Yennifer Álvarez es colombiana y tiene 39 años. El pasado 29 de octubre, mientras se refugiaba de la dana en un bar de Massanassa, recibió un profundo corte en el pie derecho a causa de la rotura de una ventana. Con la extremidad sangrando, salvó la vida sujeta a esa misma ventana durante tres horas. “El agua iba muy alta y lo arrastraba todo, me salvé de milagro”. Fue asistida por los sanitarios horas después y le intervinieron la herida, a la que pusieron varios puntos. No terminó de sanar. Tuvo tres intervenciones más en las semanas siguientes, incluso un injerto de piel. Yennifer, casi cinco meses después de la dana, camina con muletas. Le duele mucho el pie.
Esta joven no tiene “papeles”, es decir, se encuentra en una situación irregular. Como ella hay decenas de miles de inmigrantes que el día de la tragedia vieron también sus vidas directamente afectadas, en algunos casos destrozadas. El vicepresidente valenciano para la reconstrucción dijo ayer que la dana afectó a más de 60.000 migrantes y extranjeros: “son los más vulnerables”, dijo. Hombres y mujeres, y muchos niños, que esperan que el Gobierno cumpla con la promesa, realizada el pasado 10 de febrero, de regularizar su situación, entre otros motivos para poder optar a un puesto de trabajo que ahora la legislación les impide por, justamente, no disponer de los permisos que debe conceder el Estado.
La regularización incluirá la concesión de autorizaciones de residencia y trabajo de un año a los afectados y sus familiares más directos
La regularización incluirá la concesión de autorizaciones de residencia y trabajo de un año a los afectados y sus familiares más directos y se facilitarán las prórrogas y la concesión de permisos de los inmigrantes que vivían o trabajaban en las zonas devastadas, según fuentes del Gobierno. La fórmula jurídica que se adoptará para regularizar la situación de los migrantes sin papeles es una autorización de residencia “por circunstancias excepcionales sobrevenidas”. La podrán solicitar aquellos extranjeros empadronados (o con cita para hacerlo) en alguno de los más de 70 municipios afectados por la dana el pasado 29 de octubre.

Yennifer Álvarez
Volvamos a Yennifer. Cuenta que sigue viviendo en una habitación alquilada en un edificio de Massanassa. Llegó a España hace dos años y tiene dos niñas que siguen viviendo en Colombia. En este tiempo se ha dedicado a trabajar limpiando viviendas o cuidando ancianos. Cruz Roja, que ha facilitado los contactos para este reportaje, le ha ayudado a entregar la documentación para regularizar su situación. Cumple todos los requisitos, señalan desde la ONG, que también la ha estado ayudando económicamente. “El casero también se ha portado muy bien, le debo tres meses y me ha ayudado en recuperar cosas, porque lo tenía todo bajo y el agua se lo llevó todo”, apunta.
Espera con ilusión que el Gobierno cumpla su palabra. Entre otras razones por que eso le permitiría encontrar un trabajo de dependienta o en una fábrica, donde ya tiene contactos, y poder traer a sus niñas. Es un caso parecido al de Claudia y Estyben, de 37 y 39 años, también colombianos, y que viven en Castellar, una pedanía de València afectada por la riada. El día de la dana salvaron la vida de milagro, también la de sus dos niños de 5 y 3 años. “Nadie nos dijo nada, íbamos hacia casa y vimos que comenzaba a llegar agua sin parar, no llovía, pero la riada alcanzo un metro y medio en nuestra vivienda”. Lo perdieron, literalmente, todo.
El día de la dana Claudia y Estyben salvaron la vida de milagro
A diferencia de Yennifer, y a pesar de la ayuda de la Cruz Roja, no han podido aún presentar los papeles. Primero, perdieron su documentación el día 29 a causa de la dana, desde pasaportes a papeles necesarios para la inscripción. Y han tenido problemas para activar la “firma electrónica”. “Estamos desesperados”, apuntan, antes de reconocer que “la medida del Gobierno es clave para nosotros, de lo contrario no podemos acceder a trabajos y son los propios empresarios los que nos necesitan”.

Maritza Álvarez
Uno de los casos más graves conocidos para este reportaje es el de Maritza Álvarez, de Colombia, y con dos hijos, uno de ellos un adolescente con parálisis cerebral. Vive en Catarroja, en un edificio donde el ascensor sigue sin funcionar a causa de la dana. Lo que obliga a que sea la Cruz Roja la que la ayude a poder llevar a su hijo a la calle. “Vine de Colombia principalmente para ayudar a mi pequeño, porque allí no hay un sistema de salud público que te pueda ayudar en casos así”. Reconoce que aquí en España, a pesar de no tener regularizada su situación, la sanidad le está “ofreciendo un buen servicio, los médicos, enfermeras, aquí son maravillosos”.
Maritza se busca la vida mientras cuida de su hijo con parálisis cerebral
Maritza lleva nueve meses en España. Hasta la dana pudo realizar trabajos de limpiadora y de cuidados, pero la riada paralizó todo el trabajo. De hecho, su otro hijo perdió el empleo a causa de los efectos de la tragedia en muchas empresas, también la novia de este. Ha presentado los papeles para regularizar la situación y sabe que cuando “tenga los papeles tendré trabajo, a pesar de que con lo de mi hijo es complicado trabajar y cuidarlo”.