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El caso de la familia Guiso; unos emprendedores machacados por la Covid-19

Efectos del coronavirus

Llegaron desde Roma a València con un sueño; montar un negocio. La pandemia y la falta de ayuda de las administraciones los han empujado a vivir una pesadilla. Pero siguen luchando.

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La familia Guiso en València: Claudia, Roberto, Pina y Federica

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Esta es la historia de Roberto Guiso, y de su mujer Pina Uselli, y de sus hijas Claudia y Federica. La historia de una familia italiana que llegó hace unos años a València con un sueño; una ilusión que comenzó a ser realidad en forma de un negocio que les reportó integración, bienestar y felicidad; y que el Covid-19 ha convertido después en una pesadilla. Es la historia, al fin, de una familia de emprendedores, de una pequeña empresa; que ejemplifica cómo esta pandemia ha llevado casi a la ruina a muchas personas que permanecen en el anonimato, que apenas aparecen en las estadísticas, y que sufren además la burocracia de unas administraciones que los ignoran.

La historia comienza con Federica, quien ilusionada por conocer España decidió realizar un Erasmus como estudiante de periodismo en la Universitat de València. Ocurría en el año 2015. Sus padres, que trabajaban en el sector de la restauración en Roma, llevaban tiempo deseando cambiar de país; y el hecho de que su hija pequeña estuviera en València les animó a conocer la ciudad y ver las posibilidades de encontrar aquí un futuro diferente.

Fue así como la familia Guiso subarrendó dos apartamentos en la zona del Ensanche de la capital para convertirlos en apartamentos turísticos. Eran buenos tiempos, y el boom del sector animó a muchos emprendedores a participar de una actividad multiplicada gracias a las aplicaciones digitales. “Estábamos muy ilusionados con al idea, y listos para empezar otra vida en España”, cuenta Federica.

A partir de ahí comenzó una dura lucha por poner en marcha el proyecto. Por una parte, contrataron una empresa de arquitectura para realizar la reforma de unos apartamentos que estaban hechos polvo. Además, la familia anunció en Roma el traspaso de su restaurante, el mismo al que habían dedicado años de trabajo. Los ritmos no fueron los adecuados, y esto obligó a la familia a partirse: la madre y Federica se quedaron en València para adaptar las viviendas, y el padre y la hija mayor tuvieron que permanecer en Italia a la espera de resolver el traspaso.

Otro obstáculo fue la empresa de arquitectura; se comía dinero y aletargaba los tiempos, sin resolver la reforma esperada, que debía estar finalizada antes de que se agotara el tiempo de carencia. Rompieron con esta empresa y contrataron a otra. “Recuerdo aquellos días; mi madre y yo madrugábamos para ir a los pisos y controlar en persona que las obras siguieran sin ningún obstáculo”.

El presupuesto de las obras era de 25.000 euros, pero “al final tuvimos que dar más dinero para que acabaran de una vez las reformas”. A pesar de todo, Federica recuerda que en esas semanas fue muy ilusionante “montar todo lo demás, crear desde cero una empresa; elegir el logotipo, crear la página web y las redes sociales, hablar con proveedores para tener la mejor calidad de sábanas y toallas, decorar los pisos y a las empresas online para hacer las reservas como Booking, Airbnb o Expedia”.

Se acercaba el momento de inaugurar Live In Chianti ; y se acercaba el momento de que toda la familia pudiera estar junta en València. El sueño comenzaba a ser realidad. “El trabajo arrancó muy bien, los clientes se quedaban muy satisfechos y nosotros ya estábamos pensando en expandir el negocio”. Con la idea de crecer dejaron de ser autónomos y crearon una SL; y a partir de ahí la presión de Hacienda por la mala praxis de los gestores que habían contratado les quitaba el sueño. En otras palabras, les habían estafado unos tipos aprovechando que al venir de otro país no conocían bien algunas reglas del juego en España.

“Sin embargo seguimos con nuestro negocio, animados a querer ampliarnos y en concentrarnos en nuestros sueños”. apunta Federica. Pero llegó marzo de 2020; el mes en el que comenzó a extenderse el Covid-19 por todo el mundo. “Para nosotros era un mes especial, las fallas, la alegría, la primavera, los turistas; y de repente nada, y comenzó la pesadilla”. Primero el confinamiento, con cero actividad; y después una nueva normalidad en la que “una tras otra fueron llegando las cancelaciones”.

Federica relata estos hechos con enorme tristeza, pero también rabia. Tristeza por ver cómo este declive de actividad ha dañado irremediablente un proyecto empresarial que era también un proyecto de vida. Y rabia por la situación kafkiana en la que se ha encontrado con las administraciones; del Estado, de la Generalitat Valenciana y del Ayuntamiento de València.

“No hemos tenido ayuda, y los gastos han seguido llegando”. “Hoy vivimos de los ahorros, y hemos asumido una pérdida de ingresos de alrededor de 80.000 euros desde marzo que nadie nos va a devolver”. Rabia añade porque “hemos ido a todos los sitios, a pedir ayuda, y no hemos contado con casi nada; sólo 600 euros al mes por cese de actividad, y solo por tres meses”. Por eso dicen sentirse abandonados por las administraciones: “en los últimos en los que se piensa es en los pequeños empresarios y en los pequeños negocios”.

La situación es muy dura, reconoce. Piensan en traspasar el negocio de València, “¿pero quién va a querer ahora el traspaso tal como está la cosa?”, se pregunta Federica. Confía en sus padres, en su capacidad de trabajo y optimismo “pero lo estamos pasando muy mal”. “Una vida sin trabajo no es una vida digna”, subraya.

La familia Guiso quiere seguir luchando, buscar una salida a esta temible situación, pero dicen que miran a las administraciones y no llega nada, o lo que tiene que llegar va a tardar mucho tiempo. Estas pequeñas empresas no tiene suficiente músculo financiero para estar mucho tiempo sin actividad; les pasa a miles de ellas. Y de momento nadie sabe cuándo acabará una pandemia que está destrozando miles de pequeñas empresas.

Federica, no obstante, no quiere rendirse: “seguiremos luchando y trabajando, peor de esto sacas la lección de que la vida a veces te pone pruebas muy duras, y de manera impredecible”.

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