Junto al río Meolo, cerca de Treviso, hay una franja de terreno que es como una pequeña isla. Allí se ubica la granja con una maltrecha vivienda levantada en los años setenta que heredó el diseñador gráfico Maurizio Guizzo, originario de Véneto, pero que vivía en Ginebra. Junto a su esposa, Paola Gherardelli, decidió recuperarla y para ello contaron con la ayuda de un vecino, el arquitecto Silvio Stefani (estudio Metamorphosi104). El punto de partida fue la preservación del paisaje que se ha mantenido intacto y a salvo del crecimiento urbano. La casa se derribó y reconstruyó con el tamaño y las proporciones de las antiguas fincas de campo venecianas.
Para el techo a dos aguas se utilizaron tejas recuperadas y, como en las construcciones de la época, no hay canalones. La piel de la casa es de bloques de cáñamo, con una capa de 40 cm de espesor que aísla de la humedad, el calor y el frío. Todos los techos y algunas paredes están hechos con madera recuperada de la obra, mientras que la cocina y los baños tienen una estructura de hormigón. El gusto por la autenticidad, los materiales nobles de proximidad y el minimalismo formal también se refleja en el interiorismo, con piezas de la firma Flexform escogidas con gusto.
El corazón de la casa es la gran sala de estar, que ocupa la altura completa de la finca. Los grandes ventanales con marcos son de hierro pintado y las puertas pivotantes ponen el interior y el exterior en comunicación directa. Aquí, el sofá Groundpiece, con estantes contenedores y diseñado por Antonio Citterio en el 2001, es el protagonista y se ha colocado justo en el centro del salón. Este sistema modular superventas representa la quintaesencia de la comodidad, que forma parte del ADN de la firma italiana, y es especialmente atractivo y acogedor gracias a sus amplios cojines de pluma de ganso y a sus rodillos de apoyo.
En verano la vida transcurre en el jardín, el marco perfecto para la colección Hamptons, diseñada también por Citterio. Sofás modulares y tumbonas generosamente acolchados, rematados con un perfil de gorgorán, un elegante detalle de confección que muestra la fuerte vocación de la firma por el arte sartorial incluso en los productos para exteriores.
Máxima comodidad
Hacer los sofás y sillones más cómodos, este era el afán de los hermanos Romeo, Pietro y Agostino Galimberti. En 1959 abrieron un taller artesano en Meda, en Lombardía, cuna del diseño italiano. Pronto las piezas de Flexform di Galimberti vistieron las mansiones de Milán, de los lagos Como y Garda y hasta el vestíbulo del teatro de la Scala. En 1967, sus hijos abrieron una fábrica en Brianza y ficharon a diseñadores como Joe Colombo (su Tube Chair se expone en el MoMA de Nueva York), Cini Boeri, Rodolfo Bonetto o Antonio Citterio. Hoy, un sofá Flexform es tan icónico como un blazer: sencillo, desestructurado, cuidadísimo en los detalles y elegante. La fabricación siguen haciéndola en Italia artesanos que crean piezas confortables, fáciles de usar y de belleza atemporal.
La estación fría es para disfrutarla alrededor de la mesa del comedor o frente a la chimenea, ubicada en un muro revestido de tablas de madera ennegrecidas a fuego que combina a la perfección con los sillones Lee, con el respaldo y el asiento elaborados con enea en homenaje a los muebles populares. Con la iluminación nocturna la casa se transforma en una poética lámpara gigante de madera.