Que las Fallas de València son tan diversas como lo es la sociedad lo saben las más de 93.000 personas que integran la fiesta; así lo vino a reflejar la incómoda encuesta fallera que impulsó el entonces concejal de Cultura Festiva, Pere Fuset, en 2017.
Pese a ello, se le sigue asociando un cierto aroma conservador, sobre todo porque normas que rigen la fiesta como el Reglamento Fallero data de 2002 y encorseta a sus participantes en inercias machistas.
Desde dentro de las Fallas, algunas comisiones llevan años impulsando cambios y visibilizando que todo el mundo tiene cabida en la fiesta. Es el caso de la Falla Borrull Socors, junto al Jardí Botànic de València, y que en febrero acogió una jornada que llevaba por título “Fallas y Diversidad de Género”.
El día comenzó con un taller de nuevas masculinidades en el que los participantes, falleros, curiosos y un grupo de ‘scouts’, reflexionaron sobre la figura del “macho ibérico”, cómo se espera que sea, en cuatro pilares de la vida: familia, amistades, relaciones sexo-afectivas y emociones, de la mano de La Baula Proyecto Antipatriarcal.
El "Club de las Historias" de mujeres lesbianas, bisexuales y trans de las Fallas
Prosiguió con un “Club de las Historias” en el que diferentes mujeres lesbianas, bisexuales y transexuales de las Fallas subieron al escenario a contar sus experiencias como protagonistas de la fiesta. Una de ellas fue la que fue la primera mujer coordinadora general de Lambda y que hoy es concejala de Gestión de Recursos en el Ayuntamiento de València, Luisa Notario.
Contó que las Fallas están ligadas a “toda” su vida, pero que, al principio, fue “invisible como mujer lesbiana”. Y reivindicó que la fiesta “está en constante evolución”: recordó que con el nacimiento de la primera comisión fallera compuesta solo por mujeres, en 1938, solo se destacó que “eran todas jóvenes y guapas”; con el tiempo, ellas ya han accedido a cargos de presidenta.
También defendió el trabajo que costó cambiar expresiones típicas de la fiesta que “se han burlado y ridiculizado al colectivo LGTBI”, como el “maricón el que no bote”: “Yo tenía que botar para no estar en el punto de mira”. Hoy se ha extendido el “Borinot el que no bote”.
Asimismo, se han asentado los premios Arco Iris de Lambda que reconocen las Fallas que muestran la diversidad sexual, familiar y de género de una manera respetuosa; al principio, se presentaron tres o cuatro, y hoy ya hay más de 20 candidatas.
Si la sociedad avanza, la tradición debe avanzar. Si no lo hace, para mí está obsoleta
La fallera Yaiza Mascarós, de Borrull-Socors “desde pequeña”, explicó que nunca había tenido “miedo de decir” lo que piensa y lo que es: “La Falla era diversión. Nunca he tenido problemas a la hora de expresar que tenía una cierta orientación sexual”. Un día, decidió que no quería vestirse de fallera, sino de fallero: “Se me quedó el traje pequeño y pregunté a la falla si podía ir de fallero”.
“Una tradición es tradición si la sociedad lo permite. Si la sociedad avanza, debe avanzar. Si no lo hace, para mí está obsoleta. La sociedad y la tradición la formamos todos y todas”, defendió.
Otro testimonio fue el de Estefanía Andújar, fallera de Emilio Baró-Enrique Ginesta y grado superior de Artista Fallero. Igualmente, aseguró sentirse “afortunada” porque nunca se ha “sentido discriminada en la Falla como mujer lesbiana”.
“La discriminación mayor la sufrí con 12 años en el instituto, cuando se lo conté a mis amigas, me rechazaron y me quedé sin amigas. Durante seis años eché de menos referentes y me escondí”, recordó. Al mismo tiempo, defendió que una lesbiana puede ser perfectamente Fallera Mayor de València y/o acceder a la Corte de Honor.
La activista histórica valenciana por los derechos de la comunidad LGTBIQ, May, explicó que tampoco había tenido problemas para participar en la fiesta fallera: “Todo mi barrio sabe que soy trans y se me respeta, se me quiere”. “En la falla me dijeron: cariño, si quieres entrar, 90 euros es lo que le cobramos a todo el mundo”, le comentaron, sin más inconvenientes.
Más testimonios, como el de Verónica, que participó a distancia, y que es la madre de una niña trans que este año es la Fallera Mayor Infantil de la Falla Tomasos - Carlos Cervera. Explicó que su hija Irene les dijo en 2020 “que era una niña, que lo sabía de hacía tiempo”. Admitió que ella lo vivió “como un duelo”, como “un niño que se muere” y aparece “una niña desconocida”.
Mi hija es una Fallera Mayor Infantil trans, no un niño disfrazado de fallera
Pero el apoyo de su pareja, que “lo vivió bien”, y el de la Asociación Chrysallis, le ayudó a asumirlo. Con el desconfinamiento, lo contaron en la falla: “No hemos sentido el rechazo de nadie”; simplemente tramitaron el cambio en el censo de niños a niñas en la Junta Central Fallera.
Por antigüedad, el cambio suponía que a Irene le tocaba ser Fallera Mayor Infantil. “Nunca había ido vestida de fallera y al principio dudó”, recordó su madre, pero finalmente accedió. Defendió que es “una Fallera Mayor Infantil trans, no un niño disfrazado de fallera, sino una niña de fallera”. “Hoy Irene es feliz, está contenta y es lo que nos vale”, asintió.
No faltaron Andrea Linares y Betlem Bollas, integrantes de la Falla Lope de Rueda de Torrent; la segunda se ha puesto el traje de saragüell, pese a no estar contemplado en el reglamento para una mujer. Linares explicó que, al presentar en la comisión a su nueva pareja, Betlem, sintió “más prejuicios por plantearlo” que con lo que se encontró: “La experiencia fue positiva, nos hemos sentido muy arropadas”.
Son relatos que coinciden, básicamente, en dos cuestiones: que las Fallas ni son tan rancias ni estancas como quieren pensar algunos, sino que las falleras son tan diversas como la ciudadanía de València; y que la fiesta avanza con la sociedad, respetando, acompañando y acogiendo a todo tipo de personas. Aunque todavía quede, formalmente, mucho por cambiar.