Doñana y el fin de la inmortalidad

Cuadernos del Sur

Doñana y el fin de la inmortalidad

Las grandes calamidades suceden delante de nuestros ojos, pero nos resultan invisibles porque estamos demasiado cerca de las cosas como para entenderlas en su absoluta integridad. Esto es, dicho de manera condensada, lo que le ha sucedido al presidente de la Junta de Andalucía en el affaire Doñana, convertido en el primer gran tropiezo del lustro casi triunfal que lleva ocupando el Palacio de San Telmo.

Esta semana, después de que su consejero y portavoz, Ramón Fernández Pacheco, se reuniera con las autoridades europeas, adelantando una semana una cita que parecía no correr prisa y súbitamente se tornó urgente, el pulso entre la Moncloa y la Junta quedó visto para sentencia.

Vista de la laguna  de Santa Olallas en el Parque Natural de Doñana

Vista de la laguna de Santa Olallas en el Parque Natural de Doñana

CSIC

La guerra (política) entre Pedro Sánchez y Moreno Bonilla acaba de empezar, pero el primer asalto –la viabilidad de la polémica ley que pretende legalizar la ocupación irregular de tierras de regadío en el entorno del Parque Natural– se ha saldado con la aparente victoria del presidente del Gobierno, aunque el porvenir de Doñana sea tan seco como una semana antes.

Bruselas, igual que los espectadores del circo romano, dispuso el pulgar hacia abajo y la Junta tuvo que tragarse su diktat, amplificado desde el ministerio de Transición Ecológica, que unos días antes había dedicado gruesos epítetos –“acosador” y “señorito”– al presidente de la Junta que no hubiera empleado con ningún otro representante autonómico, sobre todo el catalán.

San Telmo –y en esto no le falta razón– se queja del trato recibido desde el ministerio, pero su aventura electoral en el Condado de Huelva, la comarca donde el cultivo irregular de la fresa amenaza a Doñana, ha naufragado, por mucho que desde el Quirinale quieran mantener su paquebote legislativo a flote al menos hasta el 28M. Quien lo ha hundido no ha sido Moncloa, sino Bruselas. Sánchez, no obstante, puede apuntarse el tanto de haber doblado la mano de Moreno Bonilla y, en consecuencia, de Feijóo. Con eso le vale.

Pedro Sánchez en Doñana

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Doñana

Europa Press

Más que mérito del Gobierno, que hasta ahora no ha hecho ni mucho ni poco por cumplir con la legislación ambiental europea, el desenlace de esta batalla obedece a los deméritos de la Junta, que midió asombrosamente mal la repercusión de su iniciativa legislativa, confiando en que la marejada duraría apenas unas semanas y las críticas se diluirían con el tiempo.

El error de cálculo ha sido colosal. El presidente de la Junta, que el pasado fin de semana, mientras sonaba la penúltima trompeta del Apocalipsis de Bruselas, ya se manifestaba, con un spleen que expresaba su impotencia, dispuesto enmendar su propia ley, ha quedado al pie de los caballos. Casi un lustro después de arrebatar San Telmo al PSOE, Moreno Bonilla se topa por vez primera con el principio de la gravitación universal. Lo que sube, también baja.

Su mayoría absoluta y la ausencia de oposición –los socialistas se abstuvieron hace un año ante una iniciativa parlamentaria idéntica, de la que se desistió por el adelanto electoral– no le permiten ejercer un poder omnímodo. Por encima de las hegemonías territoriales están las leyes europeas. Y saltárselas tiene consecuencias de imagen, económicas y políticas.

San Telmo lleva días, a medida que la tempestad y las presiones crecían, calificando de bulos las críticas a su proyecto. Se trata de una reacción estéril e infantil. Bruselas no entiende de argumentarios. Analiza hechos y actúa en consecuencia. No se presta, como habitualmente sucede en España, a negociar una ley. Exige que se cumpla y, si no se hace, impone sanciones.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, (i) conversa con la vicepresidenta tercera del gobierno de España, Teresa Ribera, (d) durante la presentación del proyecto de Cepsa 'Valle andaluz del Hidrógeno Verde' en la Refinería Cepsa de San Roque, a 1 de diciembre de 2022 en Cádiz (Andalucía, España). La petrolera Cepsa, ha presentado en el día de hoy su nuevo proyecto que verá la luz, y se pondrá en funcionamiento, en 2037. Un corredor de Hidrógeno verde que conectará España con Países Bajos.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, conversa con la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera

Joaquin Corchero / Europa Press

El batallón mediático de propaganda, en este caso defensiva, del presidente de la Junta no tiene capacidad de tiro mucho más allá de Despeñaperros. La decisión de Sánchez de hacer casus belli de Doñana –camuflando su inacción en relación a la sequía– y la alta sensibilidad de Europa en materia medioambiental dirigieron la contienda hacia un muro infranqueable.

La Junta carece de razón y tampoco puede explicar su posición al margen de los intereses electorales. Moncloa, en cambio, movido por idéntico afán (el electoral), puede esconder su mayúscula tolerancia con la agonía de Doñana simulando ser su salvadora. Es una ley exacta: si en política tienes que explicar mucho tu postura, el problema no es del adversario. Es tuyo.

La rédito electoral de este litigio se medirá el 28M. El PP puede hacerse con la diputación e, incluso, con el Ayuntamiento de Huelva, instituciones ambas en manos del PSOE. Pero, incluso en este supuesto, necesitará también un avance considerable en la Andalucía interior, donde el trasvase de votos en favor de San Telmo no tiene la misma intensidad de junio, para que la lectura de los comicios no se interprete como una enmienda (parcial) al Quirinale.

Moreno Bonilla ha perdido bastante más que el pulso político en el affaire de Doñana. Ha entregado, de forma asombrosa, con una mayoría parlamentaria que le garantiza el cargo hasta 2026, y sin adversarios regionales que puedan hacerle sombra, lo que Walter Benjamin llamó el aura. El misterio que, hasta principios del siglo XX, antes de la reproducción mecánica de las imágenes, caracterizaba al arte. La singularidad sagrada de lo irrepetible y lo inalcanzable. El ensueño de la eternidad. La vieja diferencia entre la poesía y la prosa. Ahora ya es mortal.

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