Marfa, Texas: el pueblo más ‘cool’ de América
Gastronomía mexicana
La pequeña localidad fronteriza que enamoró al artista Donald Judd en los años 70 ubica ahora el restaurante The Capri, convertido en lugar de peregrinaje
“¿Qué demonios es Marfa?” Estas fueron las palabras que el chef Rocky Barnette pronunció cuando, en 2007, le propusieron un viaje hasta esta localidad texana, en el estado de Presidio. Poco se imaginaba que, un año después, dejaría su trabajo como chef en uno de los mejores restaurantes de Estados Unidos, compraría una casa en Marfa y se convertiría en residente de este lugar fronterizo con México. Y ni en sus mejores sueños que, unos años después, dirigiría The Capri, el restaurante de moda de una localidad que se considera el destino cultural más cool de América.
Barnette no era el primero que sucumbía a los encantos de este pueblo de apenas dos mil habitantes, fundado a finales del siglo XIX como parada para que los trenes que iban hacia el Oeste se aprovisionaran de agua. Marfa está en medio de la inmensidad del desierto de Chihuahua, que se extiende por México, Texas y Arizona. Sus edificios son bajos –la mayoría hechos en adobe, algunos de estilo art-decó- y su cuadrícula urbana, sin interés aparente. A veces, por las calles ruedan esas bolas de plantas secas que aparecen en las películas del Oeste y resuenan los aullidos de los coyotes.
A Marfa la puso en el mapa el artista minimalista Donald Judd, que se enamoró del lugar a principio de los años 70. Hasta entonces, el pueblo solo era conocido por un puñado de amigos de lo paranormal debido a unas misteriosas luces (las Marfa Lights) que aparecen de vez en cuando en el horizonte. Judd pensó que el lugar sería perfecto para vivir con su familia y trabajar en paz, así que fue adquiriendo diversas propiedades y terrenos. Entre otros, transformó un fuerte del ejército en desuso en un museo de arte contemporáneo, la Fundación Chinati (en homenaje a la cadena montañosa cercana a Marfa), donde realizó algunas de sus instalaciones al aire libre.
En el centro de Marfa está también la Fundación Judd, regentada por sus hijos, que gestiona la Mansana de Chinati: un recinto cuadrado, rodeado de un muro de adobe, donde se encuentran la casa del artista –una oda a la simetría, decorada con sus muebles minimalistas-, su jardín y su alberca, además de dos antiguos hangares militares, que utilizó como estudio.
Cuando Judd murió en 1994, Marfa ya se había convertido en un lugar de peregrinaje de los primeros hípsters, que se mezclaban con los cowboys de la zona. Con el tiempo, y en paralelo a los visitantes inquietos, surgieron nuevas iniciativas culturales. Como la Fundación Lannan, que tiene un programa de becas para artistas y escritores, y el Ballroom Marfa, un pequeño museo de arte contemporáneo ubicado en un antiguo salón de baile de 1920. Sus artífices son responsables de la instalación Prada Marfa; una réplica de una tienda de Prada construida en una carretera perdida que se ha convertido en una “sensación cultural” –según The Guardian- y que ha visitado hasta Beyoncé. Sin olvidar la librería The Marfa Book Company, con una sección de libros de arte que nada tiene que envidiar a las de las mejores librerías de Nueva York.
Pero en un lugar con tanto movimiento cultural faltaba algo: el restaurante cool. Este no llegó hasta que Virginia Lebermann, artífice del Ballroom Marfa, compró un hotel en ruinas en el centro de la población. El hotel tenía a su lado otro hangar abandonado, que Lebermann pensó que sería ideal para albergar un restaurante. Solo faltaba el chef.
Y ahí entró Rocky Barnette, cuyo curriculum era perfecto para ponerse al frente del establecimiento. Había trabajado durante una década en el Little Washington, un restaurante con tres estrellas Michelin, y era un apasionado de la gastronomía mexicana, muy presente en la zona (Texas fue parte de México hasta 1845). Así nació The Capri, que desde su apertura en 2016 ha encandilado a los implacables críticos gastronómicos estadounidenses.
El New York Times, por ejemplo, cayó rendido a los encantos de los platos inspirados en la cocina mexicana ancestral y realizados con ingredientes locales, como el mezquite (un árbol parecido a la mimosa, cuyas semillas se usan para hacer pan) y el nopal. Las tortillas, amasadas con distintos tipos de harina de maíz, son otra de las delicias del Capri, que también apuesta por platos provocadores, como el caviar texano. Las ensaladas se elaboran exclusivamente con ingredientes del huerto del restaurante, las carnes son de primera, naturalmente, pero no se desdeñan los chapulines (saltamontes fritos), típicos de la cocina mexicana, que desde 2010 es patrimonio inmaterial de la Unesco.
Los cócteles que se sirven en el bar el Capri tienen siempre un toque especial, como el hibiscus en las margaritas, mientras que los postres reinventan las refrescantes paletas (polos) mexicanas, mezclando los sabores. Ahora 80 de estas recetas pueden encontrarse en Cooking in Marfa (Phaidon) un magnífico libro de esta editorial inglesa, famosa por sus libros de cocina, que pone de relieve la singular cocina The Capri, en Marfa, Texas.
Cooking in Marfa: Welcome, We’ve Been Expecting You. Textos: Virginia Lebermann y Rocky Barnette. Fotografía: Douglas Friedman. Editorial Phaidon