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Cuando el viejo coche es uno más de la familia

Tendencia 'vintage'

Vehículos antiguos como el Seat 600, Citroën 2CV o un Mehari siguen siendo mantenidos por miles de personas

Pío Vernis regaló un 600 por sorpresa a Bea, su mujer, un poco antes de contraer nupcias

Cedida por Pío Vernis

Puede tratarse de un Seat 600, un Citroën 2CV o un Mehari. La cuestión es que miles de personas siguen manteniendo todavía a sus viejos vehículos, a pesar de los pesares. Casi todos ellos han ido perdiendo la vitola de utilitarios para convertirse en un miembro más de la familia.

Vestidos para la ocasión, muchos de estos vehículos cuarentañeros y cincuentañeros (que no cuarentones y cincuentones…) refulgen como recién salidos de fábrica, gracias a los muchos cuidados de sus propietarios. “Son coches de ocio”, indica Javi Martin, redactor especializado en motor y autor del libro El 600. Un sueño sobre ruedas (Larousse), en relación a que los car boomers suelan circular los días festivos.

Seat 124-2000 de 1979

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Cuando comienza a otearse en el horizonte la llegada de una nueva generación de coches autónomos, un puñado de automóviles y motos procedentes de la edad de piedra de la industria de la locomoción, completamente dependientes de sus propietarios, sigue circulando por la península e islas, ajena al paso del tiempo. Martín les llama en su libro “sueños sobre ruedas”.

“Cuando estás al volante de un coche clásico notas absolutamente todo, el viento, el calor, las vibraciones, los ruidos... Son coches para divertirse conduciéndolos, más que para ir a comprar el pan”, recalca este experto que tiene entre sus temas de interés la historia de la automoción en España.

Clásico Seat 600 de los años 60

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Otro tanto opina Jaime Sánchez, propietario de 38 vehículos históricos bajo el paraguas de Seat en Rodaje (en los años sesenta algunos coches llevaban en la parte trasera esta pegatina para alertar que debían circular con suavidad tras salir de fábrica), la segunda mayor colección de España, solamente superada por la propia Seat. Hasta hace un tiempo, Sánchez guardaba estos vehículos clásicos en Barcelona, pero ahora se los ha llevado a un lugar de La Mancha cuyo nombre recuerda cada vez que abre los ojos por la mañana, donde está construyendo una cochera.

“Tan solo hay que ver –dice– la forma en que mis visitantes reaccionan en el interior de cada coche… acariciando el volante de pasta, moviendo ligeramente el pomo del cambio de marchas o abriendo y cerrando la guantera”, detalla sobre la exposición privada que ha creado en la localidad manchega de Milmarcos (Guadalajara). “En esos momentos este aficionado –continúa diciendo– ya no está con un servidor…. está en julio del 68, en Torremolinos, con los niños en el asiento trasero jugando con el cubo y la pala, y con su esposa en el asiento de al lado recordándole: Manolo, te he dicho mil veces que hay que madrugar más, que nunca encontramos sitio en la arena”.

El Seat 600 supuso una auténtica revolución, generando una sensación de libertad nunca vista entre la clase media-baja española

Y es que, como escribió Manuel Vázquez Montalbán, “el día que los españoles se subieron al 600 empezaron a alejarse de su pasado e iniciaron una excursión de fin de semana de la que aún no han vuelto”.

La excursión dio comienzo el 27 de junio de 1957 cuando salió de la línea de producción el primer Seat 600 de los alrededor de 800.000 que se terminaron fabricando. Un Seat 600 puesto en la calle, es decir, listo para circular –impuestos incluidos–, costaba 71.400 pesetas (el equivalente “a más de 15.000 euros de hoy”, informa Martín), que había que abonar a tocateja, pues entonces no existía la posibilidad de pagar a plazos. Por ponerlo todo en perspectiva, hay que tener en cuenta que a finales de la década de 1960 una barra de pan costaba 3 pesetas (0,01 euros) y el trolebús 2,50.

Parte trasera Seat 600

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En comparación con sus rivales directos, como el Renault 4CV, el Biscuter, el Goggomobil alemán o el Isetta italiano, el Seat 600 supuso una auténtica revolución, al generar una sensación de libertad nunca vista entre la clase media-baja española. El resultado es conocido: la baca repleta de bártulos y hasta seis personas en el interior cantando a coro “Vamos a la playa o-o-o-oh”.

El “Pelotilla” –uno de los apodos con los que fue bautizado el Seat 600 por su forma redondeada, aunque también se le llamó “el ombligo”, pues, “al fin y al cabo, todo el mundo tenía uno”, recuerda Martín– fue el primer coche que tuvieron muchos españoles, después de la moto con o sin sidecar.

El 600 fue el segundo modelo que Seat produjo en España, tras comenzar con el Seat 1.400, un coche que, dado su alto precio, no se fabricaba en masa, pues no existía demanda. En cambio, el 600 consiguió plantar cara al Seat 850 y logró que en muchos hogares hubiera incluso dos. Por ello, algunos usuarios quisieron diferenciarse del resto y hacer más “suyo” su vehículo, ya no solo con una placa, normalmente sujeta con un imán, en la que aparecían las fotos de la mujer y los hijos con el clásico “No corras papá”, sino también con alfombrillas y fundas de ganchillo cosidas a mano en casa. Según relata Martín, los muñecos sujetos por ventosas en los cristales eran otro común denominador.

El Citroën 2 CV fue un automóvil de 1948 que se empezó a producir con la intención de motorizar a las clases populares, debido a su económico precio 

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Alrededor de medio siglo después, ver pasar a un vehículo histórico (para recibir esta consideración, el coche debe tener, como mínimo, 30 años, ha de haber dejado de producirse y tiene que estar en su estado original) sigue siendo un catalizador de recuerdos agradables. Es el caso, por ejemplo, del Seat 600 de color blanco roto que conduce Pío Vernis por Llofriu (Girona) desde el mismo día que se lo regaló (lacito incluido) por sorpresa Bea, su actual mujer, un poco antes de contraer nupcias.

Desde hace 15 años este productor audiovisual pilota el “coche petit” –como le apodan su hijo Pío y su hija Mia– para ir a cenar a Pals en compañía de su esposa o para darse un garbeo por Palafrugell. “Sabes que irás, pero no si podrás volver”, bromea Vernis. Sin embargo, tarde o temprano, el coche consigue retornar al garaje. Eso sí, los días que pernocta a la intemperie, al 600 le cuesta arrancar y más de una vez ha sido necesario pedirles a los vecinos que arrimasen el hombro y empujasen de lo lindo, para que Vernis pudiera arrancar el 600, poniendo la segunda marcha.

Se estima que todavía circulan entre 10.000 y 15.000 Seat Seiscientos por la península e islas

Disponer de un lugar donde poder guardar el vehículo y tener un taller cercano, “como me ocurre a mí”, donde se miren al coche con cariño y “no cobren facturas desmesuradas es importante para cualquier persona que tenga un vehículo antiguo”, subraya Vernis.

Los expertos estiman que por la península e islas circulan todavía entre 10.000 y 15.000 Seat Seiscientos y que puede haber, al menos, otros 5.000 ocultos en paraderos desconocidos. Hoy día, el valor de mercado de un Seiscientos oscila entre los 3.000 y los 9.000 euros, siendo lo habitual pagar entre 4.000 y 6.000 euros.

Famosos como la cantante Karina o el boxeador José tuvieron un Seat 124 Sport 

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Otros coches míticos por los que suspiran los aficionados son el Citroën 2CV, el Renault 4CV, el Renault 4L, el Renault 5, el Simca 1000, el Ford Mustang de 1965, el Dodge-Dart que fabricaba Barreiros en 1967, el Mini Cooper 970S, el Land Rover Santana, el Mehari o el Volkswagen 1300 Escarabajo.

Durante la década de 1960 y 1970 el coche que conducía el cabeza de familia era un indicador fiable del nivel socio-económico de los ocupantes del vehículo. Por entonces, las principales marcas se disputaban el galardón de “coche del pueblo”, pues había otros modelos, como el Seat 124 Sport (el coche que conducía la cantante Karina o el boxeador José Manuel Urtain), el Renault 8 o el Chrysler 180, que sugerían que el propietario había ascendido varios peldaños en la escala social.

Simca 1000

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Algo similar sucede con las motocicletas. A pesar de las crecientes limitaciones que sufren las motos clásicas para poder circular, algunos propietarios siguen sin desprenderse de modelos tan icónicos como la Montesa Impala, la Vespa 160, la Bultaco Metralla o la BMW K-75, cuyo motor tiene justa fama de ser inmortal. No obstante, en ciudades como Barcelona solo pueden transitar los fines de semana y los días laborables a partir de las ocho de la tarde, lo que ha llevado a algunos propietarios a reclamar que la administración haga valer criterios científicos a la hora de prohibir o permitir la circulación de un vehículo (impulsando, por ejemplo, que las estaciones de ITV auditen qué niveles de gases contaminantes no se pueden superar, con independencia de que el vehículo sea nuevo o antiguo).

“Un vehículo viejo es uno por el cual el propietario no siente ningún tipo de aprecio”, puntualiza Javier Romagosa, corredor de seguros y director de la revista digital La Escudería. En cambio, “un vehículo antiguo suele estar muy bien cuidado, acostumbra a simbolizar una época y despierta nostalgia en su propietario, quien considera que merece la pena preservarlo”, distingue este experto para quien los coches actuales están perdiendo paulatinamente su capacidad de emocionar conforme han ido llenándose de tecnología, razón por la cual las nuevas generaciones tienden a percibirlos más como un electrodoméstico que como una pequeña obra de arte de la ingeniería.

El verdadero encanto de los vehículos cásicos son los recuerdos. Son una extensión de la personalidad

Javier RomagosaDirector de la revista digital “La Escudería”

Como ha dejado escrito Manuel Vicent, cada coche o moto que ha acompañado a una persona a lo largo de una vida ha incorporado en la imaginación de su propietario viajes, países, ciudades, amores, compañías, placeres y sobresaltos. Por el mero hecho de elegir un modelo determinado, de cuidarlo, de ponerle gasolina, de cambiarle el aceite, de lavarlo, etc. se establece una relación psicológica no muy diferente a la del jinete con el caballo.

“El verdadero encanto de los vehículos clásicos son los recuerdos. Son mucho más que coches o motos, son una extensión de la personalidad, algo que te representa ante los demás”, indica Romagosa para describir en qué consiste su duende.

Tal vez sea este el motivo por el cual muchos propietarios siguen sin querer dar un volantazo a máquinas que, todavía hoy, permiten viajar a la verdadera patria de casi cualquier persona: la juventud y sus maravillosos recuerdos.

Porsche Boxster

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