Le han dicho al señor Miquel que debe usar un bastón hasta que su cuerpo se adapte bien a la prótesis de rodilla que le han insertado en su pierna derecha. Y no se lo ha tomado muy bien. Le visité el martes, pocas horas después de que le trasladaran desde el hospital de Alzira a su vivienda de planta baja en el barrio de San Juan. Mi objetivo era confirmar los datos sobre el resultado del próximo 28M que ya me avanzó en diciembre, si había alguna modificación, que en su caso no suele ocurrir. Una vez pone los números en su libreta ya ha dictado sentencia y, como el lector sabe, acierta siempre, al cien por cien.
Lo dicho, no estaba de buen humor. El señor Miquel ha sido siempre un hombre de enorme vitalidad, de los que podía subir al Cavall Bernat, la montaña más alta de Alzira, sin desfallecer, hasta hace poco tiempo. Y verlo caminando con el bastón no resultaba agradable. Pero conmigo siempre se ha mostrado cariñoso. Me invitó a un café y me ofreció un trozo de "arnadí" antes de sacar su codiciada libreta. No puedo evitarlo, siempre me pongo nervioso cuando la abro. Pero algo me sorprendió: los números que había anotados en diciembre sobre las autonómicas y locales valencianas estaban todos tachados, todos.
Levanté la mirada y la dirigí al rostro del viejo adivino, que me respondió con una amplia carcajada. Volví a mirar la libreta, solo para confirmar lo dicho: todos los números y porcentajes escritos en diciembre estaban tachados, y no había apuntes nuevos. En otras palabras, no había pronóstico, lo que nunca había sucedido a pocas semanas de una cita electoral. Volví a mirar al señor Miquel y este seguía riendo al tiempo que daba lumbre a un caliqueño más curvado que su pierna derecha.
- Esta vez vamos a hacer los números juntos, vas a conocer mi secreto.
Me sentí entre sorprendido, admirado, orgulloso y acojonado, todo al mismo tiempo. Había oído muchas historias sobre los métodos del señor Miquel para predecir los hechos, algunos poco ortodoxos, más cercanos a un chamán que a un hombre de ciencia. Pero como siempre acertaba, nunca le cuestioné el proceso con el que concretaba números y porcentajes. Le bastaba una hoja, una sola hoja, para resumir los resultados de cada uno de los comicios generales, autonómicos y locales días antes de producirse. Y yo iba a tener el privilegio de escribir con mi propia letra, porque así me lo añadió, el vaticinio del 28M.
Y yo iba a tener el privilegio de escribir con mi propia letra, porque así me lo añadió, el vaticinio del 28M"
Segunda sorpresa del día. Me pidió que lo acompañara a la "andana", a modo de altillo de las antiguas casas valencianas donde se depositaban restos de cosechas o, en su caso, de embutidos cuando regentaba la carnicería, para secarlos. En más de cuarenta años de amistad nunca había conocido esa parte de su vivienda. Estaba en un tercer piso al que se accedía por una escalera muy estrecha, y nada más entrar entendí que el señor Miquel tenía secretos muy profundos. A él le costó subir los peldaños. Era una habitación enorme, abuhardillada, con pequeñas ventanas en las paredes y poblada con varias mesas llenas de papeles, en los muros colgaban más papeles, recortes de prensa, mapas de la Comunidad Valenciana y de España y fotografías de líderes políticos del pasado y actuales. Pero lo que más me generó curiosidad fue la estantería que cubría el fondo del altillo, montada para ajustarse a la forma abuhardillada hasta llegar al techo. Era una biblioteca donde los protagonistas eran los autores clásicos y obras claves de la cultura Occidental. Estaban todos y todas, y la mayoría eran ediciones antiguas, algunas con más de cien años. La mesa más grande estaba en el centro y era la más despejada. Nos sentamos y puso su libreta en el centro.
- La lógica, todo es pura lógica, vivimos un tiempo en el que despreciamos la lógica. La hemos condicionado en exceso, y eso nos convierte, en muchas ocasiones, en seres ciegos. Para comprender la lógica debemos adaptarnos a ella y forzar una mirada de los datos como si aún observáramos la vida como lo hace un niño.
No le entendí al principio. Se puso a mostrarme todas las encuestas publicadas en los últimos meses, una selección de artículos de periódicos sobre hechos políticos que yo conocía, una selección de citas de libros de historias sobre sucesos ocurridos cuando ni él ni yo habíamos aún nacido y, atención, páginas recortadas de grandes obras de la literatura.
- La lógica Salva, la lógica y el relato, sin un relato no funciona la lógica.
No puedo contar mucho más, porque no me lo permitió. Pero el proceso para vaticinar los resultados electorales era, al fin, una combinación de lectura de datos y su encaje en los relatos clásicos, sí, relatos, algunos de ficción, o tal vez todos, incluso mágicos, que íbamos leyendo como si fuéramos dos estudiantes en una clase de algún pensador presocrático. Comprendía que Gabriel García Márquez y Julio Cortázar hubieran disfrutado observando cómo al realismo mágico era una formidable herramienta para el pronóstico electoral.
El proceso para vaticinar los resultados electorales era, al fin, una combinación de lectura de datos y su encaje en los relatos clásicos
Pusimos números y porcentajes. En unas casillas los diputados autonómicos por partido y los porcentajes de cada fuerza política. Después hicimos lo mismo en las tres capitales de provincia y en la ciudad de Alzira. Volvió a reír y sacó un papel.
En unas casillas estaban los diputados autonómicos por partido y los porcentajes de cada fuerza política"
- Estos son los datos que borré en la libreta para el 28M y estos son los nuevos.
Era asombroso. Eran idénticos. Casi cuatro meses después, y tras casi cuatro horas de trabajo con el señor Miquel, confirmaba que lo que había tachado era exactamente lo que volvía a salir. La precisión era asombrosa. El viejo sabio volvió a soltar una fuerte carcajada y encendió otro caliqueño. El anterior me había apestado toda la ropa.
- Esos son los resultados del 28M, nunca estuve más seguro de un pronóstico.
No hubo manera. Le pedí por favor, como tantas otras veces, que me dejará publicarlos, pero se negó en rotundo, una vez más. Pero me ofreció una historia donde están todas las claves, algo que siempre hace. Espero que el lector o lectora sea capaz de descubrirlas. Me anunció que me contaría tres historias: la primera referida a las elecciones autonómicas, la segunda referida a la ciudad de València y, al última, lo que sucederá en las próximas elecciones generales (hoy publico la primera, las otras dos en las próximas semanas). Habla el señor Miquel:
"Mis padres me dejaban muchas tardes en la casa de planta baja de mis tías Merceces y Carmen, que se esforzaban siempre en que yo pasara con ellas un tiempo fabuloso, aderezado con abundante atención culinaria, desde chocolates calientes con pan tostado hasta bocadillos de longaniza. Me encantaba merendar con esas mujeres, vestidas siempre de negro y con un delantal de tonos grises; eran muy trabajadoras y entregadas. Cerca de ellas, a pocos metros vivía también mi tía Mari Carmen, la única hermana de mi padre, por lo que era normal que me juntara con mi primo Carlos, que nació el mismo año que yo, a jugar en la calle adoquinada y estrecha. Pasábamos el tiempo sentados en la acera, casi siempre acompañados de nuestro amigo Eduardo, también vecino de la misma vía.
Justo enfrente de la casa de mis tías vivía una familia que tenía una hija de edad parecida a la nuestra. La niña se llamaba Fanny, era muy alta y delgada, de pelo ensortijado de color rubio y de facciones muy anguladas. Fanny era especial, o lo era a nuestros ojos: cuando intentaba hablar emitía sonidos guturales indescifrables, le temblaban la cabeza y los brazos, casi siempre vestía con un babero semejante al que usábamos en el colegio para no ensuciarnos, y pocas veces salía a la calle. Se asomaba a la puerta de su casa y se quedaba ahí durante un tiempo, sin decir nada, se miraba las manos, cambiaba y dirigía la vista al cielo, se reía sin motivo alguno, emitía algún sonido, y así pasaba el tiempo, hasta que su madre la volvía a meter en el interior de la vivienda. Yo sentía una gran curiosidad por Fanny, y en más de una ocasión intenté comunicarme con ella, desde la otra acera, a una distancia de no más de cuatro metros. “Hola Fanny” le decía, levantando al tiempo la mano y sonriendo. Pero Fanny no reaccionaba siempre, en ocasiones ni me miraba, seguía metida en su mundo, al que yo no podía acceder. Si había suerte ofrecía una sonrisa a mi saludo, pero sin mirarme a los ojos, porque estos siempre estaban pendientes de otras cosas. Después aparecía su madre y la volvía a meter en casa, lo que no siempre gustaba a la joven. No era extraño tampoco llegar a casa de mis tías y escuchar gritos de Fanny, unos gritos que me provocaban terror y, después, tristeza. Hablé muchas veces de ella con mi primo Carlos y con Eduardo, necesitaba saber más cosas de esa chica, pero ellos nunca fueron capaces de explicarme qué le pasaba más allá de exponer que “no está bien de la cabeza”.
Decidí una tarde de verano, cuando el calor expulsaba a las personas de sus casas para hacer vida en la calle, fijarme con más detalle en Fanny. Me senté en la puerta de mis tías, como siempre, y esperé a que ella apareciera. Era una chica que de no haber estado sometida a esa enfermedad, fuera la que fuese, habría llamado la atención. Además de alta y delgada, con un cuerpo que se intuía bien formado, tenía unos ojos de un marrón intenso y una boca amplia. Cuando sonreía, y nunca sabía porque lo hacía, su rostro cambiaba hasta ocultar las marcas de una discapacidad para asemejarla a cualquier rostro de las amigas que en ese tiempo yo conocía. Pero cuando esa sonrisa desaparecía, Fanny volvía a ser Fanny, y la realidad volvía a imponerse, era como si una luz desapareciera para dar paso a muchas sombras, que ocupaban no solo la cara de esta niña, también todo su cuerpo.
No fueron pocas las veces en las que desee que Fanny fuera como yo, como los demás, como tantos niños y niñas que cada tarde ocupábamos las calles de Alzira hasta hacerlas nuestras, jugando a la pelota, a la goma, al churro va mediamanga mangotero, destrozándonos las espaldas aguantando los saltos del equipo rival; al pique pala, aprovechando las formas curvadas y suaves de los adoquines de la calle o persiguiéndonos con fusiles hechos con un palo largo, una pinza de tender ropa, un clavo en la otra punta y que cargábamos con gomas elásticas, que si te alcanzaban te dejaban amargo durante un tiempo y que algunos usaban para darles a los gatos que abundaban en todos los rincones. Pero Fanny no era como nosotros, ni podría serlo nunca. Y mientras nosotros inundábamos las calles con nuestras fantasías, ella permanecía encerrada en su casa o, a veces, se asomaba por la puerta un rato, a veces nos miraba, otras no, hasta que su madre la volvía a meter en casa.
Un día, harto de no hacer nada, decidí acercarme a ella. No dirigió su mirada hacía mi mientras caminaba hacia ella. Superé el miedo a que saliera su madre y le hablé a pocos palmos de su cara. Fue entonces cuando me miró a los ojos y modificó sus facciones para ofrecerme una amplia sonrisa. La cogí de la mano y me senté a su lado. Estuvimos así toda la tarde. Yo hablaba y ella sonreía, y noté que su madre estaba cerca de la puerta de la vivienda, pero no hizo nada, nos dejó tranquilos. A partir de aquella tarde, Eduardo y algunos más pasábamos largos ratos jugando con Fanny, aunque ella no supiera jugar. Cuando notaba mis manos sonreía, y así permanecía hasta que yo me separaba.
Supe de su muerte hace unos años. ¿Sabes? De aquella experiencia aprendí que quedarse quieto y esperar es una manera de perder, e incluso de morir, y que aunque no comprendamos a quien tenemos frente a nosotros, hay gestos que trasladan el suficiente afecto como para superar cualquier mensaje racional. Y que nada se logra, incluso en un grupo, si alguien no tiene la iniciativa, y quien la tiene, desde la honestidad, logrará ser quien haga posible lo que parecía imposible; siempre ha sido así y siempre será así".
Al poco de llegar a mi casa concluí que quien no vea en ese relato los resultados del 28M es que, seguramente, no tiene corazón o, también, no cree en la magia"
En mi viaje de vuelta a València no dejé de pensar en esta historia, y en Fanny. Al poco de llegar a mi casa concluí que quien no vea en ese relato los resultados del 28M es que, seguramente, no tiene corazón o, también, no cree en la magia.
PD: El señor Miquel me llamó ayer. Dice que no piensa usar más el bastón. Dice también que lo ha partido por la mitad y que prefiere ir a gatas que usar "el palo de los cojones".