Si los sillones hablaran... Cómo los muebles se convirtieron en un arma política de Francia
París
La exposición 'Le Chic!' muestra cómo la Francia de 1930 se valió de un ejército de sus mejores artesanos para desplegar una imagen de país moderno y de 'grandeur' diplomática
Al final de la Primera Guerra Mundial, la que tenía que acabar con todas las ídem, el mapa de Europa era un cromo. De la desintegración de los imperios perdedores surgieron nuevos países. Francia, entre los vencedores, salió renqueante y con la idea de modernizarse y extender sus vínculos e influencias. Hacían falta embajadas y consulados nuevos.
Hacían falta mesas, sofás, lámparas y tapices para decorarlos. Era precisa una nueva imagen moderna y atrevida del país. Nadie diría que los muebles son artefactos políticos, pero la exposición que se muestra en el Mobilier Nacional de Les Gobelins en París hasta el 19 de febrero demuestra lo contrario. Su título lo aclara casi todo: Le Chic! Artes decorativas y mobiliario desde 1930 a 1960.
Despliegue artístico
El nuevo mapa de Europa después de la Gran Guerra llevó a Francia a abrir embajadas y consulados y a amueblarlos con gusto
Un ejército de artesanos, ebanistas, repujadores, lacadores, electricistas, estuchistas, tapiceros, tejedoras y un largo etcétera se convirtieron, sin saberlo, en un ejército de creatividad que conquistó durante décadas a quienes visitaban esos despachos repartidos por todo el mundo.
La idea era alcanzar una opulencia atractiva, una grandeur alejada del esplendor rococó de los Luises o de los sucesivos imperios franceses del siglo XIX. Después de la guerra, el Estado se propuso apoyar a sus artesanos con encargos concretos, donde los materiales eran lujosos y los diseños innovadores.
El escaparate perfecto acabaría siendo la Exposición Mundial de 1937, que se celebraba en la capital francesa, esta revolución artístico diplomática se extendería nada menos que hasta la década de los setenta del siglo pasado cuando el apogeo del individualismo creativo y el diseño moderno ganarían terreno.
De hecho esta es una historia no de un ejército de artesanos, sino de dos porque si los muebles que se muestran están impecablemente nuevos es porque los actuales restauradores del Mobilier National los han puesto al día.
En 2020, durante el primer confinamiento, la institución lanzó un plan de restauración de 129 muebles, muchos de los que figuran en la muestra. Es como si, cada vez que llegan tiempos de confusión, los muebles se aprovecharan de las circunstancias.
“Se trataba de buscar una nueva modernidad, de reencontrar un lujo diferente, que no tuviera que ver con el boato imperial del pasado, por eso los artesanos buscaron nuevas inspiraciones y técnicas”, explica Anne Derrien, experta del Mobilier National, mientras guía a este diario por las distintas salas que muestran interiorismos sorprendentes.
Se trataba de buscar una nueva modernidad, de reencontrar un lujo diferente, alejado del boato imperial”
“El Estado encargaba conjuntos enteros para decorar una sala o un despacho, a veces acababan viajando a una embajada o consulado, y se convertían así en testigos de secretos, intrigas, pactos y desencuentros”, recuerda.
A su manera, estos muebles hablan de todo ello con sus formas a veces chocantes e inesperadas, donde la ligereza se impone a la contundencia regia y la innovación técnica deslumbra… y nunca mejor dicho.
Algunos de los muebles, como una mesa de Marcel Bergue de 1937, incorpora luz en sus patas, un alarde técnico en una época donde el suministro eléctrico no era tan estable. Si la luz fue sinónimo de la Ilustración francesa, también lo es en los años treinta con un conjunto de artesanos que idea lámparas, farolas y apliques que se exhibieron en 1937 en un espacio específico, el Pavillon des Luminaires, y que no habían vuelto a ver la luz hasta ahora con un diseños trepidantes y futuristas en el estilo premier art déco.
Esa relación entre el Estado y los creadores no se paró ni en momentos de crisis, ni con la invasión nazi de Francia ni con los rigores de la posguerra a partir de 1945. De hecho, la figura política de Charles de Gaulle, símbolo de la Resistencia ante el nazismo, difumina la figura, por ejemplo, del presidente francés Vincent Auriol y de la primera dama, Michelle Auriol, claves en la modernización del mobiliario nacional.
Los Auriol ostentaron el poder entre 1946 y 1954 y en ese tiempo llevaron el estilo Chic al poder con la renovación decorativa del Elíseo y también del castillo de Rambouillet, la residencia veraniega de los presidentes franceses desde finales del siglo XIX.
Con el impulso de su presidencia, el mobiliario con aires de Art Déco pasa a otro plano, a la modernidad gracias a nuevos materiales -los metales cromados, por ejemplo- y con diseños que se acercan al concepto actual de diseño donde el arte tiene mucho que decir. Si en las dependencias oficiales, los muebles antiguos y los más atrevidos conviven, en las privadas, el nuevo diseño se impone.
En privado
Las reservas y los artesanos del siglo XXI
En la reserva de le Mobilier National, donde cada día trabajan los artesanos, y donde se guardan los muebles y apliques que no se exhiben se respira una atmósfera de silencio extraño. Si todos esos muebles hablaran, los manuales de Historia cambiarían de los pies a la cabeza. Sillas, mesas, sofás, canapés y divanes envueltos en plástico están relucientes. “Esta es la mesa presidencial de Valéry Giscard d’Estaing. Hasta que él llegó al poder, el anterior presidente, Pompidou, había seguido utilizando la de De Gaulle, pero Giscard reclamó la que había tenido en el ministerio de Economía”. A pocos metros, un butacón de madera dorada, con asiento, respaldo y puños acolchados con terciopelo de seda rojo. Es el trono que utilizó en el Quirinale a inicios del siglo XIX Napoleón Bonaparte que era, de facto el rey de Roma, un título que llevó desde que nació su hijo, Napoleón II Bonaparte, que nunca reinó.