Valencia: 800.000 habitantes, 19 distritos y 87 barrios. Entre estos últimos, posiblemente el más conocido sea El Carme o El Carmen, en pleno casco histórico. Allí está la plaza de Manises, corazón del poder político valenciano, pues tres imponentes palacios enfrentados y separados por la plaza son las sedes de la Generalitat valenciana y de la Diputación local. Entre estos se alza una curiosa estatua de Francisco Pizarro que se inauguró en 1969 como Homenaje a la Raza Española. El aire antiguo del monumento se lo da la columna dórica sobre la que se instaló la figura del conquistador, recuperada del antiguo Hospital General, del siglo XVI.
Tras Pizarro y un alto ciprés, la fachada principal del Palacio Vallier: cinco pequeñas ventanas cuadradas en la parte superior, catorce balcones de hierro colado con sus correspondientes puertas, cuatro ventanas enrejadas en los bajos y un gran portalón central que ocupa dos alturas y da la bienvenida a los huéspedes desde el pasado 25 de noviembre, fecha de su inauguración, 136 años después de la finalización de las obras del edificio.
Un edificio con historia
De Baylía de Jaume I a Casa Americana
En el mismo solar donde se levantó el edificio que actualmente es un precioso hotel de la cadena valenciana MyR, se levantaba la Baylía general, una casa que albergaba al Bayle o responsable de la administración de las finanzas de la casa real, cargo de peso que se remonta a tiempos del de Jaume I el Conquistador, rey de Aragón, de Valencia y de Mallorca, conde de Barcelona y de Urgel, señor de Montpellier y de otros feudos en Occitania, ni más ni menos. En el antiguo edificio, además de la vivienda del administrador también se ubicaba el archivo del Real Patrimonio.
En 1878 la casa acabó en manos del hacendado Francisco Royo y Salvador, que cinco años más tarde pidió al arquitecto Salvador Monmeneu que le diseñara su nuevo domicilio particular, un edificio modernista, en aquel solar. El arquitecto receptor del encargo ya conocía la zona, pues fue quien remató las obras del palacio de La Real Maestranza de Caballería de València, sede del cuerpo nobiliario local que queda a un corto paseo del Palacio Vallier.
Royo no pudo disfrutar de su vivienda mucho tiempo, pues falleció poco después de estrenarla: en 1885, que fue la quinta ocasión en que la epidemia del cólera afectó a València en el siglo XIX. Los herederos de Royo realizaron modificaciones interiores y algunas exteriores a la casa en los años 20 del siglo pasado y con la llegada de la Guerra Civil española, el edificio quedó incautado. La singularidad de esa acción es que acabó siendo sede judicial: ni más ni menos que del Tribunal Supremo de la IIª República, que tuvo que salir de Madrid ante el avance de las tropas golpistas.
Tras ese paréntesis, los propietarios pudieron regresar a sus casas, aunque parte del edificio tuvo que ser cedido al Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones, institución oficial creada por el régimen franquista destinado reconstruir zonas especialmente dañadas por la guerra. Sus cometidos incluían todo tipo de trabajos, aunque las reconstrucciones se centraron en iglesias, monumentos y edificios públicos. En una segunda etapa, las anteriores oficinas acogieron la sede de la Casa Americana, una serie de centros creados por la embajada de Estados Unidos en España a partir de los años 50 en varias ciudades del país como puntos de intercambio cultural. Finalmente, y antes de estar totalmente cerrado durante una década, la Casa Vallier acogió oficinas y despachos de la Diputación, aprovechando la cercanía del edificio principal de esta institución.
Tratándose de un edificio histórico, era casi lógico que inversores locales estuvieran interesados en hacerse con el edificio de la Plaza de Manises para instalarse allí creando un pequeño hotel de lujo. Los responsables fueron MyR, filial de Comatel, uno de los mayores distribuidores de máquinas recreativas en el mercado español y con importantes intereses inmobiliarios. Para diversificar sus inversiones, han entrado en el sector de los hoteles con tres establecimientos tipo boutique de cinco, cuatro y tres estrellas, y un aparthotel, todos en la ciudad y en marcha la incorporación de un cuarto establecimiento en València. “Estamos desplegando un pequeño grupo con mucho encanto por la ciudad y está siendo un proyecto muy interesante en una ciudad de gran tirón y que necesitaba este tipo de establecimiento”, comenta Joan Soldevila, que fue nombrado director general de MyR desde pocos días antes de la apertura del Palacio Vallier.
Inversores locales
Comatel, distribuidor de máquinas recreativas, ha entrado en el sector con su filial MyR, con tres hoteles tipo boutique y un aparthotel, todos en la ciudad
Soldevila, miembro de una familia de gran tradición en el sector, conoce bien la plaza, pues durante seis años fue el director de un clásico de la ciudad: el Astoria, uno de esos hoteles “donde pasa casi todo lo que pasa en una ciudad”. Previamente dirigió importantes hoteles en Barcelona y ejerció varios cargos en otros establecimientos de Suiza y Reino Unido, trabajando también en el sector de la aviación fichado por British Airways. Actualmente está al timón de este grupo valenciano que aun con el frenazo del Covid, está estudiando oportunidades de expansión en un momento singular que a su vez puede ser una oportunidad.
Además de un gentleman, Soldevila es un gran conversador y se le ilumina la cara cuando relata todo el trabajo que hay detrás de un hotel tan singular como el Palacio Vallier, que fue uno de los primeros de València en reabrir tras la clausura general obligada por el estado de alarma decretado en marzo. “Es una joya y un paseo por la historia. En sus pasillos y áreas comunes no es difícil imaginar la vida de la alta burguesía local a finales del XIX y principios del XX”, indica.
Tiene razón: la reconstrucción y rehabilitación del hotel ha sido un auténtico trabajo de orfebrería del que han salido 28 habitaciones diferentes, una junior suite y dos suites. Estas dos últimas son, cada una a su estilo, espectaculares, con elementos decorativos que pueden hacer creer al huésped que están alojados en la casa de Jay Gatsby, el protagonista de la novela de 1925 El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, encarnado en el cine por Robert Redford y Leonardo di Caprio.
Colaboración con Lladró
La firma de porcelana tiene presencia en el hotel en una suite y en la coctelería, el Lladró Lounge, que recrea los bares de los años 30
Dejando al margen el cine, como el resto de las habitaciones, ambas suites cuentan con todo tipo de detalles y guiños de confort al huésped y estas dos tienen un auténtico capricho a los pies de la cama: bañeras de mármol de finales del XIX que ya estaban en la casa, una verdadera joya acuática que se pudo conservar y trasladar a las habitaciones con más personalidad del edificio: la Presidencial y la Lladró.
La suite no es el único lugar llamado Lladró en el Vallier: la coctelería de la casa es el Lladró Lounge, un espacio que de nuevo vuelve a recordar a los bares de los años 30, donde suena la música justa y un equipo de bartenders con muy buena mano preparan excelentes copas a huéspedes y locales que empiezan a tener ese bar como referente de la alta coctelería de la ciudad.
Lladró ha sido una de las marcas españolas más reconocidas en el mundo con sus archifamosas figuras decorativas fabricadas desde los años 50 en la factoría de Tabernes Blanques (Valencia). El estilo de la Lladró actual, llevada por una nueva generación, empieza a tomar distancia de la original y parte de sus diseños están en consonancia con la actualidad. Son estos últimos, como la serie The Guest de Ricardo Cavolo o Paul Smith, además de otras sobrias figuras y objetos en mate, las que decoran de manera rotatoria el bar gracias a un acuerdo con el fabricante y de manera permanente también están en otros espacios del edificio, como las figuras que acompañan al huésped durante todo el tramo de escaleras por el hueco de estas.
Vistas privilegiadas
En la azotea, una agradable terraza permite disfrutar de vistas al Palacio de la Generalitat y también de campanarios, cúpulas y tejados
En la parte superior del edificio, una agradable terraza permite disfrutar de vistas al Palacio de la Generalitat desde un lugar de privilegio, también de campanarios y cúpulas, tejados de lo más variado, vistas de 360º, amaneceres y puestas de sol, además de ejercer de espacio para beber o comer algo, aunque para esto último, la gran oferta está en un restaurante llamado La perfumería. “El nombre no es casual: en el subsuelo, durante unas obras, se hallaron unos los restos curiosos que un equipo de arqueólogos determinó con sorpresa que se trataba de una antigua perfumería romana del siglo III”, comenta un sonriente Soldevila que, entusiasta, remata la conversación y la visita con una frase propia que se ha convertido en el lema del establecimiento: “Este es el hotel Boutique de cinco estrellas que València estaba esperando”.