Sin el móvil en las aulas

Si tú me has entendido

Sin el móvil en las aulas

Una semana lleva en marcha la prohibición del uso de móviles en los colegios e institutos valencianos y seguro que más de un chaval se ha sorprendido al mirar hacia arriba. No me río de su enganche, que debe ser de órdago en algunos casos, me compadezco. Porque si hemos llegado hasta aquí es que las cosas se habían empezado a ir de las manos.

Conozco a familias que son la resistencia de sus centros por negárselo a sus hijos adolescentes y que admiten que al final se lo comprarán antes de lo que quisieran porque no quieren someterles al aislamiento social. Me imagino esos chats de grupo, en una jerga que seguro ahora ya no entiendo, en los que alguien se ríe de aquel que no participa. Es el ‘no te ajunto’ del siglo XXI, que decía alguien el otro día en una charla de amigos nacidos en los ochenta. Todos nos apenábamos de lo difícil que es limitarles las pantallas cuando estás en comunidad, que quien saca la libreta y los rotuladores en vez de la tableta es casi un héroe y que muchas veces caemos porque el de al lado no tiene límites y claro, aguantar…. cuesta, ya lo saben. Pero todas esas reflexiones, que asentíamos todos con cara de pena, no nos las aplicamos. Al minuto de concluir nuestra charla, todos sacamos el móvil del bolsillo y actualizamos el chat, revisamos los mails o fotografiamos algo, con buen encuadre y algún filtro, no sea que este rato no lo registremos en la memoria de nuestro smartphone.

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Estudiantes de instituto en la primera semana sin móviles en el aula

Manuel Bruque / EFE

Fíjense en el autobús, que ya nadie se da cuenta cuando sube un anciano que necesita sentarse porque todo el mundo mira para abajo y pasa el dedito haciendo scroll. También ocurre en el metro, donde a ratos se comprende por la ausencia de paisaje pero, ¿dónde quedaron esos libros devorados a pie de andén? Hasta en los semáforos, la espera se hace más corta revisando las redes sociales y la cola de la cafetería se pasa mejor mirando el correo electrónico. 

¿Qué mensaje les estamos dando a esos niños a quienes hemos prohibido que miren el móvil si en cuanto salen del aula todos estamos mirando el móvil?

No sé si es el FOMO, ese miedo a perderse algo, o es que nos hemos vuelto gilipollas, la verdad. Porque si pruebas a charlar con el de al lado, a veces, aprendes cosas; si miras el paisaje desde el autobús descubres aquella tienda y esta otra y si en el semáforo te paras y solo miras, igual hasta no te atropellan. No podemos vivir con tortícolis. ¿Qué mensaje les estamos dando a esos niños a los que les hemos prohibido que miren el móvil si en cuanto salen del aula todos estamos mirando el móvil? El de la hipocresía, me temo.

No aspiro tampoco a vivir en el Medievo, entiéndame. Soy periodista y ya saben, esto nunca para. Pero hay veces que me empeño en esconderme el móvil cuando estoy con mis hijos y evito sacar esa fotografía bonita que intuyo mientra saltan y corren felices para verlos a ellos solo con mis ojos.

Quiero hacerlo bien, pero por si acaso, que me quiten el móvil a mi también porque no prometo nada.

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