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El Francolí, un río de pasado medieval

La ruta del agua (VII)

El río ha sido testimonio de la lucha por la conquista de estas tierras y de una floreciente época medieval, protagonizada por los pueblos de la Espluga y Montblanc

Imagen del río Francolí

iStockphoto

Los romanos lo llamaban Tulcis y es el río más importante de los que nacen en la provincia de Tarragona. De carácter típicamente mediterráneo, el río Francolí nace en la Font Major de la Espluga de Francolí y desemboca en el puerto de Tarragona.

Seguir su curso de 85 kilómetros a través de las comarcas de la Conca de Barberà, Alt Camp y Tarragonés es hacerlo por la historia de los pueblos que nacieron a su amparo. Pueblos que aprovecharon sus aguas como frontera protectora, medio de transporte de mercancías o para regar las huertas de Tarragona y Constantí, ya en los tiempos de los romanos.

Las aguas del Francolí se han utilizado como frontera protectora, medio de transporte de mercancías o para regar las huertas de Tarragona y Constantí

Iniciamos nuestro recorrido en la Espluga de Francolí, donde podemos visitar la cueva de la Font Major, una de las siete más largas del mundo, con 3.590 metros de corredores. Spelunca en latín significa cueva, y este es el nombre que en el siglo XI adoptó la población que la alberga. Se sabe que fue habitada durante el paleolítico mediano y, actualmente, una parte está habilitada como museo.

En el recinto podemos ver hallazgos arqueológicos que nos hablan de los antiguos pobladores de estas tierras. Entre los restos se han encontrado dientes de rinoceronte, ciervo y caballo, del paleolítico, así como cerámica del neolítico. Ya en la época ibérica, la llamada Sala del Lago se convirtió en un espacio ritual; y a principios del siglo XX las galerías se utilizaron para envejecer cava. Hasta la Guerra Civil, aquí se cultivaban champiñones.

Para saber un poco más de este municipio podemos acercarnos hasta el Antiguo Hospital del Orden de San Juan o hasta los restos de una de las seis torres que tenía el castillo medieval. También es posible realizar una ruta templaria y hospitalaria por el casco antiguo donde, a través de la realidad virtual, conoceremos la vida cotidiana de las personas que vivieron en el pueblo durante la edad media.

Siguiendo el río hacia el sur, llegamos a Montblanc, cuyos orígenes se remontan al siglo XI. En un primer momento, el pueblo se llamó Vila-salva pero estaba demasiado cerca del río, se inundaba y era difícil de defender. En el siglo XII, Alfons I ordenó su traslado al Pla de Santa Bàrbara, rebautizándolo con su nombre actual, a causa de la falta de vegetación de la nueva ubicación.

En la cueva de la Font Major se envejecía cava y se cultivaban champiñones

Podemos conocer la historia de los primeros pobladores de estas tierras en una ruta guiada que nos lleva hasta las pinturas rupestres, declaradas Patrimonio Mundial de la UNESCO. O pasear por las murallas mejor conservadas de Cataluña, del siglo XIV, y su treintena de torres. Tampoco podemos perdernos la espectacular vista del Baluard de Santa Anna, la parte más alta de las murallas. Los fines de semana, se ofrecen visitas guiadas con degustación de productos típicos y vino de la DO Conca de Barberà, para conocer la rica tradición medieval de esta población.

Un poco más al sur, el río Francolí recibe las aguas de las montañas de Prades, y llega a las poblaciones de la Riba, con una zona húmeda de gran riqueza, y de Picamoixons. A los largo de los siglos, este tramo fue equipado para la industria papelera y textil, aprovechando el fuerte desnivel. En la Riba aún podemos encontrar algunos viejos molinos papeleros, como el de Més Amunt, del XVIII, o el Molí del Domènec, en cuyo interior hay una antigua máquina de elaborar papel.

Cuando el Francolí entra en las llanuras del Camp de Tarragona, sus aguas se calman y discurren entre campos de cultivos hasta llegar a su desembocadura. En Tarragona podemos pasear por el cauce del río, en una ruta de tres kilómetros para toda la familia. Se inicia en el Parque del Francolí, de reciente creación, en una zona de antiguas huertas. Allí encontramos zonas para descansar y relajarnos bajo la sombra de unas 70 especies de árboles como higueras, chopos, fresnos y olmos.

Para avanzar, tenemos que seguir el camino marcado con barandas de madera, en dirección al puerto, hasta llegar al último tramo del río, un espacio natural único con más de 240 especies de aves. Aquí, el Francolí acaba su curso para mezclar sus aguas con las del Mediterráneo.