Arboresencia

Arboresencia
Salut Ibáñez

A veces nos empeñamos en adornar nuestro árbol de Navidad hasta el límite de las posibilidades de la purpurina, cuando lo esencial, la vida, está dentro. Muchas veces buscamos fuera lo que ya tenemos, pero que hemos dejado de ver porque el hartazgo de la rutina y el descuido se encargan de esconderlo hasta, incluso, extinguirlo.

Instalación interactiva “Arborà” de la exposición Arboresencia de Juan Carlos Rayas

Instalación interactiva “Arborà” de la exposición Arboresencia de Juan Carlos Rayas

Salut Ibáñez

De la destrucción es posible que renazca la vida y la belleza. Esa sensación es la que consigue conquistar la atención, y el corazón, de quien visita la obra del escultor alicantino Juan Carlos Rayas, cuya muestra Arboresencia permanecerá expuesta hasta el próximo 7 de enero en Bigueta Hogar Cultural (La Vila Joiosa).

La obra nace de su experiencia vital con el entorno. Rayas vive y trabaja aislado en el campo, en una finca en Agost, población castigada por una intensa sequía y por plagas que hacen sufrir a los árboles hasta el punto de morir. Rescata troncos y ramas caídos en un intento de hacerlos revivir o vivir una segunda vida a través del arte, de salvarlos de alguna manera del fatal destino de ser leña. De las canteras y fábricas de la cercana Novelda recupera piezas o retales que han sido desechados por algún tipo de tara, singularidad en el veteado o en la forma que él emplea para inspirarse. De la madera sin vida logra extraer metafóricamente la esencia vital, mediante brotes y hojas tallados en piedra que renacen de ella, como testigos perennes de una naturaleza que perdemos.

En su instalación interactiva, Arborà, queda claramente manifiesto que en su arte lo conceptual no está reñido con la belleza. Crea un bosque encantado en movimiento, en el que los árboles entran en diálogo mediante el juego de un baile al que estamos invitados a participar. Carboncillos en el suelo nos incitan a continuar bosquejando raíces, interconectadas en una red que emula a la que se genera en la realidad cuando, al cortar un árbol, los de su alrededor le lanzan nutrientes en un intento de volver a insuflarle la vida. Es un homenaje al resucitar de la naturaleza, en el que resulta inevitable establecer una conexión con lo ocurrido en la dana, con la red de solidaridad de los voluntarios, el saber ver y apreciar lo esencial, el resurgir de la vida a pesar de todo y sobre todo.

En estos momentos en que parece que todo lo natural se va a pique, el escultor nos habla del paso del tiempo y de la importancia de rescatar lo primigenio y traerlo al presente. En su obra pétrea, imprime al material el carácter de fósil congelando un momento de la naturaleza en su intento de que permanezca en medio de tanta destrucción; o la encapsula simbólicamente en forma de vainas, semillas o vulvas que representan el germen de la vida. Son piezas con una gran carga de sensualidad, que se dejan acariciar, nos permiten sentir las diferentes texturas, formas y temperaturas. Se trata de un arte háptico -del griego háptein, que significa tocar-, que evita la actitud pasiva del espectador intensificando nuestra experiencia estética al traspasar las limitaciones convencionales de las “artes visuales”. El círculo experiencial queda completado al entrar en juego otros sentidos como el gusto y el olfato, cuando el hermano del artista, el chef José Rayas, hace cómplice a su arte culinario en la propia exposición con las piezas a modo de vajilla creadas por Juan Carlos.

En estos momentos en que parece que todo lo natural se va a pique, el escultor nos habla del paso del tiempo y de la importancia de rescatar lo primigenio y traerlo al presente"

La exposición se encuentra en el casco antiguo, Conjunto Histórico declarado BIC, siendo uno de los núcleos mejor conservados de la Comunitat Valenciana. La ubicación de la obra en este espacio, una arquitectura tradicional entre medianeras, estrecha y ascendente como un árbol, de muros y suelos marcados por una irregularidad impuesta por el tiempo, con forjados de viguetas vistas de madera, contribuye a potenciar la sinergia con los elementos de la naturaleza con los que trabaja el artista. El embriagador aroma a chocolate caliente que proviene de la fábrica de este dulce y que invade La Vila en estas fechas, redondea una atmósfera de magia que, aunque no creamos en la Navidad, sí nos hace creer en que lo inesperado o lo imposible se puede hacer realidad.

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