El Oyster Perpetual, el clásico entre los clásicos, ha hecho un sorprendente cambio de estilismo en su nueva versión y llega en tonos de lo más festivo. Verde, turquesa, amarillo, rojo coral, negro y azul marino (hay también una versión en gris y oro y otras, más femeninas, en rosa candy y rosa palo) dan un aire sorprendente a la esfera del más emblemático de los Rolex. El icono del estilo atemporal que fue bautizado como Oyster Perpetual por tratarse del primer reloj de pulsera hermético del mundo (de ahí lo de Oyster) y por su intención de ser un clásico (esa es la razón del Perpetual).
Esta pieza, sobre la que la manufactura ha construido su reputación entera desde que se lanzó en 1926, fue toda una aventura desde el primer momento. De hecho en aquella época los relojes de pulsera no se consideraban fiables (y en la mayoría de los casos no lo eran), pero el fundador de Rolex, Has Wilsdorf, hizo lo imposible para conseguir un movimiento fiable (primero los importó de pequeños talleres suizos a Londres para conseguir ahí certificaciones en 1914 y cinco años más tarde se trasladó a Ginebra para poder hacer los propios) pero sobre todo una caja que pudiera darle la hermeticidad necesaria. Por eso trabajó en una caja maciza, la Oyster, que patentó en 1926 y que, por primera vez dispuso no en un reloj de bolsillo si no de pulsera.
Pero, puesto que decir que un reloj es hermético no es lo mismo que demostrarlo, el aplicado relojero aun dio un paso más un año después de concebir el Oyster Perpetual. Y puso su mecanismo en la muñeca de una inglesa llamada Mercedes Gleitze cuando esta nadadora anunció su intención de atravesar el canal de la Mancha.
La travesía duró más de diez horas y, tal como esperaban los maestros relojeros, el reloj seguía funcionando a la perfección. Inciaba así también el concepto de “testimoniales” con que la firma ha acompañado algunas de las hazañas más remarcables de la historia del siglo XX… y del actual.
Origen
La 'ostra' completó su éxito con el mecanismo 'perpetual', el primer automático
Su ostra fue el inicio de su éxito. Y de este icono que recibió la segunda parte de su nombre, perpetual en 1931 cuando consiguió para su reloj un mecanismo de cuerda automática con rotor libre, el primer mecanismo automático del mundo y una obra de arte que se encuentra hoy en el corazón de todos los relojes automáticos modernos. Su invento, una auténtica revolución, quedó también patentado y marcó, como es de suponer, un antes y un después en la industria relojera.
En 1933, el Rolex Oyster también acompañó a la primera misión que sobrevoló el Everest y también en los años treinta Rolex y sir Malcolm Campbell, uno de los pilotos más rápidos del mundo, se unieron en la búsqueda de la velocidad.
Récords
Sir Malcom, el rey de la velocidad, fue uno de los primeros testimoniales de la firma
Y la encontraron: el 4 de noviembre de 1935, al volante de su Bluebird y con un Rolex en la muñeca estableció el récord terrestre de 300 millas por hora en 485 km/h… Luego, entre 1924 y 1935 sir Malcolm batió el récord mundial de velocidad hasta nueve veces. Cinco en Daytona Beach, Florida.
El año 1945 fue testigo del nacimiento del Datejust, el primer cronómetro de pulsera de cuerda automática en indicar la fecha a través de una ventanilla en la esfera.
Equipado con un brazalete Jubilee creado especialmente para este modelo y un bisel estriado que lo identificaba de forma inmediata como Rolex, se convirtió al instante en el pilar de la colección Oyster. Disponible inicialmente en versión masculina, varios modelos en versión femenina hicieron su aparición a lo largo de la década siguiente.
La de ahora, la versión más nueva recientemente presentada, es fiel a sus orígenes y a todas esas historias que han convertido a estos relojes en auténticos iconos. Herederos directos del Oyster original siguen fieles a: la precisión cronométrica, la hermeticidad de la caja Oyster y la cuerda automática del movimiento por rotor Perpetual.
Colores
Sorprenden los colores pero tienen su justificación histórica
Fabricados exclusivamente en acero Oystersteel, con acabados cuidados: son la forma más depurada del cronómetro de muñeca, tratamiento antirreflejos aplicado en el reverso del cristal de zafiro en la nueva generación del Oyster Perpetual ( y una legibilidad óptima de la esfera) aportan la sorpresa de los nuevos colores que… al final también tiene su explicación.
En esta nueva temporada en que Rolex ha dotado su Submariner y su Submariner Date con una caja de 41 milímetros, también el Rolex Oyster Perpetual va a esas medidas en substitución a las anteriores cajas de 39 milímetros.
Una decisión atrevida (los amantes de Rolex admiten los cambios, pero los discuten) a la que se unen la de las propuestas de tonos. Si en 2016 llegaron las esferas uva, azul, gris, blanca y negra en ese diámetro que se adapta a todas las muñecas, ahora, con los modelos de 41 milímetros, el hecho de apostar por colores tan llamativos (se repite: verde, turquesa, amarillo, rojo coral, negro y azul marino) para la colección permanente como mínimo ha sorprendido.
No es la primera vez. La laca Stella, un guiño a la obra del artista Frank Stella, ya dio color a los Rolex en los años setenta en que las esferas se lacaban a mano (en varias etapas y capas) y el resultante eran siempre relojes únicos. Todos coloridos y vistosos pero diferentes entre sí. Entonces no gustaron. Se cuestionaron. Y hoy en día son objeto de deseo. Una rareza difícil de conseguir incluso para los grandes coleccionistas.