Un paseo esponjoso en las nubes para burlar el confinamiento
Arte para escapar (1)
De Tiziano a Van Gogh, de Constable a Tàpies, de Maria Ellenrieder a Evelyn de Morgan: un repaso a algunos de los cielos más bonitos de la historia del arte
Mirar las nubes. Algodonosas, amenazadoras, enfurecidas, blancas, grises, rojas, negras, corpóreas o fantasmales, veloces o adormecidas, planeando en vuelo bajo o ascendiendo sin que ningún avión las atraviese. Es un ejercicio sencillo, relajante, que va bien siempre, y estos días más. ¿Qué puede haber mejor que levantar la cabeza y maravillarse ante esa capilla sixtina que se disfraza a cada poco? Es posible que ahora sea de noche, que no pueda asomarse a la ventana o al balcón… Sea como fuere, Magazine le trae algunas de las nubes más bonitas de la Historia del Arte. Igual no son como las que pasan ahora mismo por encima de su cabeza, pero tampoco están nada mal.
John Constable (1776-1837)
Algodón de azúcar
ESTUDIO PARA NUBES,1821
Constable es no sólo uno de los grandes paisajistas que en el mundo han sido, sino un creador felizmente obsesionado por la nubes, presentes no sólo como guarnición (fantásticas en su greatest hit, El carro de heno en la National Gallery sino como plato principal. Nubes compactas, huidizas, emplumadas que, por la pincelada, parecen arrastradas por el viento. Nubes de Suffolk, tal vez de de Brighton... o seguramente de Hampstead, Londres, que presume de uno de los cielos más bonitos del mundo.
Marie Ellenrieder (1791-1863)
Paz celestial
SAN ESTEBAN ENTRE LOS ÁNGELES, 1857
Ellenrieder es uno de los referentes más importantes de la pintura alemana del siglo XIX por su técnica, refinada en Italia, y por avanzarse a las modas que se irían imponiendo y que abanderarían otros pintores…hombres. La falta de reconocimiento de parte de sus colegas la sumió en la depresión en varias etapas de su vida. Pero llegó a ser pintora de la corte y dejar este retrato de San Esteban , mártir lapidado. Entre nubes, ángeles y ángeles que salen de las nubes. Uno de ellos, el de la derecha, lleva en sus manos las piedras de su ejecución.
Utagawa Kuniyoshi (1798-1861)
El mundo flotante
EL AGUACERO, 1830-1844
Uno de los últimos maestros del ukiyo-e , la técnica de impresión en madera, cuyos grandes referentes son Hokusai e Hiroshige. En esta estampa, el artista, uno de los mejores combinando colores por las enseñanzas en el taller de seda de su padre, cumple a la perfección con la ley del ukiyo-e, que se puede traducir como estampa flotante donde el cielo, la tierra y el agua están a la misma altura. No hay nada que no sea prodigioso en este cuadro, desde las finas tiras de lluvia negra, hasta los charcos en forma de pequeñas olas del suelo. Que todos los aguaceros fueran igual de bonitos. Cuando acabe todo esto, El aguacero le espera en el Met de Nueva York.
Vincent Van Gogh (1853-1890)
Espirales, torbellinos, caracoles
LLANURA CERCA DE AUVERS, 1890
Sus árboles más conocidos, sus noches estrelladas y autorretratos, siempre han tapado el bosque Van Gogh. Si se tiene el privilegio de acudir a algunos de los museos que guardan algunas de sus mejores obras (pero menos conocidas como el Kröller-Muller de Otterlo) uno se da cuenta de que el genio lo fue de principio a fin como en este cuadro, pintado en su último años de vida, donde la vegetación se alaaaaarga y las nubes se enrrrrroscan como pétalos de rosa, como serpientes.
Antoni Tàpies (1923-2012)
Guante de hierro, alma de seda
NÚVOL I CADIRA, 1990
Tal vez, si vive cerca (qué suerte) o esté brevemente paseando al perro, al gato, al cerdo coreano o al periquito, pueda admirar una de las esculturas más bellas de Barcelona… y hay competencia. En realidad es la única nube viva de todo este artículo. Viva, con derecho a moverse y a gemir en los días muy ventosos. Una silla y una nube, sí. Pero también un cerebro, un camino en el que no hay pérdida, un laberinto sin salida. ¿El colmo de la maravilla? Admirar la escultura y, al fondo, que haya un poco de cielo, y más nubes pasajeras.
Tiziano Vecelli (1488-1576)
Amor a primera vista
BACO Y ARIADNA, 1520-23
Un barco se va, el de Teseo, ya lejano y diminuto cerca del horizonte. Y un carro, el de Baco, que acaba de llegar tirado por dos guepardos. Todo sucede en Naxos. Teseo ha dejado allí a Ariadna y Baco se ha enamorado de ella a primera vista. ¿Su regalo? La Corona Borealis , la pequeña constelación semicircular. Las nubes son una continuación casi exacta de la copa de los árboles y un prólogo a la luz de las estrellas. Aunque en realidad, al ver el cuadro (en la colección de la National Gallery de Londres), todas estas palabras sobran.
Antoinette Toni Frissell (1907-1988)
Señales de humo
FRIDA KAHLO SENTADA JUNTO A UN ÁGAVE, 1937
Gran instantánea de la no siempre bien recordada fotógrafa AntoinetteToni Frissell que en 1937 fotografió a una serie de mujeres mexicanas para la revista Vogue. Es una imagen poderosa de Frida Kahlo, icono global que agranda su leyenda. La pintora posa curiosa, sus coletas adquieren el tono sombrío de las hojas de ágave que parecen estirarse todo lo que pueden para aparecer en la foto. Al fondo una cortina vaporosa de nubes o de humo gris tan puro como hipnótico.
Evelyn de Morgan (1855-1919)
Aire, soy como el aire, pegado a ti
NOCHE Y SUEÑO, 1878
Amantes de los pintores pre-rafaelitas, adoren a Dante Rosetti y a Burne-Jones todo lo que quieran, pero no se olviden de Evelyn de Morgan, pintora mayúscula que fue un poco más allá que sus colegas varones no tanto por los temas, la espiritualidad, la mitología, los colores vivísimos y los motivos florales, sino por su intención política. La National Portrait Gallery le dedicó a ella, y al resto de hermanas pre-rafaelitas, un exposición. Pintora pionera en la Slade School y en renunciar a ingresar en la Royal Academy, De Morgan introdujo en sus obras su espíritu feminista y sufragista. Con ella, y con sus protagonistas, nos vamos volando.