El PSOE no acaba de entender la historia cuando se refiere a la relación del Gobierno central con los valencianos y el papel que sufre el PSPV, la federación socialista valenciana. Ya le sucedió en los años 90, cuando se extendió la percepción de que la Comunidad Valenciana no contaba en el reparto de favores mientras se celebraban Olimpiadas, Exposiciones Universales y se trazaban líneas de AVE por toda la geografía española por criterios estrictamente políticos mientras el trazado prioritario atendiendo a razones objetivas, el corredor mediterráneo, quedaba relegado. Con esa negativa, por ejemplo, a concluir la autovía Madrid-Valencia que, años más tarde, Eduardo Zaplana resolvió sin problemas con su homólogo castellano-manchego, José Bono, y el beneplácito del entonces ministro de Obras Públicas, Josep Borrell. Hechos que afectaron directamente al gobierno del socialista Joan Lerma y sentaron las bases de la hegemonía popular en la Comunidad Valenciana durante 20 años.
Si hubieran aprendido la lección, sabrían que la valenciana no es una sociedad soberanista ni nacionalista, al menos en su mayoría, pero sí entiende el peso de los hechos y los agravios, y no duda en movilizarse o mostrar su rechazo contra quien gobierna en Madrid si entiende que las decisiones la marginan, si atentan contra una identidad que reacciona ante las decisiones que lastran su futuro, o su presente. Deberían acudir a las hemerotecas y comprender que el PP supo, y ahora también, sacar tajada de todo conflicto que cuestione esta misma identidad, como está sucediendo ahora en Alicante con el trasvase del Tajo-Segura, con la falta de iniciativa para resolver la crisis de la cerámica en Castellón (principal vector industrial de la provincia) o cuando comienza a percibir que dispone de menos recursos que otras autonomías a causa de la incapacidad del Gobierno para resolver la injusta financiación que reduce posibilidades para impulsar políticas y aumenta la deud.
La guerra del agua de los años 90, tras la derogación del Trasvase del Ebro, y la campaña liderada por Francisco Camps con dinero público al grito de "agua para todos", fue otro elemento clave para la perpetuación del PP valenciano en las instituciones y sirvió de palanca para ayudar a José María Aznar a presidir España. Entonces como ahora, el Gobierno socialista se impuso, con un talante unidireccional, evitando establecer el consenso desde la inteligencia política con los valencianos, provocando que el Ejecutivo autonómico, ahora presidido por Ximo Puig, acabara siendo víctima de una manera de gobernar en la que la periferia moderada era y es directamente ignorada. Con el establecimiento de una dialéctica en la que la Comunidad Valenciana aparece discriminada por Madrid, por quien gobierna los resortes del Estado. Nunca tuvo el PSOE un líder regional más leal en el pasado que Joan Lerma y más leal en el presente que Ximo Puig.
De seguir el Gobierno ignorando todas las peticiones que desde la Generalitat Valenciana se realizan desde hace una eternidad para suavizar estos mismos conflictos, el PP estará en disposición de recuperar todo el poder institucional valenciano"
La nueva guerra del agua, alentada por el talante combativo contra los regantes de la ministra Teresa Ribera (tiene razón en el criterio, pero se equivoca en las formas y en los tiempos), la falta de inversiones en Alicante (provincia clave en el tablero político valenciano) o la negativa a abordar el cambio de la financiación autonómica, son conflictos que, bien mirados, no son peores que los señalados en el pasado. Pero la diferencia es que ahora la identidad de los valencianos es más fuerte y la opinión pública más sensible. De seguir el Gobierno ignorando todas las peticiones que desde la Generalitat Valenciana se realizan desde hace una eternidad para suavizar estos mismos conflictos, el PP estará en disposición de recuperar todo el poder institucional valenciano que no hace mucho se le antojaba imposible. En el futuro, algunos y algunas volverán a las hemerotecas, y si Ximo Puig pierde el poder podrán encontrar todas las pistas racionales que causaron una derrota en la que el Gobierno español tuvo gran parte de responsabilidad. Y si consigue formar gobierno por tercera vez no podrá decirse que ha sido por el apoyo de un gobierno central del mismo signo. La batalla Valencia-Madrid, política no geográfica, vuelve a movilizar la indignación de muchos valencianos. Lo dicho, no han aprendido la lección.