Cuando los halcones se comen a las palomas
Análisis
VOX ha logrado en esta campaña condicionar los ejes fundamentales del debate político. Ese es su éxito, al margen de lo que logre este domingo en las urnas
Les recomiendo que vean la película “Vice”, un biopic del que fuera “halcón” de la administración de George Bush hijo, Dick Cheney. Un tipo inteligente, ambicioso y sin escrúpulos, que tras los ataques terroristas del 2001 moldeó el argumentario necesario, una obra maestra de las fake news, para invadir Irak y desatar una trágica guerra. Cheney fue uno de los precursores del Tea Party (donde su hija es una consumada activista), y de todo lo que ha supuesto esto en el terreno discursivo para dinamitar la presidencia de Barack Obama y preparar a una parte de la opinión pública norteamericana para recibir con los brazos abiertos a un personaje tan grotesco y populista como Donald Trump. El actual presidente de los EE.UU. no existiría sin el trabajo previo, durante dos décadas, de los halcones republicanos y sus think tank (con cientos de millones de dólares), capaces de instalar la mentira en el ideario colectivo de millones de personas, con la colaboración estrecha de algunos medios de comunicación y de las plataformas digitales o redes sociales.
El actual presidente de los EE.UU. no existiría sin el trabajo previo, durante dos décadas, de los halcones republicanos y sus think tank”
Los populismos, de izquierdas y derechas, que de todos hay, se alimentan de la debilidad de las democracias y de los partidos tradicionales, sistémicos, especialmente los de centro izquierda. Es una constante histórica perfectamente constatable en la Europa de entreguerras. Una debilidad que se detecta ya en la fase embrionaria de estos movimientos, en la incapacidad de estas mismas izquierdas de ofrecer un relato alternativo ante las graves inseguridades que se instalan en las sociedades: pérdida de las conquistas en bienestar social (el gran éxito de la segunda mitad del XX), torpeza en el tratamiento de las migraciones, mayor protagonismos de los nacionalismos (de todo tipo), una vuelta a los fundamentalismos religiosos y, en este siglo XXI el miedo, real, a las consecuencias de la digitalización y robotización de los sistemas de producción, con efectos letales en los ciudadanos. Estos son los ingredientes del éxito también del Brexit o del ascenso de las ultraderechas en varios países de la UE como Hungría, Italia y su carismático Matteo Salvini, Polonia o la misma Alemania.
Pero como sucediera en la campaña de fake news diseñada por Cheney el problema es que ante la incapacidad de dar respuesta a estas propuestas populistas el mensaje de estos partidos, combinado con buenas dosis falsedad, manipulación o directamente mentiras, acaba encajando perfectamente en el cabreo de unos ciudadanos hartos de la mediocridad demostrada por los líderes de esos mismos partidos sistémicos, a derecha e izquierda. Capitanes de una democracia que se muestran incapaces de gestionar en beneficio de los ciudadanos y de garantizar la estabilidad política en uno de los momentos más críticos de la sociedad española desde el fin de la dictadura, con un conflicto catalán de compleja resolución y una crisis económica que amenaza con devolvernos al pesimismo existencial. Entre otras razones porque todo el sistema público de bienestar social está en crisis.
Los “halcones” (abundan también entre el movimiento independentista catalán) tienen una enorme capacidad de seducción frente a unas “palomas” atemorizadas ante unas propuestas que les acaban condicionando el discurso, y esto es lo más peligroso. Casi nadie confronta argumentos u opone un relato alternativo veraz, como se vio el pasado lunes en el debate entre los candidatos a la presidencia del Gobierno Español: sólo Pablo Iglesias entró en el cuerpo a cuerpo con Santiago Abascal. Más grave fue el caso de Pedro Sánchez, cuyo silencio ante los mensajes del líder de Vox genera no pocas sospechas. El líder socialista quiso en los debates del 28A que Vox estuviera presente, y el lunes dejó que su presidente hablara sin presentarle oposición. No son pocos en su partido los que concluyen que fue una grave imprudencia, la de creer que dando protagonismo a Vox se garantiza a los socialistas un mejor resultado electoral. Pero también deberían haber aprendido la lección Pablo Casado y Albert Rivera; Vox les ha obligado a jugar en su terreno, con nefastas consecuencias, también y posiblemente electorales este domingo. Deberían algunos leer más historia.
No hace mucho algunos se tomaban en broma el ascenso de los populismos en Europa (Chaves Nogales decía lo mismo en los años 30, deben leer “La agonía de Francia”), pero llegaron y se quedaron, condicionan gobiernos nacionales y regionales, y ya han comenzado a condicionar decisiones políticas de algunas autonomías como Madrid, Andalucía y Murcia. En esta campaña electoral española han logrado condicionar completamente el relato del resto de fuerzas políticas, se han convertido en la referencia, más aún que en las pasadas elecciones generales. Y con el tiempo veremos que no fue tanto un mérito de Vox haberse situado en tan excelente posición discursiva, sino del resto de fuerzas políticas, empeñadas en desprestigiar la política española y en no consensuar soluciones a unos ciudadanos cansados de mirar cómo sus representantes son palomas a las que les han arrancado la cola, volando sin una dirección clara. Frente a ellas, los halcones tienen claro su objetivo, y en parte ya lo han conquistado, pase lo que pase este domingo 10 de noviembre.