Dos años del Aquarius: de la expectación mediática al “olvido”
Acogida
De las pocas solicitudes de protección internacional que se han resuelto, la mayoría se han denegado. El resto, vive renovando su ‘tarjeta roja’ temporal cada seis meses
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El domingo 17 de junio de 2018, tal día como hoy, llegaban a València tres embarcaciones: el Dattilo, el Aquarius y el Orione. Una flota que transportaba a 629 personas migrantes de varias nacionalidades que estuvieron varios días a la deriva, después de que los rechazaran en Italia y en Malta. ¿Qué es pasó con todas aquellas personas?
La flota del Aquarius suscitó una gran expectación mediática. Aún era de noche, sobre las 4 de la madrugada, cuando llegamos -cortesía logística de Rafa Atez, del diario El Salto- a la Marina de València para cubrir el evento que ningún medio de comunicación quería perderse: la llegada del Aquarius. Nos cruzamos a algún grupo ebrio que volvía de fiesta que nos miraba sin entender por qué había a esas horas tanto trípode y tanta cámara.
Ya éramos un grupo considerable de periodistas y poco a poco se irían uniendo centenares más, hasta llegar a los cerca de 600 que había acreditados de 138 de medios de comunicación de todo el mundo.
Centenares de periodistas, cámaras de televisión, conexiones en directo vía streaming… un espectáculo mediático que desde el primer minuto nos generaba dudas a muchos de los que estábamos allí. El drama personal de la migración espectacularizado y retransmitido al minuto. Pero claro, había que contarlo.
La base del trabajo periodístico estaba en los bajos del Veles e Vents de la Marina de València, donde se nos ofrecieron todos los servicios -wifi, espacio de trabajo, entrevistas con responsables, los víveres necesarios- para seguir la larga jornada que nos esperaba.
València consiguió erigirse en las primeras planas internacionales como una ciudad de acogida y solidaria en aquellas instalaciones que años atrás -no tantos, en realidad- la habían puesto “en el mapa” por el despilfarro de la Fórmula 1 urbana y de la Copa América. La antigua sede del Alinghi fue la base logística de coordinación aquellos días.
Dos caras de una misma ciudad, València, que congregaron a centenares de periodistas internacionales por diferentes motivos; aunque por ambos sobrevolaba la duda de si todo sería marketing político.
Pese a las dudas personales de los periodistas, pocos meses después, el informe Tratamiento informativo en los medios escritos valencianos de entradas de personas migrantes de Teresa Díaz valoraba positivamente la cobertura mediática del Aquarius como “suceso humanizador”. Sí lamentaba la falta de continuidad.
Han creado la Asociación Supervivientes del Aquarius
Vayamos a la actualidad. Ahora algunas de aquellas personas que llegaron a València entre gran expectación han creado la Asociación Supervivientes del Aquarius, que presentaron el pasado mes de enero en el Espai Sankofa. Entonces se marcaban básicamente tres objetivos: lograr el permiso de trabajo, “conocer a gente en la sociedad” en la que viven y convertirse en una red de conexión y apoyo para personas en situación similar, como un punto de asesoramiento para recién llegados.
Hay que recordar que a los migrantes de la flota del Aquarius se les dio un permiso extraordinario de residencia de 45 días. En ese tiempo, algunos se trasladaron a Francia, y aproximadamente la mitad, pidió protección internacional. A todos se les admitió a trámite y se les entregó la famosa tarjeta roja temporal que les acredita como solicitantes.
Entonces, entraron en el sistema de acogido del Gobierno español, que detallamos en este reportaje. Dura un máximo de 18 meses, por lo que los últimos que no lograron independizarse del sistema salieron de él el pasado mes de diciembre. Poco después, se toparon con la pandemia del coronavirus.
El sistema está tan saturado que se han revisado muy pocas solicitudes de asilo, lo que significa que cada seis meses toca ir a renovarla con todos los obstáculos que implica para llevar una vida normal: alquilar un piso o encontrar trabajo con una tarjeta a pocos meses de caducar, abrir una cuenta bancaria con un documento del que pocas entidades se fían, etc.
No podrán acceder a ayudas como el Ingreso Mínimo Vital porque el Gobierno español ha excluido a los demandantes de asilo internacional. Tuvieron la ayuda de abogados durante 18 meses, pero ya se les acabó.
De las pocas solicitudes que se han resuelto, la mayoría se han denegado
De las pocas solicitudes que se han resuelto, la mayoría se han denegado, según revelan fuentes conocedoras. Eso significa que esas pocas personas han pasado a vivir en València en una situación administrativa irregular, con lo cual han tenido que dejar sus estudios o sus trabajos. También puede conllevar el encierro en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y, en el peor de los casos, que le deporten a su país de origen.
El colectivo no solo representa a personas que llegaron con la mediática flota; también está integrado por otras que pasaron por largas, duras y peligrosas travesías. Es el caso que relató Ousmane: “Yo también pasé algo parecido. Ojalá pudiéramos decir a la gente que no vengan, o si lo hacen, que busquen otra manera. Nuestro viaje fue muy inseguro”. Y afirmaba que busca “ser parte de esta sociedad, ser parte de este mundo”.
El presidente de la asociación, Moses Von Kallon, defendió la importancia de tejer redes: “No sabemos cómo unirnos a la gente de este país. Si conoces a gente, te pueden ayudar a encontrar trabajo, si tienes un problema te pueden dar una solución…”. “Hay cosas en las que tenemos que educarnos las personas que llegamos. Hay personas que están en problemas porque han hecho algo que no sabían que no se podía hacer, como tocar música en la calle. La ley no perdona. Tenemos que conocerla y queremos entenderla”, añadió.
A lo que Ousmane añadió su nota de humor: “Queremos ser uno más y hablar valenciano. Yo quiero ser valenciano, un valenciano negro, pero valenciano”.
“Queremos vivir y queremos trabajo, pero no podemos respirar”
Esta semana, en una entrevista con EFE, Moses Von Kallon hizo sus declaraciones más pesimistas. Criticó que se usó “políticamente” a los migrantes del Aquarius y que ahora se sienten “olvidados” porque aún no tienen la regularización que les prometieron para poder “trabajar legalmente” y tener “una vida digna”.
“No podemos seguir así. Queremos tener una vida digna, no vivir en la calle”, reclamaba, y parafraseaba las palabras del afroamericano asesinado, George Floyd: “Queremos vivir y queremos trabajo, pero no podemos respirar”.
La vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra, subrayó este martes que “su regularización es un imperativo legal, político y moral” y añadió que, desde el Gobierno valenciano, seguirían “con la labor de acompañamiento e inclusión”: “Estas personas tienen derecho a la renta valenciana, una herramienta importantísima”.
Son personas que fueron invitadas por un Gobierno y que ahora, ya fuera del sistema de acogida, siguen sin familia, sin ahorros y sin red social. La mayoría a la espera, todavía, de que resuelvan su solicitud de protección internacional.