Era peligrosísimo, porque de tanto pasar coches por el mismo sitio tenía unos baches muy pronunciados”, cuenta Juan Antonio Bertrán.
Casas confiscadas y quemadas
El inicio de la guerra, el 18 de julio del 36, sorprendió a muchos veraneantes en la Cerdanya. Al día siguiente, todos estaban en Francia
El inicio de la guerra, el 18 de julio del 36, sorprendió a muchos veraneantes en la Cerdanya, algún amigo del pueblo de Puigcerdà les suplicó que se marcharan porque que iban a por ellos. Al día siguiente, todos estaban en Francia. La familia Andreu cerró la casa y salió como un día cualquiera de excursión, solo con lo puesto, los coches descapotados y las cestas del pícnic. No volvieron hasta al cabo de tres años. La mayoría de las casas de los veraneantes fueron confiscadas y acabaron bombardeadas o quemadas. Eso pasó con Casa Mata, y nunca más se reconstruyó. “El Mas Florensa se salvó por tratarse de una explotación agrícola– dice Pepe Mata – lo heredó mi abuelo, pasó luego a sus hijos y lo dividimos luego entre todos sus descendientes. Sigue intacto.”
En cuanto a las casas del barrio del Golf, todas fueron quemadas. “Después de la guerra, mi padre las compró de nuevo -dice José Felipe Bertrán– y aprovechando un crédito de reconstrucción nacional, las reconstruyó y las volvió a vender a otros veraneantes, o sea, que hizo la urbanización dos veces. El campo de golf también lo fue vendiendo por parcelas, al final ya no quedaba espacio.”
Entonces, Pepe Andreu Miralles, que poco antes de la guerra había comprado la extensa finca Mas Aransó, en la parte baja del “Pla de la Mala Mort, lindando con la margen derecha del río Carol, propuso a Felipe Bertrán trasladar el Real Club de Golf a sus dominios y, en 1942, bajo la dirección técnica de Javier Arana, inauguró los primeros nueve hoyos que, en 1948, aumentaron a dieciocho, ofreciendo un recorrido espectacular entre abetos, chopos y todo tipo de árboles de hoja caduca que llenan de colorido el otoño. Actualmente el campo cuenta ya con 27 hoyos.
Mas Aransó, una casa con 40 suites
Recreo de políticos, militares, músicos, empresarios, intelectuales, aristócratas...
“Pepe Andreu, mi abuelo, había heredado la casa grande del lago, pero allí estaban su madre y sus hermanas con todos sus hijos, por lo que, en 1934, decidió comprar Mas Aransó – dice Salvador Andreu, bisnieto del Dr. Andreu – Al finalizar la guerra, dado que sus hermanas ya disponían de varios terrenos en los alrededores del lago que les había donado su padre, convierte la casa grande en Hotel y él se traslada al Mas Aransó.”
Al antiguo Mas le añadió un patio y nuevos cuerpos de edificio, una casa para los payeses que cuidaban de la explotación agrícola y ganadera, y construyó una torre enorme, original y única en su estilo, para sus invitados, con frontón, piscina, pistas de tenis, gimnasio, salas de ping-pong, de billar y de bridge, cuadras con caballos, y espacio para las cocinas y el personal de servicio en la parte alta. El nuevo Mas Aransó se inauguró en 1947. “El abuelo era más bien serio y muy trabajador, pero le gustaba estar rodeado de gente. Él siempre vivió en el Mas antiguo, la casa grande la hizo para sus hijos y los amigos de sus hijos. Allí se alojaron políticos, militares, músicos, empresarios, intelectuales, aristócratas… gente variopinta. La mezcla era interesante y la casa tenía una vitalidad tremenda.”
Los años 50 y 60 fueron potentes. Llegaron nuevas familias de apellidos ilustres como los Godó, Güell, Riviére, Bertránd y Serra, Fabra, Conde de Egara, Daurella, Rosal, Valls, Vilá y otros. Casas muy buenas que pasaron a formar parte de esta exclusiva colonia de veraneantes.
A finales de los años 60, Pepe Andreu empezó a impulsar el complejo residencial La Devesa, un proyecto del arquitecto Antonio Bonet Castellana, ubicado en los alrededores del nuevo campo de golf que Andreu había financiado.
Florecientes años 60
Además de los deportes habituales, se pusieron de moda las piscinas; en las casas del barrio del golf había varias
Los veranos continuaron siendo eminentemente deportivos, paseos a caballo, largas caminatas, campeonatos de golf y, en esos años, se pusieron de moda las piscinas; en las casas del barrio del golf había varias, la competencia era fuerte, pero las de los Rivière, Godó o Daurella eran las preferidas. Por las tardes, el centro de reunión era el Mas Aransó, y por las noches, se organizaban eventuales fiestas y cenas de gala en los salones del Hotel del Golf y del Chalet del Golf.
A partir de 1950, en el Real Club de Golf se organizaron torneos a nivel internacional, como el Open de España, o el Match España-Inglaterra, a los que acudían jugadores extranjeros de primera categoría, y el Trofeo Conde de Godó, una prueba amateur de gran prestigio, llenaba de glamour el final de la temporada de verano.
“Cuando teníamos 16 años, íbamos a caballo por toda La Cerdaña, no había nada más que bosques, era un auténtico paraíso. Desde nuestra casa veíamos la Collada, tampoco había coches, cuando divisábamos unas luces sabíamos que llegaba nuestro padre. Todo era solitario –recuerdan José Felipe y Juan Antonio Bertrán Caralt–. Ahora la Cerdanya ya no es lo que era, la apertura del Túnel del Cadí ha dado entrada a un turismo masivo, la carretera se ha quedado pequeña, pero los que llegan están encantados. Nosotros, los de nuestra generación, somos los únicos testigos de cómo era antes y de cómo ha cambiado.”