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El secreto del señor Miquel

DIARIO DE CAMPAÑA

Un carnicero corta carne en un puesto del mercado de Yola, en el estado de Adamawa (Nigeria)

Propias

Diario de campaña (22 de mayo, último post). Hay gente que cree en las encuestas; pero yo creo en el señor Miquel. No es su nombre auténtico. Le conozco desde la pantanà de  octubre de 1982, la misma que inundó de agua, mierda y muerte la comarca de la Ribera Alta. Eso ocurrió unos días antes de que el PSOE  y Felipe González conquistaran el Gobierno Español, y que la palabra "cambio" se instalara como un mantra. Miquel tiene 72 años, era carnicero, y nunca se equivoca cuando de pronóstico demoscópico se trata; nunca. En cada convocatoria electoral le busco en su casa de planta baja de Alzira en el barrio de Sant Joan, en el día previo a la jornada de reflexión; y hablamos. Hoy hemos comido juntos. Años atrás le gustaba predecir resultados, fracasos o victorias abriendo en canal un conejo sobre el mostrador de mármol de su carnicería. Decía, mientras tocaba las vísceras y la sangre impregnaba sus manos y sus brazos, qué partido o qué político iba a ser el próximo alcalde o president de la Generalitat Valenciana. Lo hacía cambiando a una voz más gutural y emitiendo sonidos extraños, como si de un chamán colocado se tratara. Aún recuerdo cuando pronosticó que Eduardo Zaplana derrotaría a Joan Lerma. Yo, que ya estaba en La Vanguardia, no le creí, y aquello me costó pagarle un almuerzo en el Estany de Cullera. Un dato:  Zaplana logró la presidencia tras pactar con Unión Valenciana, con Vicente González Lizondo; lo que se llamó el "pacto del pollo", que es un ave también común en las carnicerías.

Miquel se crió en el barrio de l´Alquerieta de Alzira, un lugar antaño paradisíaco y ahora duro, deteriorado. De pequeño solía ir con su padre, cabrero, hasta Corbera; y en esos paseos aprendió a leer y anticipar las inclemencias del tiempo. Logró prestigio con sus predicciones entre los vecinos, y algunos lo usaban incluso de curandero; especialmente para los enfermos de lo que antes se llamaba "ictericia", y que no era más que una hepatitis. Llegaba a las casas de los pacientes, se sentaba en una silla frente a la cama a mirarlos, y tras dos horas de insufrible aburrimiento, porque los enfermos no estaban para mucha conversación, le pagaban algo y se marchaba. Él tenía claro que no curaba nada, pero a la gente le hacía feliz su presencia y se ganaba un dinero. Con el tiempo ahorró para montar una carnicería. Se apostaba con sus vecinos que él era capaz de sacar la piel a un cordero antes que otro a un conejo. Siempre ganaba. Ya había oído hablar de él, y de sus dotes,  cuando le conocí, y me acerqué en aquel Octubre de 1982 a conocerle. Nada más encontrarnos puso sus manos en mis hombros, respiró hondo, miró al cielo y dijo: "en pocs dies aquest poble se’n va a fer la mà". Cuarenta y ocho horas después se rompía el pantano de Tous.

Lo de predecir resultados electorales lo llevó siempre con discreción. Por eso ahora protejo su anonimato; no deseo que nadie le moleste. Porque aunque resulte difícil de creer siempre acierta, incluso el número de escaños y porcentaje de votos, en cada convocatoria electoral autonómica y local. Tiene en el patio interior de su casa, de esas de puerta ancha por donde antes entraban los carros con sus caballos o burros, varios tomos con recortes de periódicos y varias libretas donde están anotados todos sus pronósticos electorales desde 1978. La de veces que hemos comparado sus notas con los resultados "reales" posteriores. Resulta impresionante su capacidad acierto. Esta vez le he preguntado por lo que puede suceder en la Comunidad Valenciana y también en el Ayuntamiento de Valencia. Le digo que las encuestas dicen tal y cual. Él acepta responderme, e incluso me regala el resultado en concejales en la corporación municipal de Alzira. Se toma un tiempo, consulta notas de sus libretas, se levanta de la mesa, se sirve un café, vuelve a la mesa, y en un papel me anota lo que sucederá el domingo; me apunta también el nombre del nuevo president de la Generalitat Valenciana. Me pide y me exige lo de siempre: que nunca se lo diga a nadie. Es un momento al que no me acostumbro; me irrita, porque me gustaría hacer público su pronóstico, compartirlo, aunque sólo fuera con mis mejores amigos.  Entiéndanlo: yo sé todo lo que va a suceder el domingo. Tras la conversación el señor Miguel saca medio pollo de la nevera, lo coloca sobre una tabla de madera y comienza a preparar nuestra comida. Yo estoy alucinado con lo que me ha dicho y que he apuntado, y entonces me doy cuenta de que este hombre vuelve a emitir sonidos guturales, como hace más de treinta años. Toda una señal.

Un chalet inundado en Bétera por la intensa tormenta que se ha registrado en la provincia de Valencia y que ha dejado 710 rayos nube-tierra en hora y media en un radio de 20 kilómetros alrededor de la capital, y registros de lluvia como los 66,6 litros por metro cuadrado caídos en media hora en Porta Coeli (Serra)

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