Cena para cuatro y poco vino en la mesa, advierto. Fluye la conversación y sale el tema “de los toros”. Se abre la veda. Hay algún taurino, otro antitaurino y están los de la escala de grises, esos que intentan entender a todos. “Si los toros no te gustan, no vayas a verlos”; “esto solo es tortura animal”; “el animal sufre, pero también en el matadero”; “comes cerdo y en la granja no te imaginas cómo lo pasa”; y un largo etcétera de frases hechas que, convencida estoy, en algún momento se habrán puesto encima de la mesa en otra sobremesa parecida a esta que les relato.
Porque somos un país de tradiciones, de enraizarnos bien a ellas… lo digo yo que nací como fallera y me cuesta imaginar una plaza del Ayuntamiento -algún día, lejano, espero- sin una mascletà que aplaudir. Pero igual pasa y se llama evolución.
El debate está abierto, en carne viva y sin resolver. Que el Ayuntamiento de València haya derogado la moción que aprobó el anterior gobierno y permita así que en el pueblo valenciano de Carpesa haya otra vez festejos taurinos ya me parece lo de menos. Lo de más es abordar, como sociedad que somos, qué queremos que pase -o que no pase- con los toros, con los bous al carrer. Incluso con las plazas.
En una ciudad el debate puede ser esporádico, como lo está siendo este lunes en València tras la decisión de María José Català, pero váyanse al pueblo, al interior de Castellón sin ir más lejos. Vayan y pregunten a sus vecinos y vecinas si alguna vez imaginan su fiesta patronal sin esa suelta de vaquillas.
Hay que abordar como sociedad que somos, qué queremos que pase -o que no pase- con los toros, con los 'bous al carrer'
En Castellón hay 135 municipios y en 101 celebran bous al carrer, según datos de la Federación de Peñas valencianas (2021). No quiero decir con esto que “como se ha hecho toda la vida, se tiene que seguir haciendo”, pero si evidenciar que no es tan fácil como parece. Pero habrá que resolverlo, digo yo.
No hay un rechazo unánime a la suelta de toros en las calles, seamos realistas. Tampoco los partidos políticos tienen clara su postura, pues depende de donde gobiernen, abogan por una u otra medida. Entiendo que una cosa son las siglas y otra, el corazón. Porque cuando las tradiciones van unidas a la memoria personal cuesta mucho más racionalizarlas y entender que ese bou embolat que veíamos en la plaza comiendo pipas con los amigos, con esos amigos queridos a los que ahora vemos poco o muy poco, sufría, lo pasaba mal.
Lo vi en una niña el otro día, que se dio la vuelta cuando el astado subía la cuesta para entrar en la plaza. “Al toro no le gusta”, vino a decir. La suya es una generación nueva, educada en la sostenibilidad, en el respeto animal y en la igualdad… y hay cosas que no entienden. Esa es la generación que nos va a gobernar, así que seamos transición, con sentido común: siéntense a pensar cuál es el camino.
Como ven, en la mesa, fui de los de la escala de grises.