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No somos esa otra ciudad

Si tú lo has entendido

Cuando un valenciano cuenta que hasta 2017 se podía aparcar en el carril bus a partir de las diez de la noche muchos no lo creen. No pueden si quiera imaginar que algunos se adelantaban y ponían las luces de emergencia a las diez menos cuarto para asegurarse la plaza en calles tan demandadas como San Vicente. Esa arteria amanecía repleta de vehículos en su margen derecho porque València lo permitía hasta las ocho de la mañana.

Ya no somos esa ciudad. Pero seguimos siendo una urbe en la que se conduce “de aquella manera” y en la que renunciar al coche cuesta, y mucho. Se nos critica como valencianos que queramos aparcar “en la puerta”, pero también es cierto que nuestro transporte público tiene grandes deficiencias. Los barrios más periféricos, de los que provengo, aplaudieron hace más de 20 años la llegada de la línea de metro a la Avenida del Cid, y desde entonces hasta ahora, aquí paz y después gloria. Miren el mapa del metro, ahí sigue, inamovible aún con esas pequeñas alegrías para el turista, al que le han puesto alfombra roja para llegar a la Ciutat de les Arts i les Ciències.

Carril bus en València. 

A la ‘prole’ nos queda el autobús, y se afea una frecuencia de paso mejorable en la EMT. Y ahora, encima llega el patinete. En mitad de la transformación ciclista de la ciudad que impulsó el exalcalde Joan Ribó, empezaron a desfilar jóvenes raudos, erguidos, sin casco, por el filo de la calzada. No circulan, vuelan. Aunque es a los que más se critica, si observan un poco verán que no son los únicos. Hay muchas mujeres, migrantes en su mayoría, que lo usan. En Barcelona el 40% de esos usuarios son extranjeros y que el mayor uso se da en zonas de renta más baja del área metropolitana. Son los ‘currantes’ que necesitan una ruta propia que ningún transporte público les ofrece.

Porque, ¿qué era antes, el huevo o la gallina? ¿Debe adaptarse el transporte a las necesidades del usuario o es al revés? ¿Por qué sigo comiéndome yo cada mañana un atasco inmenso para salir de València y aún así no cambio mis rutinas? Porque no confiamos en el sistema ni apostamos, de manera colectiva, por lo que es de todos. Buscamos nuestro propio atajo y por eso yo me trago un atasco y tú, que me lees, acabas de aparcar tras dar 20 vueltas.

¿Debe adaptarse el transporte a las necesidades del usuario o es al revés?

El viernes vi a Joan Ribó esperar al autobús que hace el trayecto de uno de esos barrios periféricos al centro. Estaba sentado en la parada y no miraba el reloj. Su gestión ha dejado temas abiertos, y una ciudad sacudida por el debate de la movilidad, pero siempre tuvo claro que el peatón era el centro. Al nuevo gobierno ya le hemos escuchado decir que el viandante estará en el epicentro de la movilidad. Los peatones andamos, pero también vamos en metro o autobús y buscamos llegar a trabajar vivamos donde vivamos. Y si es de noche, queremos hacerlo seguras. Recuerden que ya no somos esa otra ciudad.

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